Curso de autoestima 101

Curso de autoestima 101

101. Tu cuerpo, vida y La Ley de Atracción

Autoestima 101 – Tu cuerpo vida y la ley de atracción – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

Quien conoce a los demás posee inteligencia; quien se conoce a si mismo posee clarividencia.

 Quien vence a los demás posee fuerza; quien se vence a si mismo es fuerte.
-Lao zi

Espero haber dejado muy claro, a estas alturas, que no camino sobre el agua, que no tengo dinero a manos lle­nas, ni poseo media docena de villas de descanso con vista al mar Caribe, a las que huyo en uno de mis cuatro Lamborghinis, cuando me canso de mis propiedades llenas de sirvientes.

¿Ha cambiado mi vida desde que aprendí a dirigir mi flujo de energía? ¡Completamente! Por supuesto que todavía ten­go una gran cantidad de viejas creencias que hacen que mis tambaleante balanza se incline hacia un enfoque negativo, sentimientos negativos, una válvula cerrada y malos estados de ánimo…, hasta que los descubro y les doy la vuelta. Algunas veces el proceso es rápido y electrizante; en otras ocasio­nes es tan lento, que parece que pasa una vida entera antes de que logre hablar conmigo misma lo suficiente como para salir de algo que me deprime.

Hay, sin embargo, un área de mi reciente fluido vital de energía que mejoro extraordinariamente aplicando los principios de la Ley de Atracción que me ha proporcionado un placer mayor que la libertad del dinero, o las otras mejoras de mi bienestar, y que es mi cuerpo. Antes de conocer todo lo expuesto en estos capítulos, me encontraba en mi peor etapa de sentirme víctima, tenía la espalda terri­blemente mal. Algunas veces no podía levantarme de la cama en toda una semana. Otras ocasiones los espasmos que me daban eran tan intensamente dolorosos, que lanzaba gritos que se podían escuchar en el Estado vecino. Aunque lograba meterme en el auto y llegar de algún modo al trabajo, pasaba el día de pie, o arrodillada ante mi escritorio, porque sentar­me resultaba demasiado doloroso.

Tan pronto como empecé a tener bajo control ese desas­tre, mediante una estricta rutina de ejercicios, me lancé a visitar a innumerables doctores para averiguar por qué mi corazón bailaba la rumba todo el día, en lugar de bailar un tranquilo vals. Un doctor, especialista en medicina, holística, finalmente me diagnosticó un severo caso de hipoglucemia (bajo conte­nido de azúcar en la sangre) «probablemente producido por estrés». Un diagnóstico ligeramente limitado en comparación con la verdad.

No me encontraba en buena condición física, emocional, mental, ni espiritual. Nada estaba funcionando excepto el hecho de que me mantenía sobria, no podía encontrar direc­ción espiritual, aunque en ello me fuera la vida. Y eso era lo que casi me estaba matando. Estaba en serios problemas.

Después, eran mis articulaciones las que no querían moverse; tenía exceso de peso, falta de energía, mala vista, mala denta­dura y mi cabello me estaba diciendo adiós; todas eran señales de…, ¿de qué? ¿Del envejecimiento normal? No, todo eran sig­nos seguros de una vida que se estaba viviendo con una válvu­la mucho más cerrada que abierta, que estaba más desconectada que conectada a mi Fuente de energía; una vida que proyectaba mucho más vibraciones negativas que positivas, aunque, no obstante, también eran señales de envejecimiento.

Pero, ¿por qué me había cerrado de ese modo? ¿De dónde venía toda esa negatividad que se había vuelto tan destruc­tiva para mi cuerpo? Yo no era un ogro odioso, ni una persona cruel y malvada que llevaba mi negatividad pegada a mí. En realidad, había crecido en un ambiente común de una familia disfuncional de clase media alta. Había hecho todas las cosas correctas, había ido a los colegios correctos, había usado la ropa correcta, había tenido los empleos correctos y vivido en los lugares correctos, todo ello con infalible actitud agrada­ble y las sonrisas oportunas en mi rostro. Sin embargo, ese tono básico de negatividad «normal» era mi compañero cons­tante y cuanto más pasaban los años, más florecía.

¿Algunas veces me había divertido? ¿Algunas veces había sido feliz? ¡Nunca!, ni en un millón de años; sin embargo, no me hubiera considerado una persona negativa, como tampoco lo hacían mis amigos. Por el contrario, me consideraban como la personificación misma del optimismo y la alegría. Y sin em­bargo, siempre estaba preocupada por todo. Con una sonrisa forzada en el rostro y una palabra amable siempre en mis la­bios, mi enfoque constante era en las carencias, tanto en las propias como en las ajenas. Al igual que sucedía con todas las personas que conocía.

Ahora, después de varios años de tra­bajar con la Ley de la Atracción, nunca me he visto mejor, me he sentido mejor, me he movido mejor o he estado mejor. Ni siquiera cuando era adolescente tenía esta fortaleza, y ten­dría yo que retroceder hasta otra vida, en la que no estoy se­gura de querer hurgar, para encontrar este tipo de pasión por la existencia y por vivir.

El temor rara vez visita mi mundo. Ni siquiera lo hacen la preocupación y la angustia. El dinero llega fácilmente la mayor parte del tiempo. (¿Pensaste que yo era una profesional en esto? ¡Debes estar bromeando!). Las nuevas ideas abundan. El trabajo se realiza con alegría y facilidad. Estoy haciendo lo que quiero hacer, cuando quiero hacerlo…, en su mayor par­te. Los ataques de enfoque negativo son breves o duran el tiempo que quiero tenerlos. Una sucesión continua de días extraor­dinariamente felices ha sido diseñada por mí. Y ¿qué se deri­va de todo esto? ¡Ah, mi asombrosa buena salud!

Nuestra decisiva línea de la vida

En estos tiempos, casi todo el mundo sabe que el estado de salud física está íntimamente relacionado con el estado de salud mental. ¡Hasta los médicos empiezan a  afirmarlo! Los científicos someten a ratones a un exceso de estrés y después observan cómo, se desarrollan en ellos células cancerosas. Privan a un chim­pancé bebé del pecho de su madre y observan cómo su cuerpo genera diabetes. Toda la comunidad científica/médica sabe perfectamente que hay algún tipo de unión entre la mente y el cuerpo, sólo que no están seguros de cuál es…, todavía. Y vaya que se van a llevar una sorpresa cuando descubran que no es otra cosa más que nuestra propia energía.

La enfermedad, en cualquiera de sus formas, no es más que nuestra energía negativa que sofoca buena parte de nuestro flujo de vida -esas altas frecuencias que son nuestro estado natural lo cual se convierte en daño celular. Las culturas orientales afirman que los desbalanceos de energía (el Ky) son la causa de la mayoría de las enfermedades, siendo provocado este desbalanceo por nosotros mismos por nuestros estilos de pensar, sentir  y de vivir.

¡Oh!, por supuesto, siempre estamos unidos energéticamen­te, cuando menos por un hilo, a esa fuerza de vida, o no esta­ríamos ya aquí. Pero una cuerda muy tensa (válvula cerrada) y otra válvula abierta que nos hace sentir bien porque permite que la energía de la fuerza vital fluya libremente a través de nosotros, son dos cosas muy diferentes. Una mantiene al cuer­po hambriento de su natural fuerza vital y de la energía que da vida, mientras que la otra lo alimenta. Se deduce, entonces, que si se mantiene un estado de vibración más alto que el usual, y de forma regular, la enfermedad simplemente no se puede presentar ni se puede mantener. Sería imposible.

Después de todo, el cuerpo no está separado del universo, así que cuando tenemos un pensamiento, las vibraciones co­rren por todo el cuerpo, al igual que por todo lo demás. Esto lo afirma Deepak Chopra quién afirma que el cerebro no es la única parte del cuerpo que guarda información, cada una de nuestras celular sabe cómo nos sentimos, que nos sucede y han aprendió a cómo reaccionar a eventos externos. Si esas vibraciones están en armonía con la programación intrínse­ca de tu cuerpo, que incluye el bienestar (la válvula abierta de «sentirte bien»), entonces las células sobreviven.

Pero si estamos produciendo energía negativa, las células no pueden permanecer lo suficientemente fuertes como para realizar su trabajo. Todo lo que tienen para nutrirse son los alimentos físicos que ingerimos, yeso no es suficiente para man­tenerlas funcionando. Sin la fuerza vital de la energía de alta frecuencia que necesitan para sobrevivir, en el curso del tiem­po se debilitarán y morirán antes de tiempo, porque ya no po­drán renovarse normalmente, ni sostener una vida saludable.

La enfermedad existe sólo por una razón: alguien ha emi­tido más energía de baja frecuencia que de alta. Lo cual, des­de luego, es la razón de que exista tanta enfermedad. Busca a una persona que generalmente sea feliz, que continuamente esté motivando un estado de ánimo elevado y liberándose de emociones negativas, y encontrarás a una persona saludable. ¡Siempre! La gente que está enferma se ha aislado de algún modo de su línea de la vida. Esto puede no resultar muy evidente al exterior, pero de una manera u otra, han cerrado su válvula a la fuente de energía, mediante la preocupación, la culpabilidad o cualquier otra cosa.

La gente enferma está mal informada, como todos noso­tros. Pueden ser ciudadanos devotamente religiosos, hones­tos y valiosos, pueden ser amigos queridos y dignos de confianza, pero si no están permitiendo que fluya suficiente cantidad de su propia energía positiva hacia sus vidas, no están dando paso a la vida. De hecho, sin excepción, la enfermedad es el recha­zo de esa energía más elevada y la manifestación final de una emoción negativa interminable de uno mismo.

Si estás enfermo

Si actualmente padeces una enfermedad, entonces yo te re­comendaría que sigas con tu doctor, que continúes con tu tra­tamiento, y con todo lo que indica tu programa de recuperación, ya que hay una manifestación de enfermedad en el plano físico que hay que curar también en el plano físico. Las tarea pendiente ya que, sin duda alguna, ahí comenzó tu enfermedad, es donde están tus creencias. Pero no tiene sentido revolver las aguas hasta que nuevas creencias y nuevos cambios de vibración se encuentren ocupando con fuerza su lugar.

Por siglos nos hemos aferrado a la doctrina de que causa y origen de TODO esta fuera de nosotros, para que se entienda claro todo es que pensamos que la oportunidades, la riqueza, la felicidad, el amor, ganar dinero, bueno hasta Dios esta fuera, esta estructura de pensamiento de estar enfocados hacia el exterior, es la causa de tan pobre valoración nuestra como seres humanos, carentes del poder para cambiar lo que vivimos en el exterior, dependientes sólo de algo que está fuera de nosotros mismos puede mejorarnos, así que hasta que aprendamos a sobreponernos a esta arcaica y tonta creencia limitante, no sólo mejorará nuestra autoestima, sino que encontremos la conexión a nuestro guía interior a Dios dentro de ti. Esto por si sólo desde luego que provoca transformaciones en la vida de cualquiera que lo acepte. La ley de atracción es parte de este mecanismo que no tiene que ver con religión, sino con la energía con la que funciona tan perfectamente el Universo, y Tú eres parte de él, si no lo sabes en tu cuerpo hay polvo de estrellas, ¡eres parte de esta mágica creación¡ No estas aquí por casualidad, ni para sufrir, sí crees eso adelante, nada lo impide que lo logres, pero si estas leyendo este material es porque algo dentro de ti te ha atraído a leer esto, evita pensar en la suerte la coincidencia, somos seres creadores reflexivos y este material pretende que entendamos cómo usarlo.

Regresando específicamente al tema de salud nuestra vieja forma de pensar en exteriores, te indica que vayas a buscar asistencia médica, y después que una medicina te cure; esto puede ofrecer posiblemente una cierta medida de recuperación. Esa recuperación puede ser mínima o inestable, en el mejor de los casos, porque si los pensamientos y el flujo de energía no cambian, la enfermedad original, o algo peor, regresará. Le doy gracias a Dios de ser testigo de recuperaciones de personas que yo he visto que trascendieron a los más pesimistas diagnósticos médicos, ó dejar de usar lentes por propia voluntad después de 30 años de usarlos, me consta. Si quieres ahondar en el tema te recomiendo “Curación Cuántica de Deepak Chopra, ó “Mente sin tiempo, cuerpos sin edad” del mismo autor y también el celebre libro de Louise H. Hay “Tu puedes cambiar tu vida”. Pero por ahora, sigue con tu doctor.

Grábatelo por favor. No nacimos para enfermarnos no se infelices, esto es otra vieja creencia limitante; estamos diseñados para vivir 106 años en condiciones de funcionalidad aceptables, envejeciendo 1% a partir de los 30 años como lo expone Deepak Chopra. Pero las estadísticas demuestran que el mayor número de infartos ocurre entre los 50 y 54 años ¡esto es media vida del diseño! Ni siquiera es en las etapas altas de vejez. Ya te imaginaras la respuesta: Algo tiene que ver con la satisfacción y logros de media vida. Es resultado de lo que hemos hecho con nuestra libre decisión de vida y desde luego la baja energía vibracional.

Si durante la primera parte de nuestras vidas hemos vivido como nuestro exterior nos dijo, (familia, escuela, religión, amigos, vecinos, sociedad, etc…) ¿No crees que ahora tenemos la oportunidad conciente y el derecho de vivir como queramos para lograr una vida más plena?. No lo tomes como un dogma de mi parte, pero……. ¿y que tal si la promesa de un cambio interno te trae otra vida?, al menos yo en tú lugar lo intentaría, por que no hay nada que perder, más que cosas viejas y si mucho por ganar, demasiadas. La razón más poderosa de no lograrlo, no es por lo que nos falta saber, sino por nuestras viejas creencias que no podemos dejar.

Sin embargo si estás enfermo, te pido que trates de acep­tar desde de lo más profundo de tu ser que toda enfermedad es reversible. Aunque probablemente no hay tarea más difícil en este mundo que tratar de sentirte con el ánimo elevado cuando estás físicamente mal, no sólo es posible, si no que se ha hecho muchas, muchas veces.

Norman Cousins lo hizo. El un famoso editor de libros americano, que estaba muriendo de cáncer, declaró: «No puedo negar que me estoy yendo», y de­cidió pasar el tiempo riendo constantemente. Sabía instin­tivamente que si lograba revertir las frecuencias en su cuerpo, éste se curaría por sí mismo. Así que, desde su cama de hos­pital, vio sólo películas divertidas, sólo leyó libros graciosos, pidió a sus amigos que le contaran chistes y así se curó solo, completamente, del cáncer que había invadido a su cuerpo. Entonces escribió un libro acerca de ello. Tengo que recono­cérselo. Es un alma comprometida… y un maestro.

La recuperación de Cousins es un ejemplo de primer or­den de lo que estamos hablando aquí: que no son nuestros genes, nuestros hábitos sexuales, ni de la ingesta de carnes malas, ni siquiera de nuestra exposición a la infección, la raíz de nuestra enfermedad. Una persona conectada, que fluye energía de fuerza vital a través de su cuerpo, nunca, jamás, puede ser afectada por esas cosas. Lo que causa la enferme­dad es el cuerpo exánime, el rechazo a la Fuente de la energía vital, tan decisiva para la salud y el bienestar.

Ahora, obviamente, la cosa más espontánea que hacemos cuando nos ataca una enfermedad, sobre todo alguna que con­sideramos grave, es lanzarnos a la acción, correr a un doctor y no apartar en ningún momento nuestro pensamiento de esa condición. Estamos asustados y, desde luego, así es como re­accionamos. Y sin embargo, con nuestro constante enfoque negativo en la enfermedad, nos estamos alejando del ingre­diente más importante de que disponemos para invertir la mala condición: el poder curativo de nuestras frecuencias más elevadas.

Cocinar ligero/cocinar pesado

Ninguna enfermedad o accidente sucede de la noche a la ma­ñana. Si ya se que tu costumbre de ver todo como fortuito ó coincidencia no te permite ver de entrada que las adversidades toman algún tiempo para «cocinarse», usualmente varios años, en los que tu energía, más baja que alta, es sin duda la causa más difícil de asimilar de lo que es­tás viviendo ahora, ¡no existe otra explicación en este mundo para lo que te ocurre!

Si, por ejemplo, has tenido un serio accidente, no sucedió de pronto, ni salió de la nada. Si analizas los años anteriores, ¿podrías decir que tu patrón de pensamiento ha ido siempre hacia las bajas frecuencias: enojo con la familia, circunstan­cias desagradables, deseo doloroso de ser aceptado, temor al fracaso, culpabilidad, preocupación por las finanzas, culpa oculta sobre lo que sea? Tuvo que ser así, o de otra manera no ha­brías tenido el accidente. Ese impulso negativo se construye a lo largo del tiempo hasta que finalmente entras en el torna­do creado por ti mismo, con alguien más que ha afinado su diapasón en la misma forma que tú. Y los dos se atraen, has­ta que chocan.

La energía de baja frecuencia es la causa; el daño al cuerpo -ya sea por accidente o por enfermedad- es la consecuen­cia, lo mismo si se ha estado forjando durante unas cuantas semanas, que durante varias décadas. Y entonces, está el asunto de la intensidad. La gente que conoce de magnetismo lo explica de esta manera: Tiene el mismo efecto un baja intensidad de energía por largo tiempo que una alta en un corto período es simplemente jugar con las dos variables: tiempo e intensidad. Así es que un mal carácter, una inconformidad continua, tibia, una negatividad durante un periodo de años sigue siendo una vibración negativa, que tu cuerpo responde a ella en la misma forma, con un problema benigno, tibio, sin grandes tragedias pero no logras tener el ingreso que desearías, las vacaciones que quieres ó necesitas no las puedes tener ó pagar, el puesto que deseas se lo dan a otra persona, maltrataron tu árbol a la entrada de tu propiedad, etc…. Pero por la misma razón, un gran fluido negativo de tu energía, al paso de los años (o de los meses) un día producirá una grave enfermedad o un acciden­te de tamaño considerable. Pero, sin importar cuál pueda ser el problema físico, sino que es  el resultado de un exceso de vibra­ciones del cuerpo, un resultado que puede deshacerse mucho más rápidamente de lo que se tardó en crearlo.

Engaña al adulto

Para eliminar la enfermedad, una vez más nos inclinamos ha­cia formas ingeniosas de convencer a la mente de que cree las vibraciones más altas que se requieren, para que las células empiecen su proceso de regeneración. Esto no es un cúralo­ todo, nada lo es, porque sólo un cambio total en la energía traerá esa transformación. Ésta es sólo una técnica que puede llegar a hacer maravillas.

Esta estrategia se parece mucho a la de escribir un nuevo libreto; pero con algunos cambios importantes que deben aña­dirse para deshacernos de viejas creencias ya caducas. Vamos a jugar un juego de niños llamado «Pretendamos» y yo te pro­meto que si te entregas a él de corazón y juegas de principio a fin, tu válvula se abrirá. Muy bien; aquí está la primera parte. Pretendamos, primera parte: «Qué tal si… «

Ante todo, pon en tu rostro la sonrisa de listo-para-empe­zar; de ahí, debes pasar a tu sonrisa gentil interna. Una vez que hayas logrado eso, trata de llegar a la parte de ti que si­gue siendo niño, porque el juego que vamos a realizar es el de «qué tal si».

«¿Qué tal si hiciera esto…?».

«¿Qué tal me iría si…?».

«¿Cómo jugaría yo si…?». ¿Si qué?

…si estuviera tan sano como un caballo.

…si fuera joven y muy apuesto.

.. .si fuera el joven travieso y bullanguero que solía ser, o que quisiera ser.

…si tuviera tres deseos y pudiera hacer lo que quisiera y tener cualquier cosa que quisiera.

Métete de lleno en el juego y vívelo tanto como puedas, hasta seeentir que la diversión y el entusiasmo fluyen a través de ti. (Si te estás sintiendo como un tonto, es un buen indicio de que estás atorado en una rígida imagen adulta, lo que significa generalmente vibraciones negativas).

Pretendamos, segunda parte: «Volvamos a cuando… «

Ahora, vuelve en tu mente (y en tus sentimientos), a alguna época real en la que, sinceramente, estabas vibrando salu­dablemente y feliz, y a los sentimientos positivos que la ca­racterizaban. Tal vez sea jugar fútbol después de la escuela, o pertenecer a la porra de la escuela secundaria. Quizá sea vagabundear en el verano, junto a un tranquilo arroyuelo, recolectando berros, paseando en bicicleta con los amigos por tu colonia, o jugueteando en la paja con tu primer amor, bajo la luna, en tiempo de cosecha. Lo que sea, son tiempos a los que puedes volver hacia los sentimientos felices que tenías entonces.

Pretendamos, tercera parte: «Mezclándose juntos”

Y ahora, pongamos juntas ambas cosas. Salta de un lado a otro entre los dos sentimientos; de manera gradual, alterna tu «Qué tal si» y tu: «Volvamos a cuando», en un solo senti­miento. Déjalos fluir juntos en una agradable sinfonía de vi­braciones, hasta que los luminosos sentimientos de «Volvamos a cuando» se mezclen a los resultados deseados de «Qué tal si» y se conviertan en un solo sentimiento de felicidad, de recuerdos placenteros. Lo que es más importante: ¡ahora son un resultado!

No puedes estar pensando que no deseas tu enfermedad y esperar abrir tu válvula hacia el bienestar al mismo tiempo; como tampoco puedes ver que no tienes suficiente dinero y sentirte bien al respecto. Tiene que ser una u otra: válvula abierta o válvula cerrada. Sentirte bien y permitir que la fuerza de vida fluya a través de ti para llevarte al alivio, o continuar con la fuerza disminuida de vida y perpetuar la enfermedad. El cáncer nunca ha sido causa de muerte para el cuerpo; pero cortar la fuerza de vida por medio del temor, la furia, la cul­pabilidad o cualquier otra vibración negativa, lo hará todo el tiempo.

Si te lo permites a ti mismo, juega realmente a: «Qué tal si» y «Volvamos a cuando» y deja de ser ese solemne y estira­do adulto, y alcanzarás los sentimientos necesarios para ini­ciar cambios en tu cuerpo. En el momento en que lo hagas, en el momento en que te sieeentas tan saludable como solías ser, o como quieres ser, y lo sientas hasta la profundidad de tu ser, lanza toda una nueva creación de ti hacia ese tiempo que existe ahora en un remolino de pensamientos, tan cierto como un árbol que se yergue en el bosque. Quizá no estés en el bosque para verlo, pero el árbol está ahí. Sabes que estás ahí, ahora ya no lo ignoras.

Ve con frecuencia a ese lugar de pensamiento para verificar el aspecto de ese nuevo cuerpo que has creado. Lleva contigo los sentimientos surgidos de tus juegos. Con esos resplande­cientes sentimientos en su lugar, deslízate hacia tu nuevo cuerpo para verificar su forma, cómo funciona, cómo se siente, cómo trabaja, hasta cómo huele. Intenta y sieeente.

Si padeces algún dolor, espera el momento en que el dolor haya disminuido y después entra al mundo curativo de «Pre­tendamos». Ve a él con tanta frecuencia como puedas. En­tonces, sal de tu propio camino, lo que significa que habrás de mantener tu enfoque lejos de lo que no ha sucedido toda­ vía, y deja que el universo haga su parte.

Cambia tu apariencia

Unos amigos me preguntaron (como sucede casi siempre) cómo llegar a ese lugar del senti­miento de «estar delgado», cuando puedes ver claramente que estás gordo. Fue otro caso de «pretendamos», sabiendo que no puedes pensarte delgado -mucho menos llegar ahí-cuando te estás sintiendo gordo. Una amiga había querido perder demasiados ki­los, hizo todas las acostumbradas dietas y bajó, pero volvió a recuperar su antiguo peso varias veces, como nos ha pasado a todos los que hacemos dietas. Finalmente, entró en un pro­grama de visualización, pues le pareció una buena idea; pero no llegó a ninguna parte, hasta que decidió poner algo de emo­ción detrás de las imágenes. Entonces empezaron a suceder todo tipo de cosas.

Ante todo, se le ocurrió la idea de realizar ejercicios en el gimnasio. Fue un buen comienzo, pero le asombró descubrir que no podía siquiera fingir el deseo de ir al gimnasio en tan­to se permitiera a sí misma sentirse gorda. Lo que era más importante, descubrió, que en tanto se enfocaba en su peso, cualquier idea de ceñirse a una dieta, después de perder los primeros kilos, era desechada. Así que volvió a las visualizaciones y a los juegos de «pre­tender». Al principio, casi se había obligado a sí misma en forma agresiva a seeentir el peso en el que quería estar. Fun­cionó. En tanto continuó pretendiendo que era delgada, y se sintió delgada y mantuvo alejado su enfoque del sentimiento de gordura, pudo seguir con su dieta, no demasiado estricta, con relativa facilidad y dejó de luchar consigo misma para ir al gimnasio. No sé cuál era su peso antes, pero esta encanta­dora jovencita era la imagen perfecta de una talla 12 cuando la conocí.

Este no es un simple» querer» estar delgada o bien. No se puede simplemente querer y esperar que suceda. Se trata de volver a enfocar, y volver a sentir constantemente. Tu cuerpo responderá a la imagen que le des, siempre y cuando vaya acom­pañada del sentimiento adecuado: gordo o delgado, enfermo o saludable.

El secreto para revertir cualquier cosa dentro del cuerpo es desviar tu enfoque de lo que no quieres, encontrar la for­ma de poder introducirte en el sentimiento de lo que quieres, y saber con certeza que las leyes del universo están funcio­nando, y que deben llevar la visión sentida a la realidad, siempre y cuando tú no la aplastes.

Lo que está mal, nunca está bien

No tiene sentido realmente mantenerte alejado de los médi­cos, si tus creencias dicen que los médicos funcionan. Aun­que yo le he dado un giro completo de manera drástica a la salud y a la forma de mi cuerpo, sé lo que mi mente permite o no en este momento; así que todavía hago visitas ocasiona­les a un médico, o a un dentista. Pero piensa en esto un minuto: ¿para qué se preparan los médicos? ¿Para curarte? Por supuesto, ése es el objetivo, tan pronto como descubren lo que está mal en ti.

«Lo que está mal» es su negocio, su razón de ser. Sí, quie­ren ayudar, pero si no encuentran algo malo, ¿cómo pueden, ayudarte? Puesto que lo que están buscando es «lo que está mal» -y es lo que tú esperas que encuentren- eso es preci­samente lo que ellos -y tú- van a atraer: algo que está mal. ¿No has notado que con los médicos siempre estamos a punto de contraer algo, o tenemos ya un pie en la tumba? Somos o precancerosos, o no tenemos la menor posibilidad de salva­ción. No estoy atacando a la profesión médica; son un enor­me y formidable grupo, que precisamente ahora está empe­zando a entender el proceso de la manera adecuada, muy lentamente por desgracia. Pero no debemos unirnos a ellos en atraer más de lo que queremos deshacernos, y, sin duda, no tenemos que visitarlos con ese temor que cierra nuestras válvulas.

Si a ti te han dicho que estás en algún tipo de «pre» condi­ción, y eso te ha asustado mucho, tranquilízate y echa una mirada a lo que estás creando. Has cerrado tu válvula al vol­verte temeroso; estás atrayendo cosas en forma negativa y ahora vas directamente hacia el inevitable cumplimiento del dictamen del médico. Todo médico que se encuentra en la faz de este planeta sabe que la enfermedad remonta, una vez que se da ‘el diagnóstico. ¡Imagínate!

De todas maneras, acude a tu médico, pero vigila tus reac­ciones, tus temores, tus creencias, tu negativa, lo que signifi­ca que vigiles tu válvula. Haz a un lado el diagnóstico de las enfermedades llamadas incurables, junto con todas las otras estadísticas lúgubres que existen sobre la enfermedad. De esta forma, puedes recurrir a tu médico como un medio para lle­gar al fin que deseas, en lugar de hacerlo la causa de que tus temores se agudicen.

La muerte es una broma

Hemos estado hablando mucho acerca de la auténtica ener­gía positiva que crea universos, la energía a la cual siempre estamos conectados, pero que rara vez está abierta. Si nues­tro cuerpo es una extensión de esa fuerza de vida básica, en­tonces, ¿por qué morimos?

Supongamos que eres un actor y que estás en el escenario, vestido para el papel que vas a representar, y experimentas la diversión de ser un personaje en la obra. Cuando ésta ter­mina, dejas el atuendo y el personaje a un lado, pero sigues siendo tú.

Lo mismo sucede con tu Yo expandido. Está aquí, actuan­do con un cuerpo (el tuyo) por la mera experiencia de hacer­lo, por aprendizaje, por diversión. Cuando se canse, hará otra cosa; pero no se extinguirá como una vela. No puede. Es energía pura y la energía no se apaga de un soplido.

¡Ah! pero la energía más negativa tampoco puede ser aplas­tada, aun cuando nuestras vibraciones negativas sí pueden aplastar a las células físicas, una práctica que permitimos con asombrosa vitalidad. Enfocar con temor una condición del cuerpo que no queremos, reduce tan drásticamente nuestra unión con esa energía más grande que realmente somos y la comprime a tal punto, que las células empiezan a encogerse por falta de energía de vida. El cuerpo se reduce entonces a condiciones de escasa supervivencia, hasta que por fin mue­re debido a la sofocación implacable de sus células. Pero sólo el cuerpo muere, no la fuerza de vida que eres tú.

En ese estado de sofocación, las pobres células, que deben recibir un constante abastecimiento de fuerza de vida, se ven obligadas a responder de manera diferente a las vibraciones negativas que recorren todo el cuerpo. Como su propio bien­estar ha sido comprometido por la falta de esa energía funda­mental, tus células no tienen otra alternativa que dar paso a la enfermedad. Si continúa la reducción de la fuerza de vida, las células ya no pueden reproducirse a sí mismas. En ese momento termina su existencia física, y simplemente se reci­clan para convertirse de nuevo en la energía positiva pura, de bienestar, de donde provienen. Tú haces lo mismo.

A eso es a lo que llamamos muerte, pero lo único que deja de existir es tu presencia. No tú.

En la actualidad, los científicos saben que el cuerpo puede continuar con vida muchos más años de los que vive ahora. Sin embargo, a pesar de los increíbles instrumentos que exis­ten para lograrlo, ninguno de ellos tendrá éxito si no hay com­bustible: así que si alguien ha perdido el entusiasmo por la vida, y la energía deja de fluir a través de él, ocurrirá lo que llamamos muerte. Pero sólo se morirá tu cuerpo físico.

No es el humo contaminado de los cigarrillos lo que te mata, sino el rechazo a la línea de la vida.

No es el ataque al corazón lo que te mata; es el rechazo de vida que causó el ataque.

Deja que esa fuerza de vida fluya a través de todas tus células, de manera libre y constante, sin restricciones ni limitaciones, y podrás beber cianuro todos los días en el desayuno sin que siquiera te dé hipo.

Así que, ¿no es interesante que el mayor temor con el que continuamos vibrando, y que reservamos para seguir vibran­do todavía más, sea el temor a la muerte? El temor a la muer­te es una deplorable respuesta aprendida, que adquirimos hace mucho tiempo de un puñado de fanáticos hambrientos de po­der, religiosos y no religiosos, que querían jugar el juego de «controlemos a las masas», y lo hicieron en forma brillante. Haz que un puñado de gente tema algo, como la muerte, y las tendrás comiendo de la palma de tu mano donde tú quieras.

Así es como surgieron todos esos mitos sobre los demonios, el mal, el infierno y un gran juez en lo alto del cielo, que se vale del temor como un medio de control. Pero, puesto que la energía no puede morir y, sin duda alguna, todos nosotros es­tamos hechos de energía, el temor a la muerte no es más que un monumental desperdicio de tiempo, que sólo evoca ener­gía negativa. Lo triste del caso es que nos han enseñado con tanta habilidad a temer a la muerte, que hemos olvidado por completo cómo vivir.

Sin embargo, aun cuando al morir cambias de hábitos, lo que sucede no es más que el abandono del ser físico, una des­conexión del cuerpo; el «Tú» que eres, nunca se retira. Esa parte de ti está conectada por siempre y para siempre a la percepción consciente, eterna: Tú.

Así que eso que llamamos erróneamente muerte, es un sim­ple cambio de enfoque, un bip que indica un cambio de una frecuencia a otra. ¿Volveré a ser Juan Pérez otra vez? No, ¿y te gustaría serlo?; pero no cesas de existir. ¡No puedes hacer­lo! Tú eres la energía continua de vida que anda saltando por aquí ahora, en este particular campo de juego. Tú eres la energía positiva pura del bienestar ¡y no puedes matar la energía!

La importancia de que te deshagas de este temor no es po­ca, porque aun si logramos cambiar todos los «no quiero» por «quiero», pero dejamos esa sola espina llamada muerte cla­vada en nuestro costado, tendremos todavía una vibración de temor que afecta todo, lo que traerá consigo un pesado as­censo, cuesta arriba, hacia una salud óptima.

La forma más fácil de obtener esa salud es dejar de temer a ese mito atroz creado por el hombre, y concentrarnos total­mente en elevar nuestras frecuencias hacia la parte más grande de nuestro ser, que es la esencia misma de todo lo que existe. Entonces aquí, en nuestro pequeño mundo, tendríamos todo lo que pudiéramos anhelar del cielo, precisamente como era la intención original.

Todo es una co-creación

Hace muchos años, la madre de una de mis más íntimas ami­gas se mató en un absurdo accidente automovilístico. Cuando se dirigía junto con su esposo hacia un puente que había en la autopista, algún muchacho irresponsable arrojó una enor­me piedra desde lo alto del puente. La piedra chocó contra el parabrisas y cayó sobre el asiento del pasajero, matando en forma instantánea a la señora T. Parece una de esas terribles coincidencias, ¿no es así? Mala suerte. Un mal tiro de dados. No, nada de eso. Fue una co-creación.

En primer lugar, si la señora T o su esposo hubieran esta­do mejor conectados con su guía, habrían tomado otra ruta, se habrían ido más tarde o no habrían hecho el viaje.

En segundo lugar, y lo más importante, es que no fue un suceso instantáneo. Como cualquier otro accidente, enfermedad o calamidad, las vibraciones se habían estado preparando des­de largo tiempo atrás. La señora T había estado funcionando con una válvula cerrada durante muchos años, sonriendo dul­cemente y hablando en forma agradable, y sin embargo, es­taba profundamente resentida con lo que le había tocado en la vida. Era una víctima ejemplar con una fuerte resistencia al flujo de bienestar, durante mucho tiempo, de igual manera que su joven verdugo.

¿De quién era la vibración responsable de lo sucedido? ¿Era de los muchos años de pesimismo oculto de la señora T? ¿O era del muchacho?  Como siempre, en cualquier accidente, fueron las vibra­ciones de la señora T las que acabaron con ella, pero aun así, fue una co-creación. Ella estaba sintonizada en una frecuen­cia en particular y atrayendo todo lo que tenía una vibración similar, que, en este caso, no le fue muy favorable. Es física elemental; tú tocas un diapasón y todos los demás diapasones que estén en el mismo tono responden.

Digamos que en una escala del uno al diez -con el diez para una válvula completamente abierta-la vida de preocupación de la señora T le había causado vibrar emocionalmente en un destructivo cuatro durante algún tiempo. Por otra parte, el chico, como joven que era, tenía sólo unos cuantos años de sentirse inferior a sus compañeros y estaba enojado con la vida. Sin em­bargo, eran tan fuertes sus sentimientos -y, por tanto, su atrac­ción magnética- que él también había alcanzado el destructivo nivel cuatro.  Su ruta estaba trazada. Tarde o temprano iba a encontrarse con otra persona que vibrara en la misma escala, aderezada con las mismas vibraciones de poca valía. Para la señora T, si no hubiera sido la piedra, habría sido cualquier otra cosa igual­mente devastadora, procedente de otra persona en su misma escala de vibraciones.

Como un buzo cuyo cable de oxígeno se ha cortado, este desesperado chiquillo estaba buscando cómo dar salida al do­lor ya la furia de estar desconectado de su fuente energética. A su manera, la señora T se sentía igual. Finalmente, cada uno en medio de su propia corriente de dolor, habían sido ab­sorbidos, uno en el otro, en un ejemplo perfecto de co-creación. Ella había atraído su destino; él había atraído el suyo.

Si algo o alguien coincide contigo en frecuencia, se atrae­rán. ¿Qué (suceso, persona, o circunstancia) llegará a ti pri­mero? El que tenga la mayor intensidad. Y tú continuarás atrayendo y mezclando interminablemente, hasta que te canses de ese sombrío juego y te retires de él, como lo hizo la señora T. O cuando cambies de frecuencia.

Si en un accidente están involucradas dos o más personas, significa que fue un ejercicio conjunto de atracción negativa. Si fue un accidente que involucró a niños demasiado pequeños para desarrollar su propia emoción negativa, entonces signifi­ca que esos niños captaron las vibraciones de su medio am­biente. Si se trata de un avión que se estrelló, quienes iban a bordo, de todas las edades, se magnetizaron a sí mismos hacia el suceso.

Desastre, cataclismo, accidente o enfermedad. El breba­je de emoción negativa que se ha venido forjando a lo largo del tiempo para causar estos acontecimientos, viene de una amalgama de imponentes tornados negativos que unen sus fuerzas para formar una atracción electromagnética, tan fuer­te, que se forma hielo en las alas del avión hasta derribarlo, o fallan los frenos de un autobús que cae al precipicio, o una feroz tormenta arranca la vida a quienes parecían estar com­pletamente felices.

Si estamos viviendo aisladamente de nuestra conexión a la fuerza de vida, algo va a golpearnos, como un automóvil, una inundación, un tren o un tornado (¿te has preguntado alguna vez por qué un tornado le pega a una casa y no toca a la de junto? ¡Ahora ya lo sabes!).

Si se trata de un pequeño golpe a tu auto, significa que tu válvula ha estado parcialmente abierta. Pero si tanto tu auto Como tú resultan dañados, quiere decir que tu válvula ha es­tado totalmente cerrada. Si te rompes una pierna en las mon­tañas, es porque tu válvula ha estado parcialmente abierta; pero si sufres fracturas en todo tu cuerpo, indiscutiblemente tu válvula ha estado totalmente cerrada.

Podría continuar con más ejemplos, pero insistir en todo esto equivale a cerrar la válvula. En lo que quiero insistir es en que nada, nos sucede por casualidad. ¡NADA!. Lo que ganamos en la lote­ría, nuestros nuevos amores, nuestras enfermedades, un fe­nómeno de la naturaleza, un accidente, todos estos sucesos han sido atraídos electromagnéticamente a nosotros, por nuestros sentimientos y nuestras vibraciones. Nada en este mundo nos ha llegado nunca, ni nos llegará, excepto por nuestra invita­ción vibrátil.

Ahora bien, no te dejes arrastrar por el pánico si has vivido toda tu vida como una canasta agujereada. Ése no es un pase automático al cáncer. Podría serIo, ¡pero no es automático! Sólo tienes que encontrar tu alegría, y esa vibración de válvula abierta contrarrestará años de desaliento y pesimismo. Lo que hace falta es simplemente un instante de decisión y no años de meditación. Tal vez tengas algunos incidentes de abolladuras pequeñas en tu auto, pero eso será todo. Nada grave. O tal vez sufras un leve resfriado. Nada grave. Sólo pequeños recordatorios de que todavía te estás resistiendo a la frecuencia del bienestar.

Por tanto, ¿quiénes son los principales imanes? Nosotros, ¡siempre! Son nuestros sentimientos, nuestra válvula, nues­tra resistencia. Nadie nos está provocando nada. Si estamos atrayendo en forma negativa, es porque estamos vibrando negativamente, atrayendo algunas cosas, o algunas otras, a nuestro espacio en la danza eterna de la co-creación.

Nuestro interruptor de bienestar

La conclusión de todo esto es que, después de todo, no tene­mos por qué demonios estar enfermos, tener accidentes, en­vejecer, ni siquiera morir; pero mientras continuemos apagando nuestro interruptor de bienestar e impidamos que nuestras células reciban su abastecimiento vital, debido a nuestras emo­ciones negativas, siempre ocurrirá algo. Y lo más grave es que hay gente, ¡mucha gente! ¡Que piensa que esto en la vida es normal que suceda.!!!!!!!

Así que tal vez quieras analizar cómo te estás expresando de ti mismo. Si estás diciendo: «Quiero estar bien», pero tu ­vibración predominante está diciendo: «¡Socorro! No quiero estar enfermo», ¿qué es lo que estás atrayendo?

Si estás enfermo y dices: «¡Por Dios!, voy a vencer esta en­fermedad, voy a ganar esta batalla» desde una posición de­fensiva, ¿en qué crees que te estás enfocando?

Sin importar cuántas personas te amen, sin importar cuánto dinero des a los pobres, sin importar qué tan bien manejes tu negocio, ni lo encantador y agradable que seas como persona, ni que te sientas merecedor, ni lo que hayas sufrido, si tienes vibraciones negativas de cualquier tipo, incluso en tu modo de hablar, irremediablemente vas a atraer algún tipo de problema.

Por más que las vibraciones fundamentales de la concien­cia masiva están alrededor de nosotros, y son una fuente in­terminable de poderosa energía negativa que permitimos que nos gobierne, que nos golpee como una tormenta a un barco sin timón y que haga difícil la navegación, eso no tiene por qué ser» así. Tú no tienes por qué ser una víctima de la conciencia de las masas o de la energía negativa de otra persona, ni la de tu médico, tu familia, tus amigos, tu pareja o los grupos que te rodean.

Limítate a declarar tus «quiero» todos los días, escribe (y después habla) nuevos guiones o historias acerca de tu cuer­po, tu salud, tu apariencia, tu vida. Y desea. Introdúcete en el lugar del sentimiento de lo que estás deseando, y vuélvete decididamente uno solo con quien estás deseando ser, haciendo fluir tu propia energía y vibrando en la frecuencia de la ale­gría, de tal modo que puedas vencer lo que tú -y cualquier otro- pueda haber estado fluyendo antes. No sólo tu cuerpo responderá gozosamente, sino que no habrá más accidentes.

¿Es fácil? No, no es nada fácil cambiar de enfoque, alejar­nos de la enfermedad que estamos padeciendo, o de un dolor, o de un peso indeseado, de las viejas creencias de una vida. Pero puedes hablar contigo mismo para convencerte un poco cada vez. Puedes abrir esa válvula un poco cada vez, e invertir la dirección de tu cuerpo.

Tú eres mucho más poderoso que tu cuerpo, así que nunca dudes de que puedas hacer eso. Ríete más por cualquier cosa y sé menos solemne. Hay una sola cosa que necesitas hacer para tener el cuerpo que deseas: encontrar formas de ser fe­liz; al principio, será poco a poco, hasta que no importe nada más en tu mundo -ni tu cuerpo, ni tu familia, ni tus viejas dudas-, sólo tu enfoque en ser feliz. En eso, en última ins­tancia, es en lo que consisten la salud y el bienestar.