Disidencia conciente

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Es la hora para actuar y aquí Emilio Carrillo nos trae veinte ejemplos prácticos para “Nacer de Nuevo” (a una nueva vida y a una nueva humanidad) por medio de una disidencia radical, creativa, pacífica, compasiva, activa, valiente y tierna.

Emilio Carrillo. Director del Proyecto de investigación “Consciencia y Sociedad Distópica”

Resquicios de luz entre tanta niebla…

Los días pasan, cada uno demasiado parecido al anterior; y al que lo seguirá… Se lo debemos al coronavirus COVID-19. O siendo más exactos, a los que lo han creado artificialmente: esos aprendices de brujo que, al servicio de enormes corporaciones multinacionales, realizan investigaciones secretas en laboratorios, mutando genes y alterando virus y bacterias para uso farmacéutico y militar. Es ya muy extenso y prestigioso el listado de expertos que así lo aseguran. Recientemente, por ejemplo, se ha sumado a ellos Luc Montagnier, Premio Nobel de Medicina en 2008 por su descubrimiento del virus de inmunodeficiencia humana o (VIH).

Lo que está ocurriendo carece de precedentes en la historia de la humanidad: las vidas de miles de millones de personas -salir, entrar, viajar, qué hacer, dónde ir, con quién estar, las relaciones familiares y sociales, las actividades culturales y deportivas, el contacto con la naturaleza…- han sido secuestradas. Es algo insólito y hay que preguntarse quiénes son los responsables. Algunos lo achacan a los gobiernos. Pero hay que agudizar la mirada y no ofender a la inteligencia: los políticos de cada país -mejor o peor, según los casos- capean el temporal como pueden, intentando sobrevivir en medio de tanto desconcierto y alarma. Los que mueven de verdad los hilos son otros: la selecta élite que dirige esas corporaciones y las instituciones internacionales de las que se valen. Está muy por encima de los gobiernos, a los que mantienen bajo su mando de múltiples maneras, incluido el endeudamiento masivo de los Estados, que los somete a los dictados de los mercados financieros. Y hace tiempo que viene dando pruebas sobradas no solo de su existencia en la tramoya del auténtico poder, sino también de no tener problema alguno en no decirnos toda la verdad o, directamente, manipularnos y engañarnos. Lo mismo, dentro de unas semanas o de unos meses, cuándo lo consideren oportuno, nos devolverán parte de lo robado, que nunca será la totalidad. Y más adelante, sí así les conviene, nos lo hurtarán de nuevo con idéntica impunidad (Aconsejo la lectura del texto El por qué y el para qué del coronavirus (COVID-19): su origen, su difusión, sus nocivos efectos a medio y largo plazo y las oportunidades que abre para todos, publicado en el blog El Cielo en la Tierra el pasado 25 de marzo).

Todo lo cual sería impensable si no fuera porque demasiada gente, presa del pánico y la indolencia, opta por actuar cual avestruz, escondiendo la cabeza bajo tierra. No es un juicio, sino la estricta descripción de la realidad. Observamos nuestro entorno y ahí están: sencillamente, prefieren no saber; son sordos porque no quieren oír, ciegos porque no quieren ni ver; se refugian en las “versiones oficiales” de sus televisores, cuando no en ensoñaciones banales que les permitan permanecer en su zona de confort (pasivo, rutinario, apático, displicente, alienado, ensimismado, tendente a la ansiedad y a la depresión…); intercambian su dignidad a cambio de la seguridad que les ofrecen los pirómanos que, tras provocar el incendio, se disfrazan de bomberos; refutan lo obvio y niegan lo evidente; algunos incluso subliman lo elemental y rudimentario para fingir un falso bienestar y cierta dosis de cultura y hasta de espiritualidad; y sobreviven encarcelados entre los barrotes del miedo, la monótona mediocridad y la ridícula esperanza de que todo esto pase y las cosas vuelvan a ser como eran. Ni de algo tan palpable -que nada volverá a ser como antes- se dan cuenta.

¿Cómo caminar por un escenario así? Pues con la prioridad de no caer en esas arenas movedizas: que no nos atrapen ni las mentiras y artimañas de los unos (ojo, porque la obsesión “conspiranoica” es otra manera de precipitarse en esas arenas) ni la inconsciencia e inconsistencia de los otros. Y, entre tanta niebla, nos corresponde, igualmente, buscar y encontrar los resquicios de luz que nos permitan ser nosotros mismos y abrir las puertas a otra sociedad y a una vida que realmente lo sea. En definitiva, a una nueva humanidad.

Por Emilio Carrillo. Sevilla (Andalucía), 26 de abril de 2020

Emilio Carrillo
Emilio Carrillo