Curso de autoestima 092

Curso de autoestima 92

92. Introducción a la Ley de Atracción

Autoestima 092- Introducción a la ley de atracción – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

«La verdadera conquista de un ser humano es con su mente»

-Platón

El diapasón y la Ley de la Atracción

Hacia los años treinta, dos célebres hombres en Oriente lograron fotografiar las vibraciones del pensamiento. iY vaya que lo lograron, a través de muros de acero, en un expe­rimento que ha sido repetido muchas veces desde entonces!!

Pero demostraron algo más, tal vez más importante: encon­traron que cuanto más cargado de emoción estaba un pensa­miento, ¡más clara se veía la imagen! Fueron quizá los primeros en demostrar que existe energía magnética dentro de nues­tros pensamientos, y que el pensamiento es impulsado por nues­tras emociones. Sin embargo, lo que pasaron por alto es que, debido a que las ondas de vibración (emociones) que enviamos están cargadas magnéticamente, somos literalmente imanes vivos, y que atraemos constantemente cualquier cosa que este en la misma frecuencia de longitud de onda.

Por ejemplo, cuando nos sentimos bien, con el ánimo en alto, llenos de alegría y gratitud, nuestras  emociones envían vibra­ciones de alta frecuencia, que atraerán lo bueno hacia nosotros; es decir, cualquier cosa que; coincida con lo que estamos enviando. Lo semejante atrae lo semejante.  En cambio, cuando experimentamos cualquier cosa que no nos cause satisfacción, como temor, preocupación, culpa, o has­ta un pequeño disgusto, enviamos vibraciones de baja frecuen­cia.

Debido a que las bajas frecuencias son tan magnéticas como las altas, atraen cosas desagradables hacia nosotros; es decir cosas que nos harán sentir (vibrar) de una forma tan poco grata como lo que estamos enviando. Desagradable de ida, desagradable de vuelta. Es siempre una vibración semejante.

Así que, ya sea que enviemos acciones de alta frecuen­cia, de satisfacción, o vibraciones bajas, de preocupación, las que enviemos en cada momento serán las que atraigamos de regreso a nosotros mismos.  Somos generadores de vibraciones, por tanto, somos los imanes, la causa. Nos guste o no, nosotros hemos creado esas vibraciones y seguiremos haciéndolo.

So­mos de carne y hueso, pero ante todo y sobre todo, somos ener­gía ¡energía magnética!, lo cual nos convierte en imanes vivien­tes que respiran. (¿No te encanta la idea?), independiente de lo que estudiaste, ó en lo que trabajas, eres es, en realidad, ¡un imán viviente! (¡Vaya pequeño detalle!). Por desca­bellado que parezca, ha llegado el momento de despertar ante el hecho de que somos seres electromagnéticos y de que vamos por la vida con esa abrumadora capacidad de magnetizar (atraer) hacia nuestra vida todo cuanto deseamos, con sólo controlar los sentimientos que provienen de nuestros pensamientos.

Sin embargo, debido a que vivimos en este planeta, en un campo de energía en el que predomina la baja frecuencia, pro­cedente de más de seis mil millones de personas que vibran con sentimientos más de tensión y temor que de alegría, ad­mitimos involuntariamente esas vibraciones y reaccionamos ante ellas, lo cual significa que hasta que aprendamos a sobreponernos conscientemente a esas frecuencias negativas que nos invaden todo, y en las cuales vivimos, seguiremos reci­clando sus desagradables efectos en nuestra vida cotidiana, después de un tedioso día. Es algo semejante a nadar en agua salada,si no enjuagamos los residuos de la sal en nuestro cuerpo, tarde o temprano nos sentiremos incómodos.

No hay de otra: la forma en que sentimos determina lo que atraemos, y con mucha frecuencia esos sentimientos proceden de nuestros pensamientos, los cuales instantáneamente pro­ducen reacciones electromagnéticas en cadena que, finalmen­te, hacen que sucedan, que sean creadas, obtenidas o destruidas las cosas.

Así que, una vez más: nuestros sentimientos surgen de no­sotros en forma de ondas electromagnéticas. La frecuencia que se emita atraerá automáticamente a otra frecuencia idén­tica; provocará que ocurran las cosas, buenas o malas, al encon­trar empatía en la vibración.

Las vibraciones de frecuencias altas, positivas, atraerán circunstancias de vibraciones altas, positivas. Las vibracio­nes de frecuencias bajas, negativas, atraerán circunstancias de vibraciones bajas, negativas. En ambos casos, lo que se nos regresa nos hace sentir con el espíritu tan elevado, o tan bajo, como lo que hemos estado trasmitiendo (sentimiento) por­que lo que se regresa es una vibración que coincide exacta­mente con la que enviamos.

Se trata del mismo principio que el del diapasón: haz sonar un diapasón en una habitación donde hay varios más, todos afinados en diferentes tonos, y sólo los que estén afinados en: la misma frecuencia del que hiciste sonar, sonarán al unísono, como sonarían aunque se encontraran en los extremos opuestos de un estadio de fútbol. Las fuerzas similares se atraen.

Es una regla elemental de la física. Pero de manera totalmente distinta a la de la vibración de un diapasón, los seres humanos con nuestras frecuencias e intensidades magnéticas variables, somos semejantes a pe­lotas de ping pong disparadas en todas las direcciones imagina­bles. En un momento podemos levantar el vuelo tan alto como un papalote, sentirnos tan poderosos como el sol, y al siguiente sentirnos con tan baja energía que anulamos lo anterior y cree­mos que nada cambiará nuestras vidas, o al menos, no tan rápidamente. Todo esto se debe al tipo y a la intensidad ­de sentimientos que tengamos, los cuales van de cálidos o ale­gres, hasta explosivos o destructores.

Pero no estamos hechos de metal. A diferencia de los dia­pasones, lo que regresa a nosotros como resultado de la confu­sión de energía emocional (vibraciones), que sale de nosotros a cada instante y que pocas veces es agradable, es una intermi­nable cadena de pequeñas desavenencias, circunstancias y even­tos no planeados.

No es necesario decir que lo que hemos estado creando con todo este flujo indiscriminado de energía es un verdadero infierno; en el mejor de los casos, una vida mediocre según continuamos atrayendo hacia nuestra existencia diaria cuanta experiencia, persona, juego, suceso, encuentro, incidente, even­to, riesgo, ocasión o episodio en el cual estemos vibrando, todo lo cual significa sentir.

Cuentas, cuentas, cuentas

Elige un tema que no sea de tu completo agrado, por ejem­plo: pagar cuentas. A menos que estés en una situación econó­mica totalmente desahogada, ¿cómo te sientes generalmente cuando llega el momento de pagar las cuentas? ¿Emociona­do? ¿Feliz? ¿Eufórico? No lo creo. ¿Qué te parece preocupa­do, ansioso o, simplemente, deprimido? iBienvenido al grupo!

Bien, he aquí lo irónico: son esos sentimientos de desespe­ración precisamente los que nos mantienen siempre con pro­blemas económicos. ¿Por qué? Porque lo que sentimos es lo que nos hace vibrar, y lo que nos hace vibrar es precisamente lo que atraemos hacia nosotros. Es una ley universal, no hay más.

Cuanto más nos concentrábamos en lo que no teníamos, más fluían y crecían nuestras energías negativas, atrayendo ha­cia nosotros más deudas, junto con menos ingresos para sal­darlas.

El concentrar nuestras emociones en nuestras carencias atrae  (magnetizado) más de todo aquello que nos tenía angustiados, para incorporarlo a nuestras vivencias, lo que hacía que las circunstancias se tornaran cada vez más graves y problemáticas que el mes anterior.

El proceso es semejante al de un boomerang, uno de esos objetos que arrojas lejos, pero que traza un círculo y vuelve hacia ti, para que lo detengas (o te golpee si te descuidas). Lo que enviamos -las vibraciones- es lo que vuelve a nosotros. Así que mientras no cambiemos nuestras vibraciones, segui­remos recibiendo lo mismo que lanzamos. En otras palabras, si no dejamos de sentir y enviar vi­braciones de baja frecuencia, ¡todo lo que vuelva a nosotros serán circunstancias negativas! Obtenemos aquello en lo que nos enfocamos emocional­mente.

Enfoquémonos con insistencia en lo que queremos, ¡y listo! Iremos por buen camino. Concentrémonos en todo aquello que no queremos con esa misma pasión (preocupación, angus­tia, etcétera), iy listo! También hará que regrese a nosotros. Al universo no le importa si queremos algo o no lo quere­mos, funciona estrictamente apegado al principio físico que lla­mamos la Ley de la Atracción. Simplemente, enviamos los sentimientos magnéticos y el universo los devuelve obediente­mente. No reacciona ante nuestras súplicas; sólo responde a nuestras vibraciones, las cuales provienen por completo de nues­tros sentimientos.

¿Importa lo que originalmente causó esos sentimientos? No. Pueden proceder de un pensamiento, un suceso externo o un simple estado de ánimo general. Pero sin importar cómo se hayan iniciado, los acontecimientos que constituyen nues­tra vida se originan solamente a partir de nuestro flujo de sentimientos, momento a momento, día a día, año tras año.

Concéntrate, lograrás crecer

Así que seamos realistas por un momento. Nadie te está su­giriendo que andes por la vida convertido en un bonachón, tratando de mostrarte feliz porque te despidieron del traba­jo, o porque perdiste el avión o extraviaste las llaves del auto.

Pero los hechos son los hechos. Puesto que lo que envia­mos es lo que recibimos, y puesto que lo que enviamos pro­cede de aquello en lo que centramos la atención, lo que necesi­tamos hacer realmente es prestar más atención a lo que pen­samos, iy a que mal eso nos hace sentir!

Centrémonos en lo que queremos, y lo obtendremos, siempre y cuando no lo saboteemos. Enfoquémonos en lo que no que­remos y también ocurrirá, probablemente en una proporción mucho mayor de lo que imaginamos.

Pero volvamos al tema de las cuentas. Digamos que has estado pensando demasiado en lo mucho que detestas tener que pagar­las. Cada uno de tus pensamientos (que está lleno de vida) está cargado de una vibración emocional, algo así como una firma, de cuando lo pensaste y probablemente sintonizarás otras vibra­ciones idénticas. Cuando dos pensamientos de la misma intensi­dad emocional se juntan, adquieren mayor fuerza, a una frecuencia más elevada y más rápida que cada uno de ellos por separado.

Así que ahora, en lugar de un pequeño y viejo pensamien­to insignificante que tenías sobre las cuentas por pagar, tie­nes otro mucho más profundo y poderoso, porque cada vez que te concentras en tus cuentas, se van anexando los pensamientos que habías enviado antes. iAh!, pero eso no es todo. No sólo tienes tus propios pensamientos pesimistas acer­ca de las cuentas que se acumulan, y que se vuelven más grandes y más poderosos con cada nuevo sentimiento de derrota que envías, sino que éstos se unen a otros pensamientos, también pesimistas, que proceden de otras personas pero que están en la misma frecuencia, y a los que yo llamo «bombas de ba­sura». Sintonizan en frecuencias similares de temor y ansie­dad y pueden dirigirse fácilmente a ti, a menos que sepas cómo sacarles la vuelta para rehuirlos emocionalmente. En otras palabras, tarde o temprano, una o más de estas bombas de basura, conteniendo todo tipo de material corrosivo proce­dente de las preocupaciones de todos los demás, se dirigirán hacia ti y te sacudirá con fuerza, si tú todavía estás vibrando en la misma forma y transmitiendo tus ondas en la misma frecuencia.

Si ése es el caso, tendrás un verdadero problema en tus manos: más cuentas por pagar que antes, al tiempo que vivi­rás muchas otras circunstancias desagradables más, que pue­den tener que ver o no con el pago de esas cuentas. Tu automóvil se descompondrá fácilmente y no tendrás dinero para arre­glarlo. La lavadora dejará de funcionar. Tus hijos romperán el vidrio de la ventana del vecino. Tu perro atacará a un ino­cente que pase junto a él, y el domingo de la final del fútbol, con la casa llena de amigos, se te descompondrá la televisión.

Tu «imán de atracción» sintonizará poderosamente con esas bajas vibraciones de fuerte carga emocional negativa, y con­tinuarás atrayendo más basura, como la luz de un faro con los barcos, hasta que tú cambies esa vibración. Una vez que lo hagas, el boomerang no regresará y golpeará a alguien más, en lugar de a ti. ¡Qué pena por ellos!, pero al menos tú te habrás librado de él. Por el momento.

Ahora centrémonos en otro tema más agradable, como un nuevo automóvil. Si te enfocas en el automóvil que quieres y logras mantenerte concentrado en él, será tuyo. Pero si te en­focas en el hecho de que ese automóvil todavía no lo tienes, o en que no podrás pagarlo, entonces eso es exactamente lo que atraerás hacia ti: una cuota más de «no coche». Así que si dices: «Bueno, al diablo, eso sólo demuestra que este asunto no tiene sentido. Me he estado enfocando por años en lo que quiero; o sea, en ganar más dinero y todavía no lo logro». ¡Correcto! Ante todo, existe el asunto del dinero, y des­pués el de la falta del mismo. ¿Y adivina qué? El 99.9 por ciento de nosotros nos hemos estado enfocando en el dinero la ma­yor parte de nuestra vida. ¡Correcto, de nuevo!

Obtenemos aquello en lo que nos enfocamos. Si te enfocas en la falta de lo que quieres, con toda seguridad obtendrás una mayor carencia o falta de lo deseado, porque a través de vibraciones similares, atraemos las cosas hacia nosotros. Ésta es, simple y llanamente, la Ley de la Atracción.

Cuatro pasos para empezar

Así que digámoslo de nuevo: cuanto más pensamos en algo, incluso con poca emoción, más grande y poderoso se vuelve en nuestra vida, sin importar si se trata de la falta de lo que queremos, o si es eso mismo.

Si decretamos: «Quiero una salud perfecta» y pensamos emocionalmente en la salud perfecta todo el tiempo, la tendre­mos en el acto, o vamos en camino hacia ella. Pero si decimos: «No quiero enfermarme» y pensamos emocionalmente en la enfermedad con suficiente frecuencia, estaremos optando por la mala salud porque nuestro enfoque está en la enfermedad.

Si pensamos con frecuencia que deseamos una casa nueva y logramos «sentimos» dentro de ella, ya estamos en camino. Pero si pensamos constantemente: «No quiero seguir vivien­do más en este lugar», nos quedaremos en él algún tiempo más.

Si pensamos emocionalmente en algo lo suficiente, ya sea en lo que deseamos o en lo que no deseamos, llegará a nues­tro mundo, nos guste o no.

Lo que viene hacia nosotros no está asociado con lo que es­tamos haciendo físicamente, con lo valiosos que somos, con lo buenos que somos o con cuál pudiera ser nuestro destino, no inexorable. ¡Tiene que ver solamente con la forma en que vibramos! Lo que significa sentir. Lo que significa atraer. ¡Punto!

Así que aquí hay algo que papá y mamá no nos dijeron nun­ca, porque no lo sabían. Aquí está lo que todo libro sobre pensa­miento positivo o sobre motivación han estado promocionan­do con espíritu romántico, aunque ninguno había llegado al meollo del asunto, porque honestamente tampoco sabían cómo hacerlo.

He aquí los cuatro pasos para la creación premeditada, los cuatro pasos que te garantizan -y esa es la palabra correcta: garantizan- traer a tu vida aquello que tanto deseas y mucho más. La garantía es que se trata de una ley universal, los prin­cipios básicos de los que ha surgido toda la creación. Si lo de­seas, serán tuyos.

Paso 1. Identifica lo que NO quieres.

Paso 2. A partir de ahí, identifica lo que SÍ quieres.

Paso 3. Adéntrate en el sentimiento de lo que quieres.

Paso 4. Espera, escucha, y deja que suceda.

He aquí. Eso es todo. A medida que te adentres en esta nueva e importante aventura; las cosas empezarán a cambiar má­gicamente en todas las áreas de tu vida. Las preocupaciones, inquietudes, dudas y temores dejarán de ser una pequeña y constante molestia cotidiana, para convertirse, en unas cuantas semanas, en un fenómeno raro en tu vida, y tú lo podrás cons­tatar y sentir día tras día.

Tu salud mejorará notablemente. Tu cuenta de banco au­mentará. En tus relaciones ocurrirá lo que tú quieras. Se ce­rrarán tus ventas. Te darán el ascenso que tanto ansías. La vi­da se volverá un placer cotidiano. Y todo eso será real. Podrás ver que todo marcha sobre ruedas y entonces sabrás, en ver­dad, que la única persona que maneja el timón en la nave de tu vida eres tú, y que eso es absolutamente real… ¡sólo tú!

Nunca más ser la víctima

Conforme nos embarcamos en esta aventura de vivir la Ley de la Atracción, llegamos, y muy pronto, a la inquietante con­clusión de que realmente no hay víctimas y que seguir cons­tantemente con el juego de ser una víctima de algo, o de alguien, sólo garantiza una gran insatisfacción, provocada por la continua emisión de vibraciones de baja frecuencia,

Seguramente el resto del mundo continúa haciéndolo, si­guen culpando a los demás de lo que les sucede, en lugar de a sus sentimientos; culpan a las «circunstancias» de su mala suerte, en lugar de a sus sentimientos; culpan al borracho que iba en la carretera, o J3l jefe majadero, o a la economía, o a Dios, por todo lo malo que les sucede, en lugar de a sus sen­timientos.

Es posible que nos hayan enseñado, y que por tanto lo ha­yamos creído, que vivimos a merced de otros, del destino, de la suerte, o de la casualidad; ciertamente eso es lo que la mayor parte de la gente que habita este planeta cree, y vive confor­me a ello. Pero una vez que empieces a ver cómo funciona la Ley de la Atracción, acabarás por comprender que las víctimas no existen, que nunca han existido y que jamás existi­rán. No hay buena ni mala suerte, no hay buena fortuna, ni coincidencias. No existen el destino, la suerte o la providen­cia.

No hay ningún gran juez en el cielo que nos lleve la cuen­ta de qué «tan bien o mal nos portamos. No hay un karma de vidas pasadas, ni penitencias que cumplir; todos son mitos creados en torno a las víctimas. Y no hay víctimas entre no­sotros; sólo hay creadores de pensamientos y sentimientos, poderosos imanes que atraen, como la miel atrae a las abejas, la frecuencia similar de las vibraciones que fluyen constante­mente de nosotros.

Ya no necesitarás creer más que las circunstancias exter­nas controlan tu vida. Nunca más tendrás que pensar que es malo desear algo. Nunca más tendrás que creer en algún gran poder fuera de ti mismo que maneja los hilos de tu vida, o que algo o alguien diferente a ti tiene el control. Nunca más sen­tirás miedo de que algo o alguien te haga daño, sin importar quién o qué pueda ser, a menos que tú se lo permitas.

Así que, ¿cómo fue que nos metimos en este lío? ¡Tú lo hi­ciste! Más de seis mil millones de personas (más las que han existido a lo largo de incontables siglos) han nacido vulnera­bles a las vibraciones de baja frecuencia, llenas de temores y angustias y se han enfocado tanto en lo que no quieren, que han obtenido dosis adicionales de esas mismas carencias.

Nunca hubo la intención de que ocurriera de esa forma; pero en nuestro afán y necesidad de encontrar la razón por la que no suceden las cosas como quisiéramos, imaginamos que la culpa era de algún factor ajeno a nosotros: el gobierno, la economía, nuestro jefe, nuestro matrimonio, nuestro ambiente, nuestra educación, nuestra mala suerte, e incluso Dios,  tal vez, pensamos que no éramos lo suficientemente va­liosos, que no estábamos «a la altura», que estábamos llenos depecados, que no habíamos sido completamente puestos a prueba o, que de una u otra manera no habíamos pagado nuestra correspondiente «cuota».

La realidad -la verdadera realidad- es que somos dig­nos, que no hay prueba que pasar, y que el pecado no es más que una aberración creada por el hombre para ejercer con­trol sobre otros.

La verdadera realidad es que hemos venido a este mundo para desarrollarnos plenamente, para prosperar y vivir la gran experiencia humana con alegría, con el corazón ligero, sin carga, y no en una lucha constante y dolorosa. Hemos venido al mundo a divertirnos mientras aprendemos a crecer sin sufrir ya ali­mentar nuestros deseos con la convicción absoluta de que po­demos tenerlo todo, una vez que aprendemos cómo manejar nuestras energías… lo que significa… nuestras emociones.

Llegamos a este mundo con la garantía del libre albedrío, que forma parte de la propia naturaleza de nuestra existen­cia. Ha llegado el momento de que ejerzamos ese derecho que tenemos desde que nacimos. No estamos atrapados en la red de nadie. No estamos sometidos a las circunstancias. No so­mos víctimas de condición alguna. Más bien, somos seres que poseemos la sagrada habilidad de llevar a cabo cualquier ex­travagante deseo que nuestras mentes ilimitadas puedan con­cebir, porque contamos con una libertad de elección sin restricciones ni condiciones, sin importar lo que hagamos.

Es tiempo de despertar. Es tiempo de que recordemos cómo hacer para que nuestras elecciones se realicen. Es tiempo de sacar la cabeza de la tierra y aceptar que no es accidental lo que obtenemos en la vida. Es tiempo de que dejemos de crear circunstancias desagradables, y de recordar los secretos de la vieja sabiduría ancestral a la que alguna vez tuvimos acceso, sabiduría que nos permitió llevar a la realidad nuestros deseos con sólo intentarlo. Ya es tiempo.

Tú lo mereces todo. Mereces que se realicen todas tus as­piraciones, sin importar cuáles sean, basta con que lo desees y lo sientas y una nueva vida de extraordinaria felicidad será tuya. No «puede ser»: ¡será!  Es una garantía cósmica.