Curso de autoestima 290

Curso de autoestima 290

290. Las Trampas del Ego

Autoestima 290- Las trampas del ego – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

Ésta no es la realidad real. La realidad real está detrás del telón. En verdad no estamos aquí; ésta es nuestra sombra.

-Rumi

Te dispones a iniciar un viaje de los más apasionantes y maravillosos de tu vida entera: ir más allá del ego. No es un viaje fácil al principio, pero una vez que llegas a lugares de tu ser maravillosamente insospechados, ya no querrás estar más que en ese viaje, más allá del ego.

Hemos estudiado desde el capítulo 287 que es el ego. Desde su perspectiva freudiana hasta un entendimiento espiritual. Sin embargo, ya que has recorrido en tu lectura un conocimiento extenso, vale la pena simplificar aún más el concepto con el fin de que lo domines.

Nadie ha visto la cara del ego. ¿Y porque qué digo esto? Porque el ego no tiene cara, el ego es una idea. El ego es la idea que tienes de ti mismo. Esa idea resulta ser una mera ilusión, pero suele ser una ilusión que genera una gran influencia en nosotros mismos. Saber esto, saber que es una ilusión, ya te está preparando para el viaje, para ir más allá del ego. Sabe hoy por la que la idea que tienes de ti mismo es una mera ilusión y que en verdad eres mucho más de lo que crees ser. Si tú decides vivir manteniendo la ilusión, te será imposible conocer tu verdadero yo. Si decides salir de la ilusión entonces abrirás la puerta que te llevará más allá del ego.

Durante muchos años has guiado tu vida en virtud de lo que te dicta tu ego. Esa idea que tienes de ti mismo es la que ha regido tu comportamiento durante mucho tiempo. Hoy, te voy a invitar a que te des cuenta de que dentro de ti hay un gran sabio, un guía, e incluso te darás cuenta de que ese sabio, ese guía, eres tú. Es tú verdadero yo. Durante años le has hecho caso a esta ilusión, a quien crees ser, y casi nunca le has puesto atención a quien realmente eres, y ésa ha sido la gran diferencia que ha generado las consecuencias que has vivido hasta el momento presente. Con la invitación que te haré durante todo este y el siguiente capítulo, en lugar de prestar atención a las órdenes de tu ego, empezarás a escuchar mensajes inspirados de sabiduría. Mi intención es que de esa manera te liberes de las trampas del ego y sus funestas consecuencias.

No quiero que creas que mi objetivo radical es que desprecies, derrotes o elimines tu ego. No. Incluso no creo que se pueda. No se puede en su totalidad mientras seamos humanos. Soy partícipe de la idea de que debemos honrar todas las partes de nuestro ser, tanto aquella que nos genera la percepción a través de nuestros sentidos, tanto como la que nos lleva a las esencias de las cosas. Ambas son parte de nosotros. Ésta es una pequeña gran paradoja, que mientras seamos humanos, tenemos la libertad de damos cuenta de la existencia del ego, y que le una vez que nos percatamos de ello, podemos elegir siempre entre la opción del ego y del espíritu, sin poder eliminar ninguno de los dos al ser ambos la constitución de nuestra dimensión humana. Ambas opciones siempre te merodearán. Se trata de ir más allá del ego y disfrutar de la opción que nos trae paz y armonía, las recomendaciones de tu yo superior, de ese sabio que en verdad eres, de esa conexión directa con Dios.

Para ir más allá del ego, debes recordar siete de sus trampas y al vedas como tales, te será más fácil librarlas:

1.        El ego es tu «yo falso».

2.        El ego te quiere aislado.

3.        El ego te convence de que eres alguien «especial».

4.        El ego se ofende muy fácil y rápidamente.

5.        El ego es cobarde porque no le gusta perder.

6.        El ego crece al consumir.

7.        El ego está loco.

1ª. Trampa. El ego es tu “yo falso”

La primera trampa que nos limita a ir más allá del ego está manifiesta desde que iniciamos nuestro estudio en este tema. Tu verdadero yo, aquel que está destinado al verdadero éxito en la vida, es tu yo eterno. Es la manifestación de Dios que habita en ti y que sólo está arropada por un cuerpo. Creer que sólo eres tu cuerpo es una creencia enteramente falsa.

No es necesario repudiar al ego cuando te das cuenta de que es tu yo falso. Sólo basta con darse cuenta. Al hacerlo, automáticamente no le concederás mucho caso a quien te da consejos y tú ya sabes que es alguien falso. Ahí está, pero ahora ya sabes quién es y ponderarás mucho mejor sus opiniones. Cuando escuchamos y hacemos caso de las opiniones de nuestro yo falso, entramos en los terrenos de la oscuridad. Ahí no vemos, literalmente. Por ello usé la metáfora en este capítulo de las maneras para pasar del lado oscuro a la luz. Cuando le hacemos caso al ego, nuestro yo falso, no vemos quienes somos realmente, entonces estamos a oscuras. Cuando le hacemos caso al espíritu, nuestro verdadero yo, vemos quiénes somos realmente, entonces vemos con claridad gracias a la luz.

Cuando queremos ver en la oscuridad, haciendo caso al ego, hacemos suposiciones en tomo a lo que nos hará felices y acabamos frustrados. Todo lo que hacemos es esforzamos para hacer valer y acrecentar nuestra propia importancia, cuando lo que en verdad anhelamos es una vida más profunda y amorosa. Caemos, por andar a oscuras, en el vacío del egocentrismo, sin saber que lo único que nos daría luz es liberamos de la falsa idea de quiénes somos.

2ª. Trampa. El ego te quiere aislado.

La segunda trampa, donde el ego te quiere aislado, favorece tus estados de soledad. Y con cada dolorosa experiencia de soledad, el ego se hace fuerte. Quien, por ejemplo, se ha sentido solo por alguna decepción amorosa, alberga ideas de venganza donde busca que la otra parte también se sienta sola. Este fenómeno lo veo constantemente en mi consulta privada. Gente que se siente sola y que le gustaría reencontrarse con la persona amada, pero si ésta no lo acepta, empiezan a albergar la ilusión de que la otra persona también se sienta sola. El ego, lugar de oscuridad, empieza a dominar. Cuando la persona se convence de su aislamiento, empieza a ver la vida como una competencia. La competencia aumenta la sensación de estar aislado de los demás.

Surge ansiedad cuando queremos demostrar que somos mejores y queremos ganar. Del lado oscuro, somos incapaces de vemos conectados con la energía de Dios, de sentimos conectados en nuestro interior con todo y con todos. De esa forma, nuestra ansiedad aumenta y nos impulsa a buscar conexiones «externas». Esta búsqueda de falsas conexiones externas es la que nos hace necesitar la demostración de que somos mejores que otros, la necesidad de demostrar mejor aspecto, conseguir más cosas, juzgar a otros, todo ello síntomas de nuestra postura en el lado oscuro, donde no vemos que todos somos uno, donde no alcanzamos a ver la divina conexión interior. 

La idea de que estamos aislados comienza a gestarse en un momento muy temprano de nuestras vidas. Si no tenemos la suerte de que alguien nos enseñe la luz, y nos muestre un modelo de vida interior, crecemos experimentando el dolor de la soledad, las heridas del rechazo y las censuras de nuestros semejantes, todo lo cual incrementa nuestra sensación de aislamiento, cerrándose un círculo vicioso. Mi mayor ilusión es que este libro que tienes en tus manos rompa este doloroso círculo. No estás solo. Incluso, pronto descubrirás que esto es imposible, pero tu falso yo (ego) te lo ha hecho creer durante tantos años que ya lo das por cierto. Hoy te digo: no es así. Sé que el ser humano común da por asumido que es un ser aislado en una forma tan arraigada en su esencia, que convencerle de lo contrario implica una empresa de grandes proporciones.

No importa, estoy aquí para esa empresa. Tú, en tu interior, sabes si lo que estoy escribiendo te refleja o no de alguna forma. Puedes tomar la decisión de continuar permitiendo que tu ego te mantenga del lado oscuro, apartado de la luz, o iniciar tu viaje más allá del ego y adentrarte en tu dimensión espiritual. Cuando decidas lo segundo, no tendrás que competir ni ser mejor que nadie. Ya no necesitarás acumular ni perseguir honores. Habrás dejado atrás una falsa idea. En lugar de verte como algo distinto y aparte de Dios y del Universo, vivirás tu vida consciente de que eres parte de Él en todo momento y te percatarás de tu conexión con todo.

¿Y si luego de aceptar ir más allá del ego te siguen los halagos? ¿Si ya decidiste pasar la puerta y adentrarte a una vida más espiritual, qué hacer con los reconocimientos y honores que te pueden seguir prodigando? Aquí una gran noticia: síguelos recibiendo. Síguelos adquiriendo, pero la enorme diferencia es que ahora sabrás que todo esto es un juego. Éste ha sido uno de los más trascendentes despertares en mi vida. Observo en paz. El día que lo hagas tú, sabrás de la paz y el disfrute del que hablo.

3ª. Trampa. El ego te convence de que eres alguien «especial».

La tercera trampa que te quiere atrapar del lado obscuro, cuando el ego te quiere convencer de que eres alguien «especial», es una de las más poderosas por la fuerza que le imprime la sociedad misma y nuestra cultura. Nuestro entorno sociocultural favorece enormemente la idea de que sí hay personas especiales y situaciones especiales. Alguien que se desenvuelve en’ el lado oscuro de su ser, exige que debe ser tratado con una distinción especial. Se trata de un ser que todavía está durmiendo en la oscuridad y le es imposible ver que todos somos uno en una minada de manifestaciones.

Todos los programas de «reconocimiento» como «cliente distinguido», «cliente oro», «tarjetabiente platino», «miembro del club rotario», “viajero frecuente”, “tarjeta dorada”, «miembro decano del club de leones», y los organigramas más comunes de cualquier empresa, favorecen las tremendas distinciones que el ego disfruta tanto. Hace unos días vi un espectacular en la calle que anunciaba: » … porque sabemos que eres especial, ven por tu tarjeta VIP para el cine». ¡¿Qué?! Me pregunto qué tendrá de especial ir al cine con frecuencia. Y mucha gente sí se ha de sentir especial por tener una tarjeta de reconocimiento por ir al cine. ¿Hasta dónde hemos podido llegar en el lado oscuro? Muy lejos, tenlo por cierto. Por eso te dije anteriormente que convencer de lo contrario a alguien es una empresa de grandes dimensiones. Muy grandes en verdad.

Es tan poderosa esta trampa del ego, que todos los mercadólogos y publicistas, se hacen de ella para vender. Un ejemplo: me acuerdo que hace años existía en el aeropuerto una fila «especial» para pasajeros que viajaban en primera clase, hoy hasta un salón «especial» de recepción hay para ellos. Paredes que se alzaron donde no las había, puertas corredizas con guardia a la entrada para distinguirse radicalmente de los demás pasajeros donde no hay pared ninguna. Dentro de este recinto especial para pasajeros premier hay música especial, aire acondicionado, mientras que «del otro lado», no. Estas distinciones le encantan al ego.

Hace muchos años aprendí de un gran orador y motivador mexicano un aforismo en el que creí durante mucho tiempo: «El éxito crea adicción». Yo mismo lo viví y lo repetí en mis conferencias dramáticamente.

 Caray, el numerito me salía muy motivacional. El éxito del numerito: tentar al ego que predomina en la audiencia. Hacer sentir la necesidad de ser mejor y merecer algo especial. Al ego de la gente le encanta ser tentado con lo mejor, y una vez que lo conoce y se siente especial, ya no lo quiere dejar. Hoy sé que la mejor forma de decir lo que creí hace años es: «El falso éxito, crea adicción». Ése sí. Pero el verdadero éxito en la vida, no crea adicción ninguna. El verdadero éxito en la vida está ahí siempre, para todos, en cualquier momento. Sólo requiere que te des cuenta de quién eres realmente. Hoy sé por qué mis conferencias han cambiado tanto. También sé por qué ya no me contratan las empresas que quieren hacer vender más y más a sus empleados. Al principio tuve el temor bien fundado de «perder clientes», y me he llevado la sorpresa de que ahora doy más conferencias que nunca antes, al llevar esta Nueva Conciencia del verdadero éxito en la vida. No me lo esperaba. Estoy feliz.

Insisto, es tan fuerte esta trampa del ego, que conozco personas que creen enfáticamente en un Dios que hace distingos -mera proyección de su identidad basada en el ego-o Yo nunca me he podido imaginar a un Dios que discrimine dependiendo de tu religión, de tu identidad sexual, de tu color, de tus creencias, incluso de tus comportamientos, sean los que sean. Yo nunca he podido entender las evidentísimas muestras de jerarquía «especial» en los «mensajeros de Dios». Dios es en todos nosotros sin distingo alguno. En esto creo.

Pero esto el ego no lo puede aceptar. Hoy comprendo que la forma de manipular masas por parte de movimientos religiosos organizados por los mismos hombres, provenientes de hombres y para los hombres, debe estar basado en el ego. Así es más fácil de aceptado por parte de una sociedad predominantemente identificada con su ego. Los mensajes deben estar codificados para el grado de evolución de la persona que los recibe, ésos son los mensajes que llegan a su destino de la mejor manera. Así es como comprendí que si la sociedad en su mayoría está muy poco evolucionada espiritualmente, se necesita apoyar en su ego, y éste necesita ser manipulado por organizaciones que, con buena voluntad, manden un mensaje de castigo-recompensa según sus actos.

Pero cuando un ser humano despierta y sale de la ilusión, entonces con todo amor y respeto se retira del juego que era esa manipulación y empieza a ser libre, empieza a conocer a Dios realmente. El niño cuando deja de sedo y madura, ya no necesita del padre amenazante que al principio fue útil para saber cómo comportarse, pero sólo al principio. Cuando el niño madura en un adulto que es capaz de ver la luz, sólo queda amar al padre sin enjuiciado y seguir nuestro camino. Quien despierta verdaderamente, parte de su despertar implica no enjuiciar a quienes siguen dormidos. Todos estamos básicamente bien dependiendo de nuestro grado de evolución.

La paradoja es que mientras menos reconocimiento busques en la vida, más recibes; y la magnitud inversamente proporcional de lo que te digo es enorme, y ahí hay verdadero disfrute porque nunca te lo esperabas, te dejas fluir enfocando tu mente en ayudar y el Universo mismo te recompensa de las maneras más especiales que jamás nunca hayas imaginado con todo tu ego.

4ª. Trampa. El ego se ofende muy fácil y rápidamente.

La cuarta trampa del ego es que éste se ofende muy fácil y rápidamente, y es una de las barreras más difíciles de franquear. En esto, durante muchos años, fui experto. Mi ego siempre me hizo creer que yo merecía un trato especial y cuando no lo recibía, me ofendía tremendamente, y en verdad fácil y rápido. Y hoy que hago la relectura de mi vida, me resulta impresionante lo que perdí porque nadie me había dado luz en mi comportamiento. El saldo final resultó en la pérdida de la gente que algún día quise con gran profundidad. Así nos juega el ego. Este tema puede ser propio de todo un libro, pero aquí sólo quiero nombrar las reflexiones más útiles que nos ayuden a damos cuenta e ir más allá del ego por nuestro propio bien y el de la gente que nos rodea, y es que la gente ofendida (por trampa de su ego), suele hacer mucho daño a su alrededor. Se trata de agredidos sociales cuyo dolor interior es lo único que pueden sacar cuando conviven con los demás, y pasan por la vida haciendo daño a sus propios hijos, esposo, esposa, y en general a cualquier persona que les rodee por el tiempo suficiente para revelar lo que llevan dentro: dolor, daño por las ofensas que sienten que la vida les ha prodigado. Cada vez que te sientes ofendido, estás a merced de tu ego.

Con el tiempo, cuando llegó la luz a mi vida, una de mis historias favoritas fue la de Carlos Castaneda relatada en su libro El poder del silencio, en el que relata un diálogo con su maestro espiritual, el nagual don Juan. Esta historia impactó en mi vida que la incluí en mi filosofía personal, reconociendo el poder de la identidad en las personas. Es una historia donde Carlos Castaneda, tras haber sido perseguido durante varios días por un jaguar en las montañas, y estar convencido de que ese jaguar iba a desgarrarlo miembro a miembro y comérselo, por fin consiguió escapar de la amenazante fiera. Durante tres días había vivido con el miedo de que iba a ser destrozado y devorado por el jaguar. Cuando su maestro le preguntó por esta experiencia, Castaneda respondió:

Lo que quedó en conciencia fue que un león de las montañas -puesto que no podía aceptar la idea de un jaguar- nos había perseguido montaña arriba, y que don Juan me preguntó si me había sentido ofendido porque pudiera arremeter contra mí aquel gran gato. Yo le dije que era absurdo que pudiera ‘sentirme ofendido, y él me respondió que debía sentirme igual respecto a las arremetidas de mis congéneres humanos. Debía protegerme o apartarme de su camino, pero sin la sensación de ser tratado de un modo moralmente incorrecto.

Esto me llevó mucho tiempo comprenderlo y otro tanto aceptarlo. Hoy, luego de años, sé perfectamente la enorme verdad que hay en el consejo de don Juan. El jaguar que nunca actuó de mala fe, simplemente actuaba obedeciendo a su naturaleza. Por ello es imposible ofenderse ante el natural comportamiento de la bestia.  La bestia hacía lo que sabe hacer, nada más. Y hoy he descubierto que muchos humanos que «nos ofenden» tan sólo hacen lo que saben hacer. No tienen el conocimiento del respeto, de la dignidad, de la gratitud, y demás virtudes propias de la espiritualidad del ser. Hasta entonces comprendí el postulado de Aristóteles cuando dijo: «En el mundo no hay tanta maldad, lo que hay es ignorancia”.

Cuando sientes que una persona te ofende, no te ofende a ti, a tu verdadero yo,

sino que ofende a la idea que tú tienes de ti, o sea, a tu ego. Con cierto dolor en mi pasado, aprendí que establecer reglas de cómo debe ser tratado uno es la manera más eficiente de garantizar ser ofendido con mucha frecuencia.  Pero, entonces, ¿qué hacer cuando alguien nos ofende? La peor opción sería tratar de convencerlo para que no lo haga. Esto, en mi experiencia, casi no funciona. Por supuesto que recomiendo intentarlo, eso es conferir el divino privilegio que todos tenemos de la posibilidad de cambiar. Pero he aquí algo contundente: si luego de intentar una y otra vez, se nos sigue haciendo daño, las recomendaciones de don Juan son certeras: protégete o apártate de su camino.

Al paso de los años, en que con toda intención he deseado vivir con mayor paz y armonía y haciendo algo para lograrlo, descubrí que al refrenar mi ego, al ir más allá de él, de inmediato vi disminuidas las arremetidas que otras personas pensé me procuraban. El cambio no estuvo en la gente, sino en mí. Me queda claro. Cuando vives así, surge una motivación por hacer un mundo mejor, donde la ofensa no existe, sino sólo la ignorancia. Todo este material está lleno de ideas y conceptos de la vida real que te ayudarán a liberarte de tu ego. Trata de ver a tus semejantes como lo que son, en lugar de verlos como crees que debieran ser. Cuánto dolor se puede uno ahorrar al saber esto. La gente es tal cual es. Si esa forma de ser te agrada, adelante, si no, no proyectes una ilusión donde nunca se hará realidad. Dicho de otra manera, hay maderas que no agarran ningún barniz.

En materia de liderazgo, el famoso efecto «Pigmalión» no es infalible. Si eres líder, esta reflexión te será de enorme utilidad. Esto último es de lo más reciente que he aprendido en mi vida. Me costó mucho trabajo, pero cuando se aclaró el panorama y alcancé a ver a la gente tal cual es, y no como yo creí que debería ser, las frustraciones y las ofensas desaparecieron de inmediato, literalmente se esfuman. Así, el camino de tu búsqueda espiritual queda más despejado.

En el idealismo -característico de mi persona- siempre albergo la idea de poder ayudar a que alguien cambie para su propio bien y el de la humanidad entera. Se vale. Pero hoy ya no lo hago con el liderazgo enfocado en mi ego por ser el héroe que genera el cambio, sino que hoy invito al cambio desde mi perspectiva espiritual, un liderazgo totalmente distinto al que se me enseñó hace años. Yo invito al cambio, pero la determinación de aceptar esta invitación es un inamovible privilegio exclusivo de la otra persona. Quizá por esto escribo libros. Me siento tremendamente bien escribiendo mis propuestas. Pero ya no me impongo; sólo tú, al buscar, adquirir y leer este libro haces de mis propuestas una opción más que puedes tomar. Yo ni me entero si me haces caso o no. Es tu vida. Tan respetable y amorosa como la mía o la de cualquier otra persona. Esto es liberarse del ego. Cualquiera de nosotros lo puede hacer.

5ª. Trampa. El ego es cobarde porque no le gusta perder.

La quinta trampa del ego que te detiene en tu búsqueda de la luz, es que el ego es un cobarde. Recuerda que el ego siempre te hace sentir separado de Dios. Incluso lo hace con argumentos como la culpa y la vergüenza. Cuando haces algo que crees que está mal y lo sabes, hay temor de voltear a ver el rostro de Dios, por las creencias que nos inculcaron desde pequeños. Si tan sólo supieras que tú mismo eres Dios, no habría forma de temerle. Pero tu ego se acobarda al hacerte creer que tú estás aquí y Él allá. Uno fuera del otro. La imagen de «padre» favorece esta errónea creencia de separación. Yo hijo aquí, tu Padre allá. Esto no es cierto. Estamos todos dentro de Él. La ilusión de separación ha sido una trampa del ego que ya te he explicado y ahora observa esta otra consecuencia de la trampa.

Aquí te quiero mostrar una bella analogía: así como la oscuridad desaparece ipso facto al prender la luz, del mismo modo el miedo de tu ego desaparece al ir al Iado de la luz donde tu espíritu te hace darte cuenta de que en esencia tu ser está constantemente bañado de amor y aceptación con gran gozo. Algún día lo descubrirás por cuenta propia. El hallazgo es hermoso. Estando del lado de la luz, no hay temor.

Sincronísticamente, mientras me encontraba escribiendo en mi silencioso y exquisito santuario en un domingo, sonó mi teléfono celular. Era un amigo que afligido me quería compartir sus decepciones con quien él identifica la mujer de su vida. Mi amigo está verdaderamente enamorado, ella todavía no. Eso lo alcanzo a ver yo. Me comentó que muere de ganas por hablarle, pero que el día anterior ella le propuso dejarse de hablar para pensar si la relación era adecuada o no. Mi amigo con el puro planteamiento empezó a sufrir, pero la respetó en su opinión, no le hablaba. Durante media hora (muy larga media hora cuando uno está escribiendo), me comentó todos los argumentos que lo orillaban a no hablar con ella aunque lo deseara, me los explicó a mí para que los escuchara él mismo. Esto lo sé como terapeuta. Al final me pidió mi recomendación y le dije: «Háblale ahora mismo y dile cuánto la quieres».

Mi amigo se quedó callado del otro lado de la línea, como si hubiera hablado con un tonto que no entendió los poderosos argumentos que explicó para no hablarle. Luego de alargarse un poco más el silencio, interrumpí diciéndole: «Tu ego tiene miedo de hablarle porque la idea de rechazo no le gusta nada». «Mi ego nada tiene que ver en esto» -me dijo. «Eso crees. Pero te quiero hacer una pregunta: si tuvieras la certeza de que te vas a morir el próximo jueves, ¿le hablarías ahora mismo?» «¡Por supuesto!» -afirmó-o «Entonces debido a que no tenemos la certeza de que vivas o mueras, yo te recomiendo que le hables y obedezcas lo que te dicta tu corazón, que es la vía de comunicación más directa de tu espíritu». Mi amigo dudó en silencio un rato. Y o alcanzaba a percibir perfectamente el debate entre lo que quería hacer y lo que tenía que hacer. El universalmente conocido duelo entre mente y corazón. En ese momento recordé un pasaje de la historia de San Francisco de Asís cuando dice: » … La mente siempre se cuestiona, pondera, valora; el corazón nunca se cuestiona, no pondera, no valora. La mente cree; el corazón sabe. La mente es el abogado del diablo … «

Esta última metáfora me encanta al ser tan sugestiva. En fin, luego de un rato, mi amigo me dijo: «Está bien, le voy a hablar». «Recuerda que yo sólo te sugerí y la decisión la estás tomando tú. Yo tan sólo sugiero. Sugiero que sigas a tu corazón». Mi amigo me colgó para hablarle. Luego de media hora me volvió a hablar: «Se hundió el barco» -me dijo- «¿Qué?» -le respondí- Sobre todo por su metáfora tan «motivante». «Sí, no quiso salir a comer conmigo y prefirió quedarse en su casa». «Oh, veo. Aunque te recomendaría que mejor dijeras no que se hundió el barco, sino que el barco sigue amarrado al muelle y tú con ganas de navegar. No se ha hundido nada amigo.» Siempre he creído en la tremenda fuerza que las metáforas que usa más imprimen en nuestra vida emocional. Yo seguiré tratando de ayudar.

Me hubiera gustado que esta historia tuviera un final feliz, pero tuvo un final adecuado por lo menos hasta el momento. ¿Por qué pienso así? Pues porque mi amigo siguió sin salir con ella, tal como estaba planeado, pero la gran diferencia, la enorme diferencia, es que, aunque siga sin salir con ella aún, mi amigo dominó a su ego e hizo a un lado el temor al rechazo. Mi amigo creció, aunque todavía él no lo alcance a ver así. Estoy orgulloso de él. Quizá se sienta «ponchado» en su juego, pero por lo menos lo intentó tres veces al bat, aunque fueran strikes.

Hay gente que se poncha sin intentar ningún strike y prefiere quedarse sentado en la banca. Ahí el ego gana. Pero hoy, el espíritu de mi amigo hizo su aparición. Insisto, estoy orgulloso de él. Si amas a alguien, díselo. Y que no te importe la respuesta de regreso. Cuando das algo a alguien, ¿qué das? ¿Un regalo o un anzuelo? El espíritu da siempre un regalo y se regocija por el simple hecho de dado y ya. El ego da siempre un anzuelo y se frustra si la presa no pica la carnada. Esto lo he aprendido en carne propia.

6ª. Trampa. El ego crece al consumir.

La sexta trampa del ego que te puede hacer caer e inmovilizarte para avanzar en tu búsqueda espiritual es el consumo. El ego crece al consumir. Tu falsa idea de tu yo, tu ego, siempre te hará pensar que si tienes más, te sentirás mejor y con la paz de haberlo conseguido. Tu ego siempre te impulsará a obtener los signos externos de valor y se siente amenazado con la idea de que puedas obtener paz desde tu interior. Incluso ésa será la razón por la que muchos dejarán este libro. Lo sé. Pero lo escribo con mi corazón para aquellos que lo terminarán y lo recomendarán por amor a quienes verdaderamente amen, a quienes quieran que despierten de la ilusión.

Recuerda que desde apartados iníciales de este tema te dije que mirar en la dirección equivocada era mirar hacia el exterior. Y ésta es la trampa que el ego nos tiende todos los días. Incluso hay libros enteros y seminarios que te enseñan cómo dar una apariencia exterior de éxito. Esto es innecesario cuando descubres en tu interior el verdadero éxito en la vida. Pero ya ves, se venden por la precaria evolución de la sociedad en general, a quien nunca se le ha enseñado que hay una perspectiva interior millones de veces más rica y pura, donde radica la verdadera paz.

Mirar hacia el lado exterior a través del consumo es un vano intento por hallar la paz. Tu ego siempre intentará persuadirte de que adquiriendo talo cual producto encontrarás la satisfacción que anhelas. El ego te ha impulsado a lo largo de los años a dirigir tu vida hacia el exterior y se regocija cuando centras toda tu energía en las adquisiciones. Hoy me he alcanzado a dar cuenta de esta trampa y me ha impresionado cuando observo el daño que me hizo. En más de una ocasión, frente a una adquisición, en mi intimidad y sin decÍrselo a nadie, me llegué a decir: » … estaba mejor antes, sin esto».

Para colmo, cuando se sucede un momento de ansiedad de ese tipo, irónicamente muchas personas tratan de eliminada ¡mediante más adquisiciones! En fin, este círculo vicioso en donde el ego de muchas personas les hace caer, es una de las más poderosas estrategias para alejar tu corazón del verdadero amor y paz que todos buscamos en nuestra evolución espiritual. Y el sistema es perfecto, porque mientras más te alejes del verdadero éxito en la vida, donde reinan el amor y la paz verdaderos, el ego se mantiene intacto y con más fuerza para seguir. Es imperativo que recuperes el poder de tu corazón para superar las trampas del ego.

En mi caso, llegó el momento de mi despertar cuando comprendí de una vez por todas que el camino hacia la paz no es objeto de consumo. No puedes comprar amor, aunque muchas personas estén a la venta. Como te lo comenté en el capítulo 287, no hay paz en la enfermedad «3M», donde uno cree que Mucho y Más es Mejor. Esa enfermedad sólo conduce a una lucha interminable carente de sentido.

Tu ego se sentirá amenazado cuando llegues a darle un sentido a tu vida mediante el verdadero éxito que va más allá del mundo exterior. Cuando dejes de perseguir en el exterior lo que sólo se obtiene gratuitamente desde tu interior encontrarás un gran sentido en tu vida y sentirás cómo te sumerges en una verdadera dicha. Tu ego habrá sido domado en esta trampa.

7ª. Trampa. El ego está loco.

La séptima trampa que nos pone el ego es mediante las consecuencias de que está loco. De mi eminente maestro Dyer, aprendí su definición de locura y él dice que una persona loca es quien se cree lo que no es y actúa en el mundo según esa creencia. En todos mis estudios de la psicología humana, nunca había encontrado una definición tan sencilla y tan contundente a la vez, de locura. Y eso es precisamente lo que cree el ego, y a todas horas intenta que tú lo creas también.

Al igual que mi maestro, estoy convencido de que el ego está loco porque le teme a la muerte. Podríamos decir que el ego tiene la delirante idea de que puede morir cuando tú conozcas tu verdadero yo. A medida que esta locura del ego se apodera de tu vida, te llegas a identificar con la idea de tu yo falso para mantenerlo vivo.

Esta trampa del ego, viene claramente indicada en d libro Un Curso de Milagros cuando acota: «Éste es un mundo demente, y no subestimes la extensión de dicha locura. No existe aspecto alguno de tu percepción que no esté afectado». La locura del ego es la que engendra la idea de que lo que ves es lo único que existe, su locura genera tu percepción de sentirte aislado, su locura te convence de que eres alguien «especial», su locura hace que te ofendas muy fácil y rápidamente hasta por lo más mínimo, su locura engendra tus temores, su locura te hace pensar que puedes encontrar la paz consumiendo y comprando cada vez más.

El teólogo y paleontólogo francés, Teilhard de Chardin, escribió: «Somos uno solo, al fin y al cabo, tu y yo; juntos sufrimos, juntos existimos, y eternamente nos regocijaremos el uno con el otro”. Esto es cordura: saber que todos somos uno en Dios. Cuando sepas esto, tu verdadero conocimiento de Dios, esto no te hará superior a nadie, pero te aportará un sentido más rico y profundo a tu vida. Los que no han visto su luz interior siguen siendo parte de nosotros, son nosotros, en diferentes momentos de nuestra misma manifestación.

Ahora que te he explicado lo que he llegado a conocer como las siete trampas del ego, estás preparado para ir más allá de él. Recuerdo que hace muchos años un maestro que conocí de tiro al blanco, me dijo: «Nunca podrás dar en el blanco que no veas». Una verdad que podría callarse por lógicamente sabida. Pero no. V ale la pena nombrarla, para comprender que, analógicamente, nunca podremos franquear una trampa de la que no se nos advirtió. Ésa fue mi intención aquí. Advertirte de lo mismo que se me ha advertido a mí, y que me sirvió para emprender el camino de mi búsqueda espiritual con más seguridad. Así fue como empecé a darme cuenta de las siete maneras para pasar del lado oscuro a la luz. Mi primer hallazgo consistió en pasar …

DE LA NECESIDAD DE GANAR A LA PAZ

Lo que tu ego necesita es demostrar que ha ganado, siempre busca ganar. Lo que tu espíritu busca es paz. Así de simple, y tremenda es la diferencia, tal como la que hay entre la oscuridad y la luz.

Todo el tiempo estás eligiendo, todo el tiempo eliges con qué identificarte, con tu ego o con tu espíritu. Y una forma muy adecuada de saberlo es: si tus elecciones te generan ansiedad y agitación o una sensación de armonía y paz. La opción que genera ansiedad o agitación generalmente está basada en la idea que tienes de ti mismo, mientras que la que genera paz es la basada en lo que tú yo espiritual te ofrece. «Si la opción que tomas te aporta una sensación de paz, entonces estás bajo la guía de tu yo espiritual».

Siempre pregúntate: «¿Esto me va a traer paz o ansiedad?» Siempre que te des cuenta de la respuesta podrás ir caminando más seguro. Por ejemplo, cada vez 1ue yo tengo que ir a algún lado a visitar a alguien, me pregunto si el encuentro me traerá paz o agitación. Si siento paz con sólo imaginarlo, voy. Si siento ansiedad o una leve molestia en mi interior, simplemente no visito a esa persona. Así de sencillo y así de fructificante a la vez. Te puedo jurar que este parámetro de decisión ha sido uno de los más poderosos (para el bien) que he podido encontrar en mi vida. Eligiendo de esta manera, cada encuentro que tengo con alguien, me hace sentir extremadamente bien; y cuando decido permanecer sin visitar a ese alguien, también me hace sentir extraordinariamente bien. Esto es vivir del lado de la luz.

Otro ejemplo tremendamente útil es a la hora de comprar. En esta etapa de mi vida me he percatado de que no basta tener el dinero para comprar algo, sino que es muy conveniente además saber si es adecuado comprarlo o no. Hoy en día, cada vez que tengo ganas de comprar algo, me atrapo sabiendo que el que quiere comprar es mi ego; recuerda que, como ya te lo he explicado, el ego crece con las adquisiciones. Sin embargo, en esta vida terrenal, requerimos de la compra de ciertas cosas. Hoy, siempre que estoy frente a algún producto o servicio, en el instante en que lo tengo en mis manos o en el momento en que debo firmar algún contrato de servicios, ahí mismo me pregunto: «¿Esto me traerá paz o ansiedad?» Nunca falla el sentimiento. Nunca. Lo tengo comprobado porque cada vez que mi interior me respondía «Ansiedad», y aún así lo compraba, no tardaba mucho en corroborar dolorosamente que en efecto tenía ansiedad o desesperación por haber comprado ese algo unos minutos después.

No importa si se tiene el dinero en abundancia o de sobra para la compra de ese algo. La ansiedad siempre hace su aparición cuando quien lo eligió fue el ego. En cambio, cuando al comprar algo siento paz, nunca falla que ese algo era efectivamente útil para continuar con determinada misión. Hay alegría en esta compra. Sin duda, hoy compro mucho menos -en verdad mucho menos- que hace unos años, y se siente uno tan bien, pero tan bien, que esta sensación es altamente recomendable.

Tu ego quiere que siempre estés en angustia y para ello siempre te invita a que sientas la necesidad de ganar. Quien necesita ganar vive en un estado permanente de angustia y ansiedad, y esta forma es de las más eficientes para alejarte de tu yo espiritual, de Dios. Quizás aquí me quieras rebatir el punto preguntándome si acaso está mal ganar. Y entonces te diría que no. No. Lo que está mal es tener la necesidad, cuestión que es muy distinta. Mira, sorpréndete con esto: hay gente que gana -y por mucho con respecto a su más cercano contrincante- y nunca se da cuenta de que ganó, eso es algo que le tiene sin cuidado. Me consta. Esto es el colmo de no tener ninguna necesidad de ganar, y en este tipo del verdadero éxito en la vida, donde la gente gana y ni se da cuenta, es cuando su espíritu lo guía. Otra de las ironías que he encontrado en esta vida es precisamente ésa, que cuando alguien es inmensamente feliz viviendo en paz haciendo lo que hace, siempre gana si se le comparara con otros que hacen lo mismo que él. Pero a él ni le interesa, ni se da cuenta, ni dedica tiempo a pensar en cómo ganar, ni busca estrategias para triunfar, ni nada por el estilo. Esta persona que ha optado por su yo espiritual, simplemente gana sin darse cuenta. No le interesa ganar, le interesa estar en paz y feliz mientras hace lo que hace. Y te repito, aquí irónicamente se gana y por mucho.

En mi carrera como conferenciante, fui muchas veces tentado por el ego queriendo (al grado de necesidad) ser el mejor. Incluso hace muchos años llegué a dictar mis conferencias en un colegio donde los alumnos calificaban al conferenciante y de ello dependía el monto del pago por la conferencia. Recuerdo perfectamente bien y como una hermosa experiencia de mi vida la primera vez que di clase en esa institución a mis 23 años de edad aproximadamente. Una semana después de haber dictado mi conferencia en la que dejé mi alma en ella, recibí una llamada a mi oficina donde la encargada me felicitaba por haber obtenido un diez de calificación cerrado. Me felicitó exhaustivamente y yo no lograba entender a qué se refería. Hasta ese momento supe que lo calificaban a uno. Nunca lo supe antes. No tenía ni la más remota idea de que iba a ser evaluada mi participación. Y no fue sino hasta que le pregunté a que se refería que me lo explicó.

Cada alumno calificaba cinco parámetros de la exposición y el promedio se obtenía al sumar cada parámetro por alumno para luego hacer otro promedio por cada alumno de todos los que participaron en mi conferencia. Eran muchas, en verdad muchas, las posibilidades de que alguien pusiera tan sólo un nueve en uno de los parámetros y con ello e promedio final fuera cualquiera inferior a un diez perfecto. Incluso, meses después me enteré que el mejo conferenciante considerado ahí nunca había sacado Un diez perfecto, su máxima calificación había sido 9.9 Era el líder de esa institución y por supuesto luego di mi calificación y prestigio ahí ganado, ya no me invita ron a dictar conferencias en su colegio.

El ego nunca quiere perder. Yo, en todo el tiempo que colaboré ahí nunca revisé ninguna de las calificaciones que me asignaban. Nunca. Incluso, cuando alguna de las encargadas me llamaba para ir a revisar mi historial de evaluación no asistía. Yo tan sólo era inmensamente feliz hablando y enseñando lo que más me gustaba como mi materia en un colegio tan bonito. Al mismo tiempo, alcancé a ver a maestros que revisaban y revisaban sus calificaciones tratando de demostrar que quizás hubiera algún error. Te puedo garantizar que la diferencia en la alegría que esto generaba era enorme. Hoy y desde aquella vez, ya nunca compito. No me interesa. No compito en ningún ámbito de mi vida. La paz que he llegado a sentir, no la cambio por nada. Tan sólo me interesa dar lo mejor de mí cada vez que Dios me pone en su camino y eso es todo lo que queda en mi intención. Las calificaciones tal vez sigan siendo muy útiles para otros, yo ya no les alcanzo a ver mucho sentido.

Reemplazar la necesidad de ganar y su ansiedad por la paz interior, es reemplazar tu identidad con el ego por la de tu espíritu. El cambio de identidad es de hermosas consecuencias. Aquí quiero repetirte algo: te sugiero que no necesites ganar, sólo gana sin darte cuenta permitiendo que el triunfo suceda solo. No persigas el triunfo, más bien deja que éste llegue a ti. Para logrado no debes hacer nada en su búsqueda. Sucede solo. Luego de 15 años de vivido, siento la autoridad para decÍrtelo aquí con el corazón en mi mano. Quizás aquí aplique esta frase: «No busques, encuentra». A estas alturas podrás deducir que es distinto.

Uno de los más gratos recuerdos de mis primeros años en la universidad es por un maestro que me impresionó en aquella época, el Doctor Mario Vergara, la materia que impartía era «Psicosociología del mexicano». Recuerdo perfectamente una de sus clases  que más me dejaron impresionado para toda mi vida, incluso ahora mismo viene muy vívido a mi mente, casi como si estuviera volviéndolo a escuchar en este momento, fue uno donde dijo con todo el impacto de sus elocuentes palabras:

» … El corazón humano, al ser tan humano, siempre busca más y más, y más, es insaciable. Los deseos del corazón de un humano son tan grandes y ambiciosos que se encierra en una tonta búsqueda sin fin, en el mundo material; ahí, por más que se acumule, por más que se logre, por más que se gane, siempre habrá más, y más que se pueda desear. Así funciona la garantía para frustrar cualquier corazón humano que busca su satisfacción en los bienes materiales o éxitos terrenales. Nunca podrá estar en paz y tranquilo porque siempre hay más que lograr o ganar. Si el corazón humano es infinito en sus deseos, entonces lo único que lo puede saciar es precisamente lo que es Infinito. Y ésta es la razón por la cual sólo y exclusivamente cuando permitimos que Dios entre a nuestro corazón, es cuando éste se sacia en verdad y encuentra la paz”.

Nunca olvidé esas palabras. Nunca. Se prendieron de mi corazón y de mi alma como pocas piezas de oratoria lo han logrado y hoy me doy cuenta que desde hace 20 años se quedaron en mí para poderlas compartir en este taller de autoestima y comprender aún más la enorme diferencia entre ego y espíritu. Entre la oscuridad y la luz.

Continúa en el capítulo 291