Curso de autoestima 099

Curso de autoestima 99

99. Dinero, dinero dinero. Ley de Atracción

Autoestima 099 – Dinero dinero ley de atracción – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

Algunas veces vivimos nuestras vidas encadenados, sin saber que nosotros tenemos la llave.
H. W. Arnold

Por lo regular los buscadores de temas de autoayuda buscan mejorar un aspecto de su vida, algo que sienten que no camina bien: amor, trabajo, familia, salud, espiritualidad y/o principalmente dinero. Este capítulo esta dedicado a la conexión de Dinero con la Ley de Atracción, muy bien, vayamos a eso… ¡DINERO! Dinero, dinero, di­nero. Suena bien, El titulo del capítulo atrae ¿verdad? ¿O no? Pongámoslo de otro modo. ¿Cómo te hace sentir esa palabra, este tema? ¡Sinceramente!

Cada palabra que pronunciamos, lleva consigo su propio sello de vibración peculiar acerca de lo que estamos hablan­do. Dependiendo de cómo nos educaron, y de la perspectiva de la vida que hayamos adquirido individualmente, cargamos cada palabra que decimos con una vibración exclusiva y per­sonal. La palabra «Dios», por ejemplo, puede provocar una respuesta de vibraciones intensamente positivas o profundamente negativas, dependiendo de quién la diga -y quién la escuche-, del ambiente en el que se diga y de aquello con lo que la asociemos.

Tenemos una enorme carga de esas asociaciones de pala­bras en nuestro lenguaje, pero sólo hay una palabra que pue­de reclamar el derecho de ser consistentemente merecedora del Premio a la Palabra más Negativa del Mundo. Esa pala­bra es «dinero». La palabra dinero es la más cargada de emo­ción, en cualquier idioma que se utilice. De verdad ya no se que es más un tabú en nuestra sociedad: El sexo ó el dinero.

Para la mayoría de nosotros, las creencias relacionadas con la palabra dinero son tan increíblemente intensas, que en el momento en que la decimos, pensamos o escuchamos, envia­mos un cúmulo de vibraciones negativas por todo el lugar. Desde luego, lo único que logramos con ello es crear un muro impe­netrable a nuestro alrededor, que garantiza que bloqueemos la más buscada comodidad que con tanto ahínco hemos queri­do tener en nuestra vida. Tan sólo al pronunciar ese tonto conjun­to de sonidos, estamos alejando la cosa que más deseamos.

Pero, ¿cómo es eso? Después de todo, es un asunto muy cla­ro, ¿no? Oro, plata, monedas, billetes, documentos, ¿a qué sue­nan, entonces? Más que a otra cosa, a algo como a «toda esa miseria». Desde que éramos niños, la mayoría de nosotros aprendimos que la palabra dinero equivale a lucha: «deberías», «tienes que», «tengo que», «debo».

Aprendimos lo importante que era el tema para mamá y papá, los tíos y las tías, así como para los amigos adultos de la familia.

Aprendimos también a sentir la ansiedad que rodea a la palabra, así como la angustia que provoca.

Aprendimos, la mayoría de nosotros, que era el principio y el fin de lo que creemos que es la vida; así que lo mejor era ase­gurarnos de tenerlo, ¿o no?

En realidad, ese aprendizaje comenzó antes de que siquie­ra empezáremos a caminar, desde los días en los que nos en­contrábamos en el útero materno, desde donde absorbimos todas las vibraciones que producían las luchas y los temores de nuestros padres. Así, fuimos arrojados a este mundo, como Don Quijote, con esa descabellada programación innata que dice que el más poderoso adversario al que nos enfrentare­mos en la vida es eso que llamamos dinero, el dragón contra el cual tenemos que luchar hasta la muerte. ¡Y la mayor parte de nosotros lo hace!

Debido a que nunca aprendimos acerca del flujo de ener­gía y del tener vibraciones negativas, pasamos la vida con vál­vulas herméticamente cerradas sobre ese tema, sosteniendo una batalla que nunca podemos ganar, hasta que nos senti­mos tan cansados, tan desalentados, tan deprimidos, que nuestro cuerpo finalmente responde al eterno negativismo y morimos. ¡Vaya dulce vida!

Viejas creencias tergiversadas

Desde que se creó el primer dinero legal, nadie ha tenido su­ficiente de él. Así es que cuando pensamos en dinero, inme­diatamente agregamos «no hay suficiente», ¿empiezas a tener una idea clara del problema? Dinero equivale a no suficien­te…, lo que equivale, a la vez, a carencia…, lo cual significa vibraciones de «sentirte mal», lo que, por supuesto, nos pro­porciona una buena cantidad de lo que menos queremos: ¡ca­rencia!

La buena noticia es que no tenemos que quedarnos ahí, y que podemos desenterrar todas esas viejas creencias, ya ca­ducas, para permitimos que fluya la abundancia; por fortu­na, simplemente tenemos que contrarrestar el cúmulo de ideas negativas acerca del dinero que durante décadas la sociedad ha creado y respaldado; creencias tan injustas como:

«Necesitas trabajar arduamente para conseguirlo».

«El dinero debe ganarse.»

«N o obtienes algo por nada.»

«El dinero llega con dificultad.»

«Es difícil ahorrar dinero.»

«Nunca tengo lo suficiente.»

«Sale con más rapidez que con la que entra.»

«El dinero es la raíz de todos los males.»

«Necesitamos ahorrar para el retiro.»

«Seré feliz cuando lo tenga» (lo que sigi1ifica: «No puedo ser feliz ahora»).

«Uno debe trabajar duro para obtener verdaderas recom­pensas. «

«El dinero no crece en los árboles.»

Repite cualquiera de estas frases en voz alta, y observa cómo te sientes. ¡Nada bien! y; sin embargo, ésas son las ideas que nos enseñaron, con las que crecimos, con vibraciones tan arrai­gadas en nosotros, que hemos llegado a creer que el dinero es nuestra única llave hacia la libertad. Y; bueno, no quiero de­cir nada más acerca de eso.

Lo que nos confunde es que pensamos que el dinero tiene que ganarse, que se tiene que luchar por él y que se tiene que trabajar arduamente para obtenerlo. Y; sin embargo, el dine­ro, como todo lo demás, no es más que energía. Y atraerlo, como sucede con todo lo demás, sólo requiere de un proceso de flu­jo de energía. ¡Ha llegado el momento de escribir un nuevo guión!

Escribir un nuevo guión

Digamos que quisieras construir un nuevo patio en tu casa, que te costaría alrededor de 25,000 dólares, y digamos que piensas en ese costo de 25,000 dólares, una y otra vez, sin la más remota idea de cómo conseguirlos. Finalmente, deprimi­do y frustrado, exclamas: «iOh, al diablo, olvídalo!».

Estás actuando como el resto de nosotros, batallando con­tra esas viejas creencias limitantes que han estado cerrando tus válvulas toda la vida, que te desesperan, y que acabas de cerrar definitivamente. Tu deseo de tener dinero para cons­truir el patio te hace sentir tan mal, que dejas de pensar en el asunto.

No necesito decirlo, esto fue antes de que supieras acerca del flujo de energía. Así que digamos qué piensas en ese nue­vo patio, ¡ahora! Con seguridad, todavía te quedan algunos sentimientos de energía negativa de los de antes; sólo que en este momento puedes detectarlos porque estás prestando atención a cómo te hacen sentir tus pensamientos.

Esta vez, en lugar de estancarte en ese viejo pensamiento de «¡olvídalo!», crea un nuevo guión con vibraciones renova­das y positivas para suplir el anterior.

Crear un nuevo guión no es sino hacer realidad un pequeño «sueño», que a la vez es grandioso, e introducirse en él emo­cionalmente. Sin embargo, lo importante es que emocionalmente te induzca en tu sueño, o sólo estarás perdiendo el tiempo.

Estás confeccionando en tiempo presente una narración enigmática acerca de lo que quieres, expresada en voz alta (y después por escrito) como si charlaras con un amigo. Nunca, jamás, debe ser sobre lo que va a suceder…, sólo sobre lo que ha ocurrido o está ocurriendo ahora. Y haz tu historia lo su­ficientemente real como para que puedas probar la satisfac­ción, el placer, la plenitud y la alegría en todos y cada uno de sus matices mientras la relatas.

Sólo recuerda que debes seeentirla pasión que hay detrás de cada palabra. Si no la sientes, no obtendrás lo que deseas porque sin esos nuevos sentimientos, no habrá un cambio en tus vibraciones. Son esas enriquecedoras, excitantes, embria­gantes emociones que hay detrás de tus palabras, las que causan las vibraciones positivas, necesarias para permitirte lograr lo que anhelas. Aunque-tú-no-lo-creas, estás creando un nuevo remolino magnético dentro de ti, con nuevas imágenes y sen­timientos apasionados. Simplemente, no escribas tu guión de forma tan rebuscada que no seas capaz de sentirlo, o le ha­brás dado al traste a tu propósito.

Cuando el tornado empieza a crecer después de los dieciséis segundos de feliz relato, de los siguientes dieciséis segundos y de los que siguen, las vibraciones elevadas que fluyan de ti, comenzarán a eliminar las vibraciones negativas que han es­tado fluyendo, para contrarrestar completamente tus actua­les «qué es». Cuando se realice ese cambio a una frecuencia más alta, que es todo lo que necesitas para traer a la realidad ese pequeño sueño que habías estado contando -incluso a ti mismo- éste será atraído entonces hacia el nuevo tornado.

Por supuesto, al principio tal vez te sientas un poco loco al hablar en voz alta con una persona imaginaria -contigo mis­mo- sobre la fantasía que estás viviendo, pero ése es sólo un pequeño precio que tienes que pagar por los grandes dividen­dos que recibirás.

Sólo empieza a hablar, y describe todas las satisfacciones y alegrías que te han traído esos 25,000 dólares. Hazlo con len­titud, dándote el tiempo suficiente para seeentir las palabras y las imágenes conforme vayas avanzando, y date tiempo,- tam­bién, para permitir que surjan más ideas sobre cómo aprove­char el dinero. Aunque todo esto es «pretende-como-si» por el momento, si tu narración es tan real como para saborearla, oler­la, sentirla, tocarla y vivirla, muy pronto será una realidad.

Hay dos formas para hablar de tu enorme fantasía. La pri­mera es similar a conversar con un amigo, y la segunda es una suerte de susurro para ti mismo. Así, una conversación sobre los 25,000 dólares podría parecerse a una plática con un amigo mientras toman una taza de café (en voz alta, pero suave). «Tú sabes, mi esposa y yo estamos encantados con el patio que acabamos de terminar. Teníamos años de estarlo deseando, aunque nunca habíamos considerado que debíamos gastar ese dinero. Pero, bueno, decidimos que ya era tiempo de darnos ese gusto, y tan pronto como tomamos esa decisión, el dinero llegó como por arte de magia.»

«Ya está completamente construido y, ¡oh!, de verdad que nos fascina. Nos encanta disfrutarlo después de cenar. Nos sentamos ahí afuera los dos solos (tú estás… sintieeendo cada frase…, saboreando cada detalle, mientras… lo… vas… di­ciendo…) bajo las estrellas. ¿Y sabes que esto nos ha hecho sentir más cerca uno al otro? ¡Oh!, fue un desastre al princi­pio, pero ahora hasta los niños lo están usando después de la escuela. Les compramos su propia mesa y sus sillas, así que se sientan afuera a hacer su tarea. Te aseguro que ese patio es lo mejor que hemos hecho en muchos años». Y así…, una y otra vez, sintiendo leeentamente cada nuevo detalle del mismo tema, que revele cada delicioso momento de tus descripciones.

Si quieres cambiar el guión, aunque no el enfoque, di en voz alta, para ti mismo: «Estoy ansioso de que llegar a casa esta noche. Mi esposa tendrá lista su cena favorita para que coma­mos en el nuevo patio. ¡Vaya!, estoy taaan feliz de cómo disfrutamos convivir en familia ó con amigos reuniones en el patio.  Adoro en especial las magníficas losetas que en­contramos para el piso. Y mañana, por fin, voy a salir a bus­car las nuevas plantas… Creo que iré a…» (sí, estás describiendo algo nuevo que vas a hacer, pero que está dentro y forma parte de tu fantasía completa -el patio terminado- que estás viendo ahora, en este momento).

Tienes que dirigir ese dinero a algún lugar hacia donde fluir, así que mañana habla sobre cómo te sientes cuando es­tás sumergida en la bañera, y al día siguiente, habla sobre las nuevas plantas que acabas de comprar, etcétera. Deléitate y disfruta de cada nuevo detalle del que hablas y sieeente, ha­bla y siente

Has tomado el antiguo guión de «sentirte mal», los 25,000 dólares requeridos para tu patio, y has creado una flamante y nueva historia acerca de donde colocarlos, una auténticamente inundada con toda clase de creencias de «sentirte bien», aun cuando todavía sea sólo una fantasía.

Sí, puedes jugar este juego con tu pareja, siempre y cuando ambos estén sintonizados en la misma frecuencia, deseando el mismo tipo de cosas. El que ambos estén haciendo eso, mul­tiplicará diez veces la energía y hará brotar muchas nuevas ideas de las cuales hablar, en todas las formas posibles, para lograr tus propósitos.

Desde luego, elaborar guiones no se limita a escribir de co­sas materiales. Tú puedes crear una historia acerca de cual­quier cosa, desde una relación amorosa que necesita mejorarse, hasta cómo deshacerse de una plaga que ha invadido tu jardín.

Mi perra Lucy me estaba volviendo loco, subía y bajaba a todo correr la larga barda del frente y ladraba a cuanta cosa se movía. Era irritante para mí, molesto para las personas que pasaban junto a mi casa y crispante para mis vecinos. Probé cuanta maniobra sugería el instructivo para educar pe­rros, pero nada parecía funcionar. Finalmente, cansada y real­mente preocupada (lo cual sólo causaba más ladridos) decidí cambiar mi forma de hablar al respecto:

«Me encanta ver la libertad de espíritu con la que esa pe­rra corre, desenfrenada como el viento, cómo sube y baja por la cerca del frente. Y casi no puedo creer cuando parece que pisa el freno y se sienta en la orilla de la barda, muy quietecita, viendo pasar a la gente, callada, atenta, bien portada. Fran­camente, me asombra, después de la forma en que solía ac­tuar. Lo mejor del asunto es que puedo ver que Lucy todavía se encarga de cuidar la casa, y eso es lo que hace ahora, sentada, vigilando todo en silencio. ¡Caramba, cómo me gusta eso!».

Repetir eso se convirtió en mi rutina de todos los días, me seeentía alabando realmente a Lucy por subir y bajar corriendo por la barda para detenerse bruscamente cuando veía algo en la calle, y después sentarse para contemplar en silencio lo que ocurría.

Transcurrieron cinco semanas antes de que viera la pri­mera señal. ¡Lucy no corría! Estaba sentada en el sendero de la entrada, contemplando en silencio a una persona que pa­saba trotando. ¡Se quedó sentada ahí, sin moverse! En total, el proceso tomó aproximadamente tres meses, lo que demuestra lo arraigadas que estaban mis viejas creencias de que no po­dría reeducar a aquella perrita testaruda. Pero no me di por vencida, insistí, y hasta este momento al menos, somos dos seres muy felices.

Sin embargo, en lo que se refiere al dinero, mis primeros intentos por reescribir el guión no tuvieron, ni remotamen­te, ese éxito. Intentaba con tal intensidad obtenerlo a través de imágenes surrealistas acerca de proyectos que producirían muchísimos dólares, que me encontraba hundida bajo una mon­taña de historias totalmente increíbles. Podía sentir a mis viejos sistemas de creencias asomar sus vacilantes cabezas con argu­mentos como: «¿Me puedes decir cómo vas a lograr eso? ¿De dónde vas a sacar el tiempo que se necesita? ¡Ni en sueños, olvídalo!». Dudas y más dudas, dudas.

Gradualmente me di cuenta de que no necesitaba crear una súper producción multimillonaria, al estilo de Steven Spielberg, sino sólo una pequeña historia, moderadamente creíble, de la que pudiera hablar conmigo misma, o quizá con algún «ami­go». Así que empecé de nuevo, con una narración mucho más modesta, menos ambiciosa y mucho más creíble para mí. En lugar de hablar del dinero que debía llegar, lo coloqué en un sitio hacia el cual fluyera. Hablé sobre lo fácil que era para mí pagar mis cuentas, lo maravillosamente bien que estaban marchando mis proyectos y la excelente acogida que habían tenido mis programas de hipotecas en el mercado. Eso sí que me hacía sentir bien.

Me conté a mí misma nuevos giros de las mismas histo­rias, durante semanas enteras, creando nuevos personajes y nuevas circunstancias para mantener vivos los relatos. Cuando nada de lo que deseaba parecía estar sucediendo, me sentí desalentada…, me pregunté qué era lo que me había ocurri­do…, comprendí que estaba de regreso a lo negativo…, suspiré profundamente…, y comencé a escribir una nueva historia.

De repente irrumpieron algunas asombrosas -de hecho, revolucionarias- nuevas ideas para cuadruplicar mi nego­cio, con la mitad del esfuerzo acostumbrado. Surgieron nue­vas personas para ayudarme, y en aproximadamente seis meses estaba de nuevo en el buen camino, ganando una cantidad ra­zonable de dinero. En año y medio, mi ingreso pasó de cómo­do a estratosférico, aumentando un increíble ¡830 por ciento! Los viejos sentimientos habituales son difíciles de eliminar, pero, ¡oh, día feliz!, ¡los liquidé!

Así que si tienes la inquietud de viajar, no te preocupes sobre cómo vas a obtener el dinero para hacerlo; sólo empie­za a hablar (o a escribir) sobre tu fantasía y a lanzar corrien­tes de energía de «sentirte bien» hacia el lugar al que quieres ir, como si ya estuvieras ahí ahora. Siente la brisa, saborea la comida, siente tu nuevo bronceado. Si siempre deseaste te­ner un caballo de carreras, no te preocupes de cómo vas a conseguir el dinero para comprarlo. Empieza a hablar en voz alta de tu historia (la del caballo) y a fluir energía de «sentir­te bien» hacia el tipo de caballo que quieres…, como si ya lo tuvieras ahora, junto con el entrenador, el lugar donde vas a tenerlo y los aplausos del público que te verá correr. Siente su crin, el olor del caballo mismo, ponte la corona de laureles.

Si tú y tu cónyuge siempre han deseado llevar una vida más sencilla, administrando un hotelito de «cama y desayu­no» en el campo, entonces sueña con el lugar perfecto, reco­rre los caminos vecinales, maravíllate del aire fresco, habla con el contratista que los está ayudando a remodelar la casa, selecciona el lindo papel tapiz, busca antigüedades, disfruta a tus felices huéspedes, prepara para todos un regio almuerzo.

Eso es todo lo que tienes que hacer. Sustituye las viejas vibraciones negativas de tu guión de: «No puedo, no sé cómo, estoy en la ruina», con las de una nueva y positiva historia que te lance al disfrute de tenerla ya. Ahora.

Habla de ello y siéeentelo, tal como quisieras que sucedie­ra si estuvieras viviendo tu fantasía en este mismo momento, desarrollando una aún más amplia variedad de la historia, saboreando nuevas descripciones hasta que sientas que todo el asunto hace una especie de click y se vuelve real. Te has in­volucrado tanto en tu fantasía, en tu ensueño, que es como si lo estuvieras viviendo ya, en este momento. Has dejado de reaccionar sólo a las condiciones que se te presentan; te has convertido en creador de condiciones.

De no hacer negocios, a crear grandes negocios

Un buen amigo mío es dueño de una compañía independien­te de bienes raíces, bastante grande, en el Estado de Washing­ton. Siempre ha sido un hombre muy trabajador, trata en forma justa a sus empleados y apoya a sus agentes, pero estaba te­niendo problemas financieros y no parecía encontrar la sali­da para ellos.

Mientras estábamos almorzando un día, Chuck empezó a hablar. Todo el mercado se encontraba en una prolongada etapa de crisis y las ventas de toda su gente andaban por los suelos. Hasta sus mejores agentes estaban hablando de dejar los bie­nes raíces para buscar mejor suerte en otros campos de los negocios. Todos sabían que el mercado mejoraría, tarde o tem­prano, pero en tanto eso sucedía, había bocas que alimentar. Mi amigo no buscaba soluciones porque le parecía que no había ninguna. De acuerdo con su modo de pensar, había sido víctima de las circunstancias económicas. Él y su equipo ha­bían agotado todos los recursos promociónales conocidos y habían recorrido asimismo todos los caminos posibles, sólo para encontrarse con que las ventas seguían cuesta abajo. Aun­que nunca había hablado con Chuck de la Ley de la Atrac­ción, decidí que aquella era una buena oportunidad para hacerlo, tan buena como cualquier otra. Lo conocía lo suficientemen­te bien como para saber que, cuando menos, me escucharía con amabilidad y atención, aunque sólo lo hiciera por buena educación.

Al parecer, el principal problema no era tanto que no estu­vieran funcionando las ventas, sino que sus vendedores tampo­co parecían estar funcionando. Estaban sumidos en una coladera en algún lugar, con las válvulas completamente cerradas, sin­tiendo profunda compasión por ellos mismos. Culpaban a la economía de lo que sucedía y creaban enormes agujeros ne­gros grupales de carencia, lo que significaba una garantía ab­soluta de que la compañía seguiría su descenso hacia la ruina, hasta que llegara a su total desaparición. Así que sugerí a Chuck que volviera a reunir a su gente para hacerles notar que, pues­to que nada hasta entonces les había funcionado, no tenían mucho que perder si probaban este nuevo proyecto que se les iba a sugerir.

Tocando sólo superficialmente el aspecto físico de la Ley de la Atracción, lo miré directamente a los ojos y le hablé des­de el fondo de mi alma, con la esperanza de que la seriedad con que lo hacía, nada característica en mí, atrajera su atención. «Chuck, si sólo logras que tu gente haga esto, tu negocio dará un giro completo.»

¡Funcionó! Debo admitir que me sentí un poco inflada mi vanidad mientras lo escuchaba responder anhelante: «Continúa…».

Le sugerí que hiciera que cada uno de sus vendedores eli­giera la cantidad de dólares que le gustaría ganar en los si­guientes tres meses, y que después la triplicara. (Chuck gimió: «¡Oh, Dios, vamos a lo mismo otra vez!», pero yo no hice caso). Entonces, le recomendé que cuando ya todos tuvieran esa cifra en la mente, preguntara a cada uno por qué quería el dinero. Debía hacerlo de uno en uno, trabajar con una sola persona a la vez hasta terminar el proceso, porque una vez que el pri­mer vendedor aprendiera la rutina, el resto sabría cómo con­tinuarla. (Su expresión de dolor cambió a un gesto a más suave que parecía decir: «¡Humm, suena interesante!»).

Sin entrar en detalles, le expliqué que la primera res­puesta de sus vendedores probablemente sería de varios «no quiero», procedentes de su sentido de carencia, y que decla­raciones como: «Quiero el dinero para poder pagar mis cuen­tas», sólo lograrían atraer más de lo mismo: falta de dinero y más deudas.

Chuck no estaba entendiendo muy bien la idea, así que lo hice hablar preguntándole el porqué.

-Muy bien, amigo mío, ¿dime qué quieres, en este momento?.

-Quiero pagar mis cuentas.

-¿Por qué?

-Para sentirme mejor.

-¿Por qué?

–Porque detesto estar «apretado» de dinero.,

-¿Por qué?

-Porque eso me hace sentir mal (nos estamos acercando).

-¿Y cómo preferirías sentirte?

-¡Libre! ¡Quiero sentirme libre! ¡EUREKA! ¡Ya lo tenemos! -Muy bien. Afírmalo así.

-Quiero tener 60,000 dólares para poder sentirme libre. -¡Maravilloso! Ahora, ¿cómo te             sientes?

-¡Oh!, muy bien por un momento, pero, ¡cielos! ¿De dón­de vaya sacar ese dinero, con la situación como está?

-Olvida el dinero. Es sólo un sucio montón de papeles. Háblame de lo que harás con el dinero, una vez que hayas pagado las cuentas.

Poco a poco una colección de sueños, por largo tiempo es­condidos, salió a relucir: él y su esposa, Sara, deseaban ir a las Bermudas, donde siempre habían querido investigar la posibi­lidad de establecerse cuando se jubilaran. Llevarían a sus nie­tos en un crucero, a alguna parte. Convertirían el sótano de su casa en un salón para oír música estereofónica. Y así, una cosa tras otra.

Pero noté que lo que más le entusiasmaba era pensar en las Bermudas, así que le pedí que se concentrara en eso. Puse la cara más seria que pude, me incliné a lo largo de la mesa y dije: «Cuéntame detalladamente lo que piensas de eso, Chuck. Cuéntame cualquier detalle por pequeño que sea sobre los sueños que Sara y tú tienen de irse a las Bermudas.»

Fue impresionante. La habitación entera pareció iluminarse mientras la energía de Chuck subía hasta el cielo. Era como si nunca antes se hubiera atrevido a abrir su corazón sobre el tema, así que cuantas más palabras y sentimientos salían a la superficie, más se abría su válvula. Chuck no sólo estaba ha­ciendo fluir su energía hacia este «quiero», sino que parecía a punto de explotar con ella.

Exactamente en medio de esa fantasía, le dije: «¡Espera! Precisamente a ese lugar del sentimiento donde estás ahora es al que quiero que lleves a cada uno de tus vendedores. Diles que se olviden de los billetes de papel que han especificado, y que en cambio, empiecen a enfocarse en las cosas que esos dólares les proporcionarían. Enseguida, sugiéreles que dejen que su energía fluya hacia esas cosas, hasta que lleguen al estado de pasión que tú estás experimentando. De esta for­ma los estarás ayudando a escabullirse por la puerta trase­ra, para llegar a ‘sentirse bien’. Al evitar cualquiera de las connotaciones negativas usualmente asociadas con el dinero (especialmente cuando no lo tienen) inconscientemente per­mitirán que las ganancias sean atraídas hacia ellos.

«Tu gente quiere lo que todos queremos, Chuck: no los tontos pedazos de papel que llamamos dinero, sino las experiencias que trae consigo tenerlo. Hazlos prometerte que pensarán en esto durante treinta días, cuando menos una vez al día, todos los días, de diez a quince minutos.»

Para mi total agrado, Chuck me llamó unas seis semanas después con las primeras buenas noticias. Su gente estaba tan desesperada, que no tuvo ningún problema en conven­cerlos de que participaran en su pequeño experimento.

Pero eso no me sorprendió demasiado, porque le había en­señado a Chuck cómo preparar bien el terreno. Le dije que visualizara esa junta inicial con sus vendedores, primero en su mente, tal como quería que fuera -incluyendo que todos estuvieran abiertos y bien dispuestos- y que hiciera fluir esa energía elevada hacia la reunión. Así lo hizo y cuando por fin se realizó la junta, no se mostraron tan resistentes a la idea como lo hubieran estado si Chuck no los hubiera ayuda­do con vibraciones.

Todos, excepto uno, cumplieron fielmente su promesa e hicieron fluir energía de «sentirse bien» hacia sus «quiero», mientras escribían nuevas historias para su vida. Se entrega­ron realmente al ritmo de ese ejercicio y empezaron a sentir mucho más entusiasmo por la vida, aunque sin saber todavía por qué. Se sentían mejor, así que a quién le importaba la razón.

Aproximadamente diez semanas después de iniciada la aven­tura, empezaron a realizarse ventas, aunque de nuevas fuen­tes totalmente inesperadas. Una muchacha tenía una tía en Illinois que de pronto había decidido cambiarse a Washing­ton. Otro vendedor tenía un hijo en el ejército y sus amigos, que habían sido transferidos a la base local de Fort Lewis, habían pedido a sus madres que les buscaran casa en el área. Otro recibió dos recomendados de una persona que creía que no volvería a hablarle. Y todavía uno más había tenido gran éxito con una idea de mercadeo que le había permitido po­nerse en contacto con un grupo selecto de compradores.

Todos habían tenido algún tipo de cambio, suficiente como para que no hubiera modo de pensar que se trataba de meras coincidencias. En medio de una de las peores crisis que el ne­gocio de bienes raíces había experimentado en su historia, estos vendedores encontraron que podían sortear las condiciones y responsabilizarse de su propio destino.

Todos los días, este grupo se había conectado con su Ser interno/Ser expandido y se habían sentido inspirados por pri­mera vez después de muchos meses. Estaban enviando olea­das bien cargadas de energía positiva al universo con sus listas individuales de pedidos, y el universo les había respondido con circunstancias, incidentes, ideas y motivaciones que es­taban de acuerdo con sus grados de intensidad. Lo mejor de to­do es que eso se volvió contagioso, y al parecer todavía lo es.  (La persona a la que no le interesó participar en el experi­mento terminó por retirarse del negoció. Lo último que supi­mos de él era que vivía de la pensión de jubilación de su esposa).

El truco de los cien dólares

Una vieja creencia -o cualquier creencia- no es otra cosa que un hábito de vibraciones al que respondemos como focas amaestradas. Dicho de otro modo, nuestros encantadores y fuertes ape­gos (creencias) nos fueron transmitidos y son más fuertes de lo que nos imaginamos. Sin embargo, estas viejas creencias a las que tanto nos aferramos, y a las que respondemos con tan­ta facilidad, no son más que la forma en la que estamos acos­tumbrados a pensar que funciona la vida como, por ejemplo, el tener que luchar.

Por ejemplo, algo surge en nuestro mundo, evoca una vie­ja creencia, y empezamos a vibrar negativamente sobre lo su­cedido por simple hábito. ¡Sólo por hábito! Así que nuestra meta debe ser encontrar cualquier cosa que nos permita romper esos viejos patrones de pensamien­to, los cuales se convierten en vibraciones habituales. He aquí una pista: se agrupa en la misma categoría de necesitar un buen número de salidas por las que fluya el dinero, lo que significa que debemos dar a la energía del dinero diversas sa­lidas por las cuales fluya, antes de que pueda empezar a fluir a nuestro alrededor. A juzgar por mi propia experiencia, así como la de mis amigos, ésta es una forma segura de ganar.

Consigue un billete de cien dólares -o el billete de mayor denominación que puedas (no escatimes)- y pégalo en tu car­tera. Ahora, vete de compras. Si puedes ingeniártelas para pasar el día completo, mara­villoso. Si no, ve a almorzar en el centro comercial más cerca­no, o en algún lugar donde haya muchas tiendas. Estás en busca de todo lo que quisieras comprar con esos cien dólares. Puede ser un walkman, unos pantalones, un balón de fútbol, un nuevo vestido, algunas herramientas, o una colcha; cual­quier cosa que se te ocurra que te gustaría poseer.

Todavía tienes esos cien dólares en el bolsillo, así que repítete a ti mismo (mientras sieeentes ese deleite): «¡Guau, podría com­prarme eso con mis cien dólares, sin problema!». «¡Oh, sensacional, podría comprar esto otro!». «¡Caramba, eso es justo lo que siempre he deseado y tengo el dinero para comprarlo!».

No tienes que buscar cosas y sumarIas hasta hacer el total de los cien dólares. Debes buscar cosas individuales que cues­ten esa cantidad y que a ti te gustaría tener, si lo quisieras. Para cuando hayas encontrado alrededor de mil cosas que podrías comprar, observa lo que ha pasado. Has gastado emo­cionalmente cien mil dólares que recorrerán un largo cami­no para ayudarte a seeentir próspero, contrarrestando un montón de esos viejos modelos de pensamiento en los que exis­ten vibraciones de carencia.

Mi amiga Joselyn estaba peligrosamente al borde de la ban­carrota, se encontraba en serios problemas financieros y es­taba pasando por uno de esos frustrantes periodos de «no sucede con suficiente rapidez». Aun cuando sabía perfectamente bien que esa actitud estaba contribuyendo a que continuara el pa­trón de vibraciones negativas en el que se había hundido, no podía hacer nada. Entonces, un buen día, recordó el truco de los cien dólares. Casi en ese mismo instante, subió a su auto­móvil, y se dirigió al centro comercial más grande del área, que por cierto estaba muy alejado de su propia casa.

Joselyn pasó casi todo el día entusiasmadísima con este simple juego. Se obligó a sí misma a enfrascarse realmen­te en él, a relajarse, a divertirse ya» gastar, gastar, gastar» emo­cionalmente. Finalmente, exhausta pero llena de las vibraciones de una válvula abierta por la emoción de buscar cosas que comprar, al volver a casa se encontró con (¡lo juro…, es una historia real!) un mensaje de su hermano ofreciéndole ayuda finan­ciera; otro mensaje de una amiga ofreciéndole lo mismo, y uno más en el que le avisaban que el préstamo que había pedido sobre su casa -y que le habían negado dos veces por el tipo de casa poco común en que vivía- ya había sido aprobado y recibiría el dinero en unos cuantos días. Además, mientras volvía a casa había tenido una idea para dar un nuevo enfo­que a su negocio, y hacer que empezara a dar dinero. No era un mal resultado para las horas de juego que había invertido.

Prepavimentar (el camino corto)

Si realmente deseas un camino menos accidentado en tu vida diaria, tienes que proporcionar más salidas a tu energía, más vías hacia donde pueda fluir para mantenerla en movimiento. Una manera sensacional de hacer esto es acondicionándola. Con acondicionamiento no estoy haciendo referencia alguna a cruceros, castillos, autos de lujo, sino a cosas tangibles y coti­dianas que permitan crear un ambiente o una atmósfera ade­cuada para que el evento, o el suceso en particular que estamos esperando, se manifieste. Es más una energía de: «ésta es la forma en la que quiero que suceda» que fluye hacia una co­rriente de decisiones y acontecimientos cotidianos, como:

            «Me propongo encontrar un lugar cerca para estacionar el auto cuando vaya al concierto de esta noche.»

            «Me propongo terminar el informe que tengo que hacer, con facilidad y a tiempo.»

            «Me propongo disfrutar de este día.»

            «Me propongo que la junta que vamos a tener sea favorable para ambas partes. ¡y agradable!»

            «Me propongo que la desavenencia entre nosotros se re­suelva y muy pronto.»

Esto es acondicionar, enviar la intención de tus vibracio­nes por adelantado (con sentimiento) para arreglar tu día y tus circunstancias como deseas que sean.

Este sistema es muy similar al de escribir un nuevo guión, sólo que menos complicado. Es una estrategia breve y rápi­da. Cuando te acostumbres a «acondicionar» detalles peque­ños o de manera cotidiana, comenzarás a aplicar las técnicas en asuntos más importantes en tu trabajo (como con un cliente con el que tengas dificultades, o con una venta que no logre realizarse). Invierte un poco de tiempo visualizando y sintieeen­do la forma en la que quieres que se desarrolle la junta o se firme el contrato; visualizando y sintieeendo, visualizando y sintieeendo, en una serie de rápidos chispazos a lo largo del día.

Un amigo mío puso a prueba la técnica con un caso judi­cial al que se estaba enfrentando, y el cual estaba seguro de que perdería. En lugar de verse a sí mismo ganando el caso, cosa que no podía imaginar (con mucha razón), vio y sintió a todos con­virtiéndose en ganadores, estrechándose las manos, dándose palmaditas en la espalda, etcétera. Por supuesto, el asunto se arregló a satisfacción de todos unos días antes de que se presentara ante el tribunal.

Otra amiga -muy joven por cierto- tenía un jefe que la criticaba mucho por su modo de vestir. Aparentemente al jefe no le gustaban las minifaldas y mi amiga tuvo la «mala pata» de ser una de las primeras en usarlas. Realmente fastidiada por la actitud de su jefe, finalmente usó la técnica de acondi­cionar, y obtuvo un resultado muy gracioso. En lugar de que su jefe dejara de observar su atuendo, tal como mi joven amiga estaba visualizando y sintiendo, él cambió por completo su actitud acerca de la indumentaria cuando otras tres jóvenes de la misma empresa llegaron con atuendos similares. ¡Vaya!, de cualquier modo, resultó.

¿Tienes un escritorio lleno de trabajo pendiente? ¿O estás abrumado por pequeños detalles? Prepárate un día tranqui­lo antes de llegar ahí. Mírate a ti mismo disfrutando con tran­quilidad de tu trabajo. Habla con tu interior y dile al universo lo que quieres. Pero, no te atrevas a levantar un solo pedazo de papel hasta que fluyan carretadas de energía positiva, hasta que se abra tu válvula; de no hacerlo así, te dirigirás directa­mente a una «zona de desastre».

Acondicionar es, simplemente, enviar tu energía por ade­lantado, estando ésta programada con la frecuencia de tu de­seo. Algunas veces la enviarás a un lugar específico; otras, la esparcirás a tu alrededor, y en otros casos la mandarás a otra persona. Cierto, no puedes cambiar la mente de nadie, ni obligar a nadie a actuar contra su voluntad o a hacer algo que va contra su naturaleza. Pero en las situaciones de tensión puedes pre­pararte para crear una atmósfera de confianza y apertura, que facilitará mucho las cosas. La visualización está hecha; el resto depende de ti -y de tu guía- cuando llegues ahí.

Dile al universo lo que quieres, derrama auténtico estre­mecimiento positivo, sieeente lo que te gustaría que llegara; entonces, sabrás lo que va a suceder. Eso es acondicionar.

El universo como gerente de ventas

Los negocios van lentos y te gustaría generar más ganancias. Tal vez estás pensando en que deberías aumentar las ventas, asociarte con otra empresa, conseguir un mayor presupues­to para publicidad, y todas las otras viejas alternativas de siem­pre para resolver el mismo viejo problema: cómo generar más dinero.

Aquí está una sugerencia: obtén un poco de energía de grupo y ponla a funcionar. A diferencia de los vendedores de Chuck que se enfocaron en resultados individuales, tu grupo deberá elaborar un guión, o una historia, acerca de tus deseos para la compañía (los cuales finalmente también serán para ellos mismos).

Lo que pretendes conseguir es magnetismo grupal. La ener­gía enfocada de cualquier grupo se multiplica a sí misma en energía, ya sea positiva o negativa; así que en este caso se podría hablar de una dinámica increíble de sinergia. Si tienes sólo dos personas con su energía enfocada en una meta, esa energía se multiplicará por dos, así es que se vuelve el equivalente a cuatro. Por tanto, si tienes a un grupo de personas concen­tradas en una sola meta, tendrás también una gran fuerza magnética y un enorme potencial para el cambio, siempre y cuando la mayoría no vuelva al viejo modo de pensar de: «no se puede hacer».

Contrariamente a la muy extendida creencia surgida de la Revolución Industrial, generar más dólares que el promedio no requiere de contratar más vendedores; se trata de lograr que los vendedores con los que cuentas adquieran el hábito de tener expectativas más elevadas, mental y emocionalmente, escribiendo nuevos guiones para la empresa. Toda compañía de éxito ha hecho precisamente eso, sin importar cómo lo hayan llamado en cada caso: contratos brillantes, sensacional cam­paña de publicidad, buenos precios, producto extraordinario, personal de ventas bien motivado. Si la mayoría de los em­pleados no espera que suceda, no sucederá.

Así, pues, si puedes lograr que todos y cada uno de los miem­bros de tu grupo sientan el deseo de obtener un buen contra­to, que se sientan orgullosos por haber conseguido una firma, que vean/sientan a un número considerable de clientes en la tienda, que vean cómo llega el éxito mientras sienten el valor que ha significado su propia contribución a ese éxito, la fuer­za expuesta a este tipo de magnetismo será colosal. Cambia­rá para siempre la forma en la que hagas negocios.

Sólo recuerda…

1. No se trata de dinero, sino de ver cómo estás haciendo fluir tu energía. El dinero llegará cuando dejes de pen­sar en lo que te falta. No puedes pensar en: «no tengo dinero suficiente» y sentir otra cosa que no sea una emo­ción negativa que interrumpe el flujo. Así que busca más maneras de abrir tu válvula.

2, Los instructivos siempre acompañan a la inspiración. Así que olvídate de pensar en cómo hacer las cosas. Las ins­trucciones para hacerlas aparecerán de algún modo.

3. Gasta emocionalmente todo el dinero que quieras, una y otra vez, para dar a tu energía nuevas salidas. No pue­des decir: «Denme una cantidad de dinero y entonces de­cidiré qué hacer con el». Decide primero lo que vas a hacer con él; esto último es lo que permite que la energía se mueva. La energía del dinero necesita salidas. Si no hay salidas, no hay dinero.

4. Créate el hábito de gastar dinero emocionalmente. Ob­serva todas las cosas que se ofrecen en los aparadores y di: «¡Me gustaría eso!» «¡Oh, me gustaría eso, también!» «¡Oh, miren eso, es ideal para mí!» …, y así sucesivamen­te, mientras te introduces en el sentimiento de tenerlo. De esa manera, tendrás funcionando a toda velocidad el impulso de «quiero». Te encontrarás inmerso en circuns­tancias que atraerán el más intenso de esos deseos a tu realidad, o que abrirán las puertas a nuevas posibilida­des.

5. ¡Ábrete para recibir! Coloca letreros como éste en toda tu casa: «¡ABIERTO PARA RECIBIR!» Coloca tu intención de que vas a eliminar todos los «deberías» y «no deberías» y de que vas a aprender cómo recibir. Conviértelo en un «quiero». «Quiero aprender a recibir». Entonces sobre­ponte al sentimiento de culpa y al de ser víctima, que dicen que tú sólo eres buena persona cuando das, y des­cártalos como la basura dogmática que son.

 6. No evalúes los resultados demasiado pronto. No se puede escribir un guión o una historia el día de hoy, y pre­guntar mañana: «¿Dónde están?». Analiza tus disculpas. Jamás atraerás el dinero si cie­rras tus válvulas con disculpas como: «No tengo suficiente preparación» o «Sólo contratan a los parientes de los pro­pios empleados», «Me entrevistó un inepto», «Llegué en un momento inoportuno», etcétera. Aun cuando hayas «acondicionado» o visualizado perfectamente la situa­ción y cuentes con todos los requisitos necesarios, nada de eso te servirá si permites que las disculpas se inter­pongan en tu camino.

7. Si tienes demasiada gente negativa en tu vida que en es­tos momentos está hundida profundamente en el sentido de carencia, eso indica claramente en qué frecuencia es­tás aún sintonizado. Será mejor que revises tu situación.

8. ¿Quieres evaluar cuánta negatividad hay en tu vida? Ve­rifica cuánto dinero estás recibiendo. Para aquellos de nosotros que hemos tenido que luchar por el dinero la mayor parte de nuestra vida, la salida de tan considera­ble cantidad de energía negativa significa la entrada de muy pocos dólares. Para nosotros, el dinero viene, o se mantiene lejos en proporción directa a la energía nega­tiva que estamos o no emitiendo.

9. Y; finalmente, recuerda siempre que lo que has sido hasta ahora ¡no tiene nada que ver con lo que puedes ser! Si has tenido tiempos difíciles toda tu vida, ahora tienes las herramientas para transformar por completo la si­tuación. Si no has logrado cerrar las ventas que querías, si no has recibido salario, el reconocimiento, el éxito, la paz, la felicidad y la prosperidad total que te hubiera gus­tado tener, todo está listo para que lo cambies.

¿Qué tan rápido? Sólo tienes que empezar a fluir de manera diferente y con regularidad, y un nuevo mundo te seguirá tan certeramente como la noche sigue al día. Tienes que hacerlo. Es una ley cósmica, la física del universo.