Curso de autoestima 094

Curso de autoestima 94

94. No, eso no. Primer. Paso Ley de Atracción

Autoestima 094- No eso no 1 paso ley atracción – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

«La situación en que te encuentras es por que alguna vez lo pensaste «Uno es lo que piensa.»

Alvin Toffler

Analizamos en el capítulo anterior de cómo se da el mecanismo de la Ley de Atracción, como este efecto no distingue entre bueno y  malo, lo conveniente e inconveniente simplemente es un imán. Por ello, es tan importante para nosotros como primer paso, entender las emociones negativas, saber cómo funcionan sutilmente, cómo identificarlas, por qué continuamos teniéndolas y, cu­riosamente, cómo es que desempeñan un papel tan trascen­dente en el proceso de tomar el control. Así que, por favor, no veas este capítulo sobre lo «negati­vo», como negativo, pues en realidad estamos hablando del componente secreto para lograr llegar a donde queremos. Hacer evidente el trabajado del subconciente respecto a la energía negativa que hemos generado, es el primer paso para cambiarlas a positivo.

La mayoría de nosotros hemos ido creando nuestros días desde que asistíamos al jardín de niños, a en­focarnos en todas las cosas que no nos gustaban ni quería­mos, y que nos hacían sentir impotentes, al tiempo que observábamos cómo empeoraban. Hemos vivido una vida en la que la mayor parte del tiempo nos sentimos a merced de fuerzas que operan fuera de nuestro control.

Quiero decir, ¿cuántos de nosotros asumiríamos la responsabilidad por tener un jefe detestable, por haber sido víctimas de un robo, por haber sido despedidos o por haber contraído una fuerte gripe? ¿y cuántos de nosotros culpa­mos al gobierno, a la economía, a nuestras familias, a la compañía donde trabaja  o al «sistema», de todo lo malo que nos sucede en la vida? Sinceramente, ¿es­taríamos dispuestos a aceptar la responsabilidad de todas las cosas que nos han sucedido?. No necesariamente estamos hablando de casos extremos, simplemente ¿cuántos de nosotros estamos plenamente satisfechos de accesar a la abundancia de Universo?

Lo que está mal es lo que está mal

            No podemos vibrar con energía negativa de cualquier tipo y en cualquier cantidad, por pequeña que sea, y ser felices. Y eso significa cualquier cosa, desde estar un poco irritables o un tanto indiferentes, hasta vivir con temor permanentemente. Es fisiológicamente imposible ser feliz con ese tipo de ener­gía fluyendo desde nosotros, porque estamos emitiendo dos vibraciones diferentes que activan dos resultados distintos, tanto externos como internos.

Las víctimas, como lo hemos sido todos en uno u otro momento, que ven al mundo como el resultado de incontables circunstan­cias sobre las cuales creen no tener control. Todos hemos estado ahí, o estamos todavía. Sólo es cuestión de cuánto del mito de la víctima hayamos escogido para vivir.  Pero no tenemos por qué quedamos ahí. De hecho, una vez que empieces a constatar realmente los efectos del mag­netismo, te será muy difícil pasar por alto esta evidencia que brilla intensamente: nuestras vidas han sido moldeadas por el diario fluir de nuestra energía, no por la suerte, el destino, las circunstancias o un tío rico. Si analizas que hemos pasado décadas enteras tratando de hallar todo lo que está mal y, por tanto, enfocándonos en to­das las cosas de nuestro mundo que no nos gustan, no queremos, o quisiéramos cambiar, no es de asombrar que hayamos atraído tantas desdichas y desventuras. Ningún ser humano puede estar tan continuamente desconectado de su fuente de energía y llegar a donde sea que quiera ir.

Así que aquí va un rayo de luz: “Vivir la vida continuamen­te como víctima de las circunstancias, enfocado siempre en lo malo que hay en todo y en todos, jamás nos proporcionará la existencia que deseamos. Sólo nos traerá una cosa: más de aquello que queremos tan desesperadamente cambiar”.

Receta para crear

La receta para crear cualquier cosa es realmente sencilla: toma sentimientos buenos o malos (lo que se traduce en vibraciones positivas o negativas), hornea con diversos grados de emoción para aumentar el magnetismo, y resultará lo que hayas atraí­do, te guste o no. Todo aquello en lo que nos hemos enfocado y la manera en la que hemos vibrado respecto a ello, es lo queremos recibido…, desde el día de nuestro nacimiento. Significa que hemos estado enfocados en lo que no que­remos… ¡durante años!

Sólo toma dieciséis segundos enlazar nuestras vibraciones ron aquello en lo que nos estamos enfocando. Así es, sólo die­ciséis segundos de pensamiento puro, enfocado, bueno o ma­lo, negativo o positivo. En ese breve tiempo, empezamos a vibrar en la misma frecuencia de lo que estamos pensando emocio­nalmente, lo que significa que estamos listos para atraer eso mismo que pensamos.

No es necesario decir que todos hemos tenido un montón de cosas en las que hemos pensado una y otra vez, en repetidos segmentos de dieciséis segundos, todos ellos con vibraciones de frustración, tensión y preocupación, sobre las incontables rosas que no queremos, que no nos gustan y no sabemos cómo manejar, o que pensamos que no podemos soportar. Lo ante­rior explica por qué durante la mayor parte de nuestra vida hemos estado atrayendo continuamente más de lo mismo. . Hasta ahora, ésa ha sido la manera fundamental en que hemos construido nuestra vida, produciendo una incesante corriente de tensión negativa, de la cual podría­mos prescindir.

Recuerda, no estoy hablando de la explosiones de negatividad, simplemente la vida cotidiana, sólo de ese eterno murmullo interior de: «Tenemos que arreglarlo, tenemos que hacerlo mejor, tenemos que hacer lo correcto, tenemos que en­contrar la manera», al cual llamamos inquieta calma o nudo en las entrañas. Y por el otro lado de la misma moneda, le llamamos: «Tene­mos que aceptarlo, tenemos que vivir con eso, no puedo hacer nada al respecto, me guste o no». La misma cosa, las mismas vibraciones.

La juguetería es toda tuya

Imagina que te conviertes de pronto en un niño que anda suel­to por la juguetería más grande y mejor surtida que hayas vis­to jamás en este ancho y amplio mundo, y que te dicen que puedes tomar lo que desees. iGuau! Eso va más allá de nuestra imaginación. Sin embargo, así es nuestro universo: una gigan­tesca juguetería de la cual podemos tomar lo que queramos para jugar con ello. Está ahí todo para que lo tomemos, o en espera de ser creado. Todo lo que tenemos que hacer es seeeeentir lo que queremos y magnetizarlo, atraerlo hacia nosotros.

Por ejemplo, digamos que en nuestra juguetería mágica hay ¡Un fantástico nuevo empleo que te está esperando!. O tal vez encuentres ahí mismo tu próxima casa, con todos los lujos inimaginables y con más aparatos electrodomésticos de los que jamás hayas visto. A la vuelta de la esquina hay también una nueva y maravillosa relación (o una vieja relación renovada). Ha también, hay a tu disposición, un nuevo cuerpo, totalmente reformado, y con las medidas adecuadas.

¡Eso es espléndido! Pero, ¿de dónde te van a llegar todas esas rosas maravillosas? ¿Te van a caer del cielo, o serán un regalo de m ángel guardián? No, van a salir de ti mismo. Para poder obte­nerlas, todo lo que tienes que hacer es desearlas con una inten­sidad que proceda de lo más profundo de tu ser, con una intensa vibración de «sentirte bien».

Viejas creencias oxidadas

Para nosotros, es difícil aceptar la idea de que lo que ha sido nuestra vida no tiene absolutamente nada que ver con lo que puede ser. Eso es diametralmente opuesto a cómo pensamos que funcionan las cosas. Sin embargo, lo que ha sido -o lo que sea que tengamos frente a nosotros en este mismo momento-, es sólo el resultado de cómo hemos dejado fluir nuestras ener­gías anteriormente, y no de «la forma en la que son las cosas».

Lo que ha sucedido en nuestras vidas, no es producto de algo o de alguien «fuera de nosotros», tampoco es el resultado de la buena o la mala suerte, mi abuela decía: “Hay personas que nacen con estrella y otros estrellados”, o de ser una buena persona, de ir a la iglesia, de ser una persona recta o una mula terca. Lo que nos ha pasado no tiene nada que ver con la familia, el gobierno o la escuela ó la empresa donde estoy.

Lo que ha ocurrido en nuestra vida es el resultado directo del lugar en el que ha estado nuestro enfoque. Y la mayor parte de nuestro enfoque procede de creencias anticuadas, de esas filosofías que huelen a rancio y que nos metieron en la cabeza, o que hemos aceptado a pie juntillas como la reali­dad, desde que éramos bebés. Nos atiborraron con ellas y to­davía están ahí: patrones arcaicos de pensamiento sobre lo que consideramos que es la realidad, patrones de pensamiento que francamente deberían estar en el bote de la basura.

Los psicólogos las llaman introyecciones, suena como inyecciones ¿verdad? Y casi así nos fueron inculcadas, se identifican fácilmente porque son creencias que tenemos que comienzan con: “Tengo que…..” a diferencia de aquellas que comienzan con “Quiero que…”. En términos generales, las primeras son del  tipo de viejas creencias enmohecidas, son nues­tro mayor obstáculo para crear ciertas situaciones que nos proponemos, porque aparecen y nos detienen cada vez que pensamos que nos gustaría tomar otra dirección.

Otras proceden de nuestro autoconcepto, que por cierto también aprendido de lo que nos dijeron que valíamos  Ya sabes a lo que me refiero: tú piensas que te gustaría conseguir un nuevo empleo, y entonces surge el reclamo del pensa­miento, cargado emocionalmente, de: «Pero no puedo, porque……, ó un automóvil nuevo: «Pero no puedo, porque…»,  ó una nueva relación: «Ay, no, no, REALMENTE no puedo,» porque…

            Son los valores y conceptos éticos de nuestros ancestros res­pecto a «deberías» y «si sólo»; ya «lo correcto» y «lo incorrecto». Son filosofías anticuadas de nuestras religiones que nos di­cen que no podemos tener una vida mejor hasta que nos vaya­mos de aquí, o que «sólo por medio del sufrimiento podemos esperar alcanzar el reino de Dios». Son convicciones acerca de logros y de éxito, de trabajar y ganarnos la vida. Son creencias que nos han impulsado a buscar siempre lo malo que hay en todo, convencidos de que debemos encon­trar formas de arreglar las cosas antes de poder avanzar: el trabajo, el medio ambiente, nuestra pareja, el gobierno, nuestros hijos y, sobre todo…, a nosotros mismos.

«Tengo que arreglar esto, tengo que arreglar aquello, ten­go que arreglar esto; no lo quiero de esta manera; no me gusta de esta manera; tengo que arreglar esto.» Es un enfoque de vida basado en que las cosas están mal y hay que arreglar como visión de vida. Sin embargo, tal vez nuestras creencias más perniciosas son las que más nos agradan, como la de echar la culpa de todo lo que nos sucede a los demás, a nuestros empecinados dirigentes, a nuestros familiares alcohólicos o a nuestros an­tipáticos jefes.

Culpamos, con la constancia del sol naciente, pensando que no hay nada de malo en eso porque así es como funciona el mundo. Estamos convencidos de que culpar nos hace sentir mejor y nos libera de los desastrosos resultados, así que lo seguimos haciendo todavía más, sin tener idea de cuán destructivas han sido -y están sien­do- dichas vibraciones negativas para nuestra vida.

Pero aquí están las buenas noticias: sin importar lo que el desfile actual de psicólogos y consejeros digan en contra, no tenemos que hurgar en toda esa inútil basura para hacer que la vida funcione a nuestro favor. Con unos cuantos sencillos trucos del oficio y la conciencia de que realmente no hay más dificultad que prestar atención a cómo estamos sintieeendo, aprenderemos fácilmente a superar esas viejas ideas, anticua­das, que nos mantuvieron prisioneros durante tanto tiempo, viviendo una ida difícil que siempre pensamos que era per­fectamente normal.

“No quiero»

Existe sólo un lugar de donde procede toda la energía negati­va: de nuestros «no quiero». Algunas veces los llamamos com­plejos de culpa, otras veces les decimos temores, remordimien­tos, preocupaciones, o dudas. Pero por ahora, para poder descartar toda la palabrería que usan los psiquiatras, los llamaremos sim­plemente «no quiero«.

Aunque resulte difícil de creer, la mayoría de nuestros pen­samientos cotidianos -y, por tanto, de nuestros sentimien­tos- son acerca de cosas que no queremos, grandes y pequeñas, de aquí y de allá, que vuelven del pasado o que se contemplan en el futuro. Este tipo de pensamiento es interminable, la mayor parte de él es automático e inconsciente, pero terriblemente limitante. Te invito para hacerlo práctico que le preguntes a una persona de tu confianza: ¿qué quieres de la vida?

Te aseguro que en más del 90% de los casos te darán una larga explicación de lo que NO quieren, pero cuando insistes, bueno ya se lo que no quieres, ahora dime ¿Qué SI quieres?. Lo más probable será como respuesta un largo silencio, ¿checas?. Veamos:

No queremos tener que conducir el auto hasta el trabajo cuando hay mal tiempo. Llegar tarde al trabajo.  Disgustar al jefe.   Que continúen nuestras carencias.   Vernos mal.  Que dañen a nuestros hijos.   Que nos dé gripe.   Que nos despidan.    Hacer largas filas.   Levantarnos temprano por la mañana.    Más cuentas por pagar.   Vivir en un clima tan frío.  Que se ponga la luz roja.    Divorciarnos.  Sufrir.  No tener dinero suficiente.  Fallar en el examen, etcétera, etcétera.

Ahora bien, de la lista anterior algunas nos parecerán más intrascendentes que otras, sin embargo enfócate en cual­quiera durante cierto tiempo y la verás frente a ti hecha realidad, antes de que sepas cómo ocurrió.

Lo que es peor aún, el poder colectivo de todos los conscien­tes e inconscientes «no quiero» que esparcimos enérgicamente durante todo el día, se convierte en la suma de vibraciones que produce nuestro mundo individual. Nos gus­te o no, esa mezcla es normalmente negativa.  ¿Te das cuenta el contaminado ambiente de energía negativa en que estamos inmersos?

Por ejemplo, revisemos esas viejas telarañas de nuestro pa­sado que comienzan con el «si tan sólo»:

Si tan sólo hubiera tenido otros padres.

Si tan sólo hubiera podido ir a la universidad.

Si tan sólo no me hubiera casado con esa persona.

Si tan sólo hubiera aceptado ese trabajo.

Si tan sólo no hubiera desviado mi ruta.

Si tan sólo, si tan sólo, si tan sólo…

            Los «si tan sólo» son sencillamente el tiempo pasado de los «no quiero». «Yo no quería realmente esos padres». «Yo no quería tener que buscar trabajo sin tener un título uni­versitario». «Yo no quería un matrimonio desventurado». «Yo no quería un empleo con tan bajo salario». «Yo no quería te­ner un accidente automovilístico, pero cambié de carril.» Y entonces aparecen todos esos tramposos «quiero» que no son más que «no quiero» disfrazados:

Quiero ponerme bien.

Quiero salir de deudas.

Quiero bajar de peso.

Quiero dejar de fumar.

Quiero que mejore nuestro desastroso matrimonio. Quiero que mi cónyuge obtenga un mejor trabajo.

Quizá pienses que estás siendo positivo puesto que no es­tas empleando los «no quiero», pero, ¿en qué te estás enfo­cando? El uso de los «quiero» disfrazados tampoco es muy recomendable, porque no nos permite obtener lo que en ver­dad deseamos, ya que en realidad hace que nos concentre­mos en los «no quiero» y puesto que recibimos aquello en lo que nos enfocamos…, ¿qué crees?, ahí aparecen tus «no quie­ro» para encontrarse contigo.

Ahora bien, no estamos describiendo casos extremos de personas malignas, no para nada, quiero hacer conciencia que en la media de personas normales como tu y yo, el enfoque de nuestra vida ha estado casi siem­pre en los «no quiero«: no queremos trabajar tan duramente, no queremos que se descomponga nuestro auto, no queremos esto y no queremos aquello a lo largo del día, lo cual sólo atrae hacia nosotros lo que no queremos.

Digamos que en tu trabajo hay algo que no te gusta, o que te ves obligado a conducir un automóvil destartalado, o que tienes una pareja que te está volviendo loco. Y suponga­mos que piensas en estos «no quiero» una y otra vez. Cada vez que vuelves al mismo tema y añades otros dieciséis se­gundos a él, con una buena dosis de emociones, no sólo lo estás aumentando y acrecentando su poder, sino que estás facilitando el pensar en él.

Cuando piensas en el mismo problema una y otra vez, se vuelve tan fácil pensar en él, que casi no puedes apartar­lo de tu cabeza. Y antes de que te des cuenta, precisamente lo que no quieres que suceda…, ¡ocurrirá!  Si vives constantemente preocupado porque no quieres que alguien raye tu automóvil nuevo, te convertirás en el blanco perfecto de vibraciones que atraerán hacia tu auto al tipo loco que está en el estacionamiento.

Si estás obsesionado con no tener vecinos desagradables como los que vivían en la casa de al Iado, lo más probable es que estés listo para atraer a gente odiosa, con perros que la­dran toda la noche, y no lograrás jamás sacarlos de ahí. Si no quieres más problemas con las cuentas por pagar, con seguridad esos problemas empeorarán.             Si no quieres pasar solo estas vacaciones…, bueno, ya te imaginas cuál será el resultado.

Todo aquello que incluyas en tus vibraciones, durante die­ciséis segundos o más, será atraído hacia ti, te guste o no te guste. Así que, cuando empieces a evocar todas esas cosas que no quieres, y fluyan de ti dieciséis segundos de sentimien­tos cada vez que hablas del asunto, éste se volverá parte de tus vibraciones diarias. Y muy pronto lo estarás viviendo…, aunque no te guste…, lo estarás vibrando…, hablando de ello…, quejándote de ello…, dándole vueltas…, y haciendo que coincida más todavía que al principio con tus vibracio­nes diarias. Estarás vibrando precisamente con aquello que no quieres.

Esas vibraciones no pueden irse tan fácilmente. Son parte de ti. ¡No importa cuánto te preocupes o te quejes al respecto, no se irán! Están incluidas en tu vida y cuanto más las vivas, re enfoques y reflexiones en ellas, más fuertes se volverán y retendrán en tu vida esa circunstancia de la que tanto deseas librarte.

Pero hay más…

Además, hay otro problema: ¿recuerdas los diapasones que estaban dentro de una habitación, y que sólo sintonizaban con los que sonaban en la misma frecuencia? Lo mismo suce­de con nuestros pensamientos. Cuanto más pienses en algo, no sólo atraerás más de aquello en lo que estás pensando, sino que también estarás haciendo sonar y atrayendo cualquier otra cosa -cualquiera- que casualmente esté en una frecuencia similar.

El resultado podría ser desde un caso grave de gripe, has­ta ser despedido de tu empleo, cuando lo que estabas pensan­do realmente era en que no tenías dinero para arreglar el techo con goteras. Ahora, de pronto tienes ese lindo paquete de sor­presas de la misma vibración -aunque no sean la misma cosa­ de tus «no quiero» nada agradables. Al pensar sólo en uno de ellos, estás extendiendo una invitación para cualquier cosa que pueda estar «saltando» dentro de la misma frecuencia. Si coincide con tu vibración, puede ser tuya, sin importar si estás o no enfocado en ella.

¿No has notado que cuando empieza a salir mal una cosa todo lo demás sale igual de mal? Eso se debe a que las vibra­ciones que estás enviando están coincidiendo con todo tipo de otras cosas con la misma longitud de onda. Al estar pen­sando en algo, una y otra vez, creas una espiral de pensamiento, que se vuelve considerablemente más grande con sólo Dios ­sabe qué más, que comienza a girar alrededor de tu centro magnético y se encamina hacia ti.

Por ejemplo, si te concentras demasiado tiempo en lo que te disgusta del trabajo que realizas, automáticamente harás que pasen cosas como que le den un golpe a tu auto, que se tape el fregadero, que pierdas las llaves, que el refrigerador deje de funcionar y que te tropieces y te lastimes el dedo gor­do del pie. Y todo por estar pensando una y otra vez en un solo «no quiero» que, por cierto, ahora será peor que antes.

Los «no quiero» pueden ser muy importantes o triviales, pero de cualquier modo, cuando nos enfocamos en uno, o en un centenar de ellos, hacemos que emitamos vibraciones que seguramente atraerán todo tipo de cosas que no se relacio­nen en lo absoluto con algo agradable. N o pueden hacerlo. Están en una frecuencia totalmente diferente.

Y así, damos vueltas y vueltas existiendo; eso es todo, existiendo, manteniéndonos a nosotros mismos alejados de las energías más elevadas de bienestar, que nuestro estado real y nuestro absoluto e irrefutable derecho.

Dos cosas son ciertas: 1) piensa durante suficiente tiempo en algo que no quieras, y tú mismo lo atraerás, o eso te atrae­rá a ti, y 2) piensa en un «no quiero» con verdaderos senti­mientos atrás de él, y automáticamente atraerás otros sucesos desagradables de frecuencia similar.

En sincronía o sin ella.

Así, pues, ¿qué hacemos con todo esto? ¿Cómo cambiar? Se­guramente no podremos controlar todas y cada una de las co­sas que decimos, hacemos o pensamos a lo largo del día, por pequeñas que éstas sean, nos volveríamos locos tratando de hacerlo.

No te preocupes, ésa no es la idea. Todo lo que necesita­mos hacer es volver a nuestro genio mágico, los sentimien­tos, y aprender a reconocer cómo se siente vibrar con «esta» y con «aquella» energía, e identificar cuándo estamos en alta o en baja frecuencia, cuándo nos sentimos mal o bien, y sintoni­zados con sentimientos negativos o realmente positivos.

Ahora, volvamos al asunto de las vibraciones. Absoluta­mente todo en el universo responde a las vibraciones; eso es una ley.  Así como los sentimientos de alegría, pasión, amor o cual­quier otro tipo de auténtica felicidad, son nuestra interpre­tación de ciertos tipos particulares de vibraciones, cuando sentimos ansiedad, culpa o resentimiento, también estamos interpretando cierta clase de vibraciones. Y no olvides por qué con un tipo de vibración te sientes mejor que con otro: uno está más cercano a nuestra fuente; el otro, no.

Todos y cada uno de nosotros somos extensiones físicas de muchísimo más de lo que vemos, extensiones de un ser más am­plio, un ser no físico (nuestra fuente de energía), que se está ex­presando a sí mismo justo ahora, en un cuerpo humano. Cuando vibramos en sincronía con esa energía, nos sentimos bien; y, al contrario, cuando nos sentimos deprimidos y mal, significa que estamos vibrando fuera de sincronía, aunque lo hagamos con esa misma energía pura y positiva.

Los «no quiero» significan que estamos fuera de sincronía. Cuando vemos algo y decimos: «No quiero esto», suceden dos cosas. Primero, no hay la menor posibilidad de que el «no quie­ro» sé vaya, porque lo estamos reteniendo en nuestra vibra­ción al centrar la atención en él. Y segundo, nos sentimos mal, deprimidos, abatidos, vacíos, o con cualquier otro tipo de sen­timiento, menos el de felicidad.

Por tanto, cuanto más estemos en sincronía con la ener­gía de nuestra fuente original, mejor nos sentiremos. Y cuanto más alejados estemos de esa sincronía, peor nos sentiremos. En otras palabras: sentirse bien es lo que debe ser natural, aunque no es lo normal para nosotros, al menos por el momento. Cualquier situación diferente a ésa no es natural, pese a que por ahora, lamentablemente, sea lo normal para nosotros.

Pero, ¡cuidado!

Nuestro principal problema con las emociones negativas es que muy pocas veces somos conscientes de que las tenemos. Sin embargo, si estuviéramos emitiendo la alta frecuencia de la alegría todo el tiempo, en lugar de vibraciones más bajas que no tienen nada que ver con la alegría, tendríamos tal pros­peridad, lujos y éxitos -para no mencionar felicidad, salud perfecta y bienestar-, que nada de esto nos importaría.

Ésta es, pues, la clave de ese estado que llamamos normal, el cual ocupa aproximadamente el 99 por ciento de nuestro tiempo, y que no es otra cosa más que vibraciones negativas. Las vibraciones negativas de cualquier tipo, de cualquier intensidad, con cualquier excusa, significan que nosotros mismos nos hemos alejado de la vida. Estamos existiendo, pero no viviendo. ¡Una gran diferencia!

Las vibraciones negativas significan que nos hemos desco­nectado de nuestra fuente.

Las vibraciones negativas se presentan cuando nos nega­mos a permitirnos siquiera pensar en todo aquello que nos hace felices.

Las vibraciones negativas surgen de vivir con los «no quiero». Y  ése es el único lugar de donde provienen. Las vibraciones negativas significan que hemos cerrado las puertas de nuestra «juguetería».

Ninguno de nuestros más acariciados anhelos puede manifestarse mediante vibracio­nes de «no quiero». Estos «no quiero» forman parte de una frecuencia diferente llamada «alegría», que permanece lejos de nosotros, muy distante, hasta que la llamamos por medio de las vibraciones más altas del «sentirse bien».

Así de simple: nuestros «quiero» sólo se sincronizan con las vibraciones positivas de nuestro «Ser interior/Ser expan­dido», y no con nuestras vibraciones negativas. Debido a que nuestros «quiero» nos traerán placer -de cualquier tipo-, la única vibración con la que coinciden es con la de nuestra «intención original» de estar en armonía.

No podemos pensar en lo que no queremos y esperar obtener lo que queremos. Es como tratar de mezclar aceite y agua: mezclar frecuencias bajas con frecuencias altas es imposible, unas siempre supe­rarán a las otras, dependiendo de cuál sea el sentimiento do­minante en un momento determinado. Incluso el sentirse moderadamente preocupado (que es más o menos la constan­te en nuestra vida) cierra la puerta a la abundancia y al bien­estar, a los cuales Dios nos dio derecho al nacer.

Por tanto, básicamente hemos estado destruyendo nuestros propios propósitos durante todo el tiempo. Al pensar que era importante preocuparse por cualquier cosa, como las cuentas por pagar, los niños, la abuela, la situación mundial, lo que hemos estado haciendo ha sido generar un constante flujo de energía de baja frecuencia, que retiene la mayor parte de lo que desea­mos para nosotros mismos, para otros y, también, para el mundo.

¡Hurra con lo negativo!

He aquí otra forma de plantear la situación: cualquier emo­ción que no pertenezca a la familia de la felicidad debe ser considera negativa, pues se origina en la carencia de algo. Analicémoslo: cada emoción negativa que hemos tenido, sin importar cuán débil u oculta esté, procede de la carencia de lo que realmente queríamos. Por ejemplo, la culpa: culpa­mos a alguien o a algo porque nos da lo que no queremos, lo cual es solamente la carencia de lo que queremos.

Estamos preocupados por perder a alguien o algo, así que estamos temiendo la ausencia -la carencia- de ese alguien o algo.

Nos provocan temor ciertas cosas que «andan por ahí», por­ que carecemos del sentimiento de seguridad. Nos justificamos y lo racionalizamos, porque nos hace fal­ta la aprobación de alguien (¡incluyendo la nuestra!). Nos sentimos deprimidos, puesto que no tenemos algo que queremos, aunque sólo sea el sentirnos bien.

Nos sentimos ansiosos, ya que carecemos del tiempo y los recursos para producir.

Cada sentimiento negativo en el diccionario, procede de una carencia. ¡Y doy gracias a Dios por eso! ¿Qué estoy diciendo? Sí, ya sé que eso suena a locura. Pero, ¿cómo podrías reco­nocer lo que QUIERES, si no sabes primero qué es lo que NO quie­res? No se puede. Sólo a partir de un «no quiero», es posible identificar un «quiero», lo cual significa que toda experiencia desagradable, todo acontecimiento negativo, todo momento des-, afortunado, y cualquier pequeña preocupación, es una opor­tunidad que nos brinda la vida.

Un «no quiero» es una llamada a despertar, una llamada a salir del escondite, a cambiar de velocidad y a atraer la «vida real». Así que bendice. Todas las emociones negativas que hayas tenido, o que estés teniendo ahora, sin importar lo desagra­dables o frecuentes que éstas sean. Son las herramientas más valiosas con las que cuentas, tu trampolín al bienestar.

Cierto, es difícil hacerse a la idea de alegrarse por algo como el estrés; pero, si has logrado identificarlo (¿y quién no?) y puedes admitirlo y sentirlo, has dado el primer paso, y el más importante, para aprender a ser un verdadero creador.

Paso uno: identifica lo que NO QUIERES.

Existen dos clases de «no quiero»: los universales y los persona­les; los universales son los más comunes y fáciles de identificar.  Los «no quiero» universales son los que a todos nos dis­gustan, las cosas que nadie quiere en el planeta como, por ejemplo, cuentas bancarias vacías, enfermedades, malas re­laciones, trabajos insatisfactorios, cuerpos mal formados, baja auto estima, techos con goteras, automóviles descompuestos, robos, asaltos, accidentes terribles y hasta el calentamiento global. Esto es suficiente para empezar.

Los «no quiero» personales son las cosas levemente des­agradables de la vida, que sólo nos molestan a nosotros y no necesariamente a los demás, son cosas que, de manera perso­nal, preferiríamos evitar, como el tener que pronunciar un discurso en una junta, matar arañas, coser agujeros en los calcetines de los niños o actuar como jurado en largos juicios. Ocurren con menor frecuencia que los «no quiero» universa­les, porque no estamos tan a la expectativa de que se presen­ten, y en consecuencia, no suceden. Por ejemplo, digamos que estás realmente furioso con tu jefe (un «no quiero» personal).

En el camino de regreso a casa te detienes en el supermercado, y claro, por la forma en que estás vibrando, te colocas en la fila de la cajera más grosera y malhumorada del lugar. En otras circunstancias no te impor­taría, pero ese día la lentitud del avance de la fila, y la actitud de la cajera, te sacan de quicio. Mientras vas camino a casa, sigues sintiéndote furioso con la empleada -durante más de dieciséis segundos-, hasta lle­gar al punto en que tus pensamientos se convierten en senti­mientos, y, consecuentemente, en movimiento de vibraciones.

Piensas en la cajera durante la cena, más de dieciséis se­gundos, y en verdad logras convertir la vibración de los «no quiero» en una parte de ti. Hablas de ella en el trabajo (exce­lente tema de conversación para la hora del café) y cuentas lo que sucedió, sin perder detalle, a tu mejor amigo durante el almuerzo. Ahora es cuando lo mejor sería que te escondieras, porque la energía que estás produciendo, con un enfoque tan específico, se ha convertido en un boomerang y puedes apos­tar a que ya se dirige de vuelta contra ti.

A la noche siguiente, todavía enojado con la cajera, deci­des ir de compras a la tienda del competidor. Haces tus com­pras, te diriges a la caja y, ¿adivinas qué? ¡Ganas la apuesta! Te toca otra cajera, atraída por tus vibraciones, tan desagra­dable o más que la anterior. Has vuelto a caer exactamente en lo que querías evitar. ¡Tú lo pediste! Obtuviste la consecuencia de tus vibraciones; no hay otra regla de vida más efectiva que ésa.

Los «no quiero» personales generalmente no son tan gra­ves, por lo menos al principio. Vienen de nuestro deseo inna­to de experimentar las cosas bellas de la vida, mientras que los «no quiero» universales tienen raíces más profundas, y proceden casi siempre de temores e inseguridades humanas.

Pero lo importante no es si un «no quiero» es universal o personal, intenso o leve, constante o pasajero. La cuestión es que puedes descubrirlo, sentirlo, o hacer lo que se necesite para identificarlo…, y cambiarlo. Eso significa que debes cambiar cuanto antes los sentimien­tos de «sentirte mal» por los de «sentirte bien».

Obsérvalo

El secreto para volar hacia el mundo maravilloso es simplemente «sentirte bien», y no requiere de otra cosa que empezar a pensar en los «quiero», en lugar de en los «no quiero». Debido a que los «quiero» y los «no quiero» se pueden con­fundir tan fácilmente, y a que los «no quiero» casi siempre predominan, debemos ser muy precavidos.

Por ejemplo, consideremos el pensamiento: «No quiero que me dé gripe». Aun cuando lo que estás diciendo es que quie­res sentirte bien, ¿en qué te estás enfocando? Lo estás ha­ciendo precisamente en lo que no deseas, así que de ese modo es como estás vibrando. De acuerdo con la Ley de Atrac­ción, vibras y das vida a aquello en lo que te concentras, en este caso, a la gripe.

O bien, considera la siguiente frase: «No quiero seguir con­duciendo este viejo automóvil» . Lo que tú quieres es un auto­móvil nuevo, pero te estás enfocando en el viejo. No sólo estás vibrando en armonía con tu «no quiero» (conducir tu viejo auto), lo cual aleja la posibilidad de que se vuelva realidad tu deseo de tener un nuevo automóvil, sino que ese enfoque pro­bablemente provocará que ocurran todo tipo de cosas desagra­dables a tu pobre auto viejo. Y si sólo te enfocas en el dinero que te falta para comprar un auto nuevo, o para arreglar el viejo, observa cómo las dos cosas se atraen como abejas a la miel: el viejo auto se descompondrá y no habrá dinero en el banco para arreglarlo.

Un fuerte sentimiento de: «No quiero que me multen por exceso de velocidad”, es una buena invitación vibratoria para que el agente de tránsito escondido detrás del árbol que está cavilando en: «Voy a alcanzar a ese tonto como sea». Las mismas vibraciones’ negativas se unen. Un fuerte sentimiento de: «No quiero reprobar este exa­men» es un tipo de enfoque del que deberías prescindir si real­mente quieres aprobarlo. Un fuerte sentimiento de: «No quiero que mi hijo resulte lastimado» es un gran preludio vibrátil de un accidente.

«No quiero que me roben.»

«No quiero enfermarme cuando sea viejo.».

«No quiero que se descomponga mi automóvil.»

«No quiero vivir así.»           .

«No quiero pagar tantos impuestos.»

«No quiero cometer un error.»

«Odio la guerra.»

Todas son cosas que quieres cambiar, pero que con tu en­ foque, las has incluido en tus vibraciones. Enfócate en los «no quiero» y obsérvalos crecer.

Asimismo, resulta engañoso enfocarte en el «quiero», cuando en realidad estás vibrando en un «no quiero» como en los siguientes casos:

«Quiero terminar con esta relación.»

«Quiero un empleo con mejor sueldo.»

«Quiero al gobierno fuera de mi vida.»

«Quiero salir de deudas.»

«Debemos detener la destrucción de los bosques.»

¿En dónde está tu enfoque? En cada uno de esos casos, está en lo que no quieres, no en lo que sí quieres.  Si al pensar en ellos tienes un pensamiento pasajero sobre un «no quiero», no hay problema. Pero si prestas demasiada atención a algo que realmente no quieres -aun cuando pien­ses que es algo que quieres- tarde o temprano crecerá y te alcanzará.

Vuélvelo acogedor

Obviamente, nadie se detiene a analizar cada pensamiento que tiene, para ver si esa tontería es un «quiero» o un «no quiero». Nos volveríamos locos en cinco minutos. No, no te­nemos que hacer eso. Todo lo que tenemos que hacer, es prestar atención a cómo nos hace sentir un pensamiento.

Si lo que estás diciendo o pensando te hace sentir rumbo al cielo, lleno de alegría, estás en un «quiero» (bandera verde). Si, en cambio, sientes que has entrado a una nube oscura yhúmeda, estás en un «no quiero» (bandera roja). De hecho, si te produce cualquier tipo de sentimiento que no sea, agra­dable, tienes un «no quiero» en acción. Simplemente vuelve a pensarlo, usa otras palabras, otro enfoque, y vuelve a sen­tirlo hasta que hayas encontrado una forma acogedora en un cálido y suave «quiero» y estés vibrando ahí, seguro ya salvo.

A continuación te presento un buen ejemplo. Repítete a ti mismo: «Quiero ser feliz». Es evidente que es un «quiero», pe­ro estás partiendo de una carencia de lo que deseas. Así que, decirlo de esa manera, ¿cómo te hace sentir? ¿De maravilla? (¡Lo dudo mucho!) ¿Feliz? (¡es muy poco probable!).

Muy bien, ahora di: «Quiero que la felicidad que tengo en este momento en mi vida se extienda, y se convierta en una alegría continua e interminable». ¿Cómo te sientes con eso? Mucho mejor, ¿verdad?

«Quiero salir de deudas.» No hay necesidad de preguntarte cómo te hace sentir eso. Mejor repite: «Quiero usar mi ta­lento en una forma que sea positiva, satisfactoria y realmente remuneradora. Sé que puedo hacerlo». O: «Intento tener más tiempo para dedicarme a proyectos agradables, novedosos y que me produzcan dinero». O: «Me siento lleno de vida cuan­do soy creativo», lo cual marca una enorme diferencia con el sentimiento de: «Quiero salir de…»

Pero no te dejes seducir por las palabras, o terminarás hun­dido en la confusión. Simplemente mantente sintonizado en como te sieeentes cuando dices o piensas algo. Después, expe­rimenta con diferentes declaraciones. Cuando encuentres una que te provoque sentimientos realmente agradables, .signifi­ca que te has conectado con tu Fuente de energía y verifica cómo te hacen sentir las cosas que dices todos los días:

«Sí, estoy enfermo y harto de eso, también.»

«Sí, sí, ya lo sé. Es terrible lo que está sucediendo.» «Olvídalo, no tenemos ni la menor oportunidad.» «Estoy de acuerdo, él es un verdadero problema.»

Si no te hacen sonreír, si no te hacen sentir cómodo y pro­tegido interiormente, son vibraciones negativas y «no quieros»; si no te hacen sentir verdaderamente acogido, no las digas, o cámbialas por otras.

Éstas son tus opciones

El pensamiento social consciente, entendiendo a éste como el que fluye de las masas, gira principalmente en torno a los «no quiero», pero no es justo culpar a los demás por el turbio mar de pensamientos en el que vivimos. ¿Cuántas veces has hablado de lo terrible que es algo? Eso se agrega a ese mar. ¿O cuántos de tus compañeros de trabajo protestan y se quejan por esto, por eso y por lo de más allá?, o qué tal la frase: «iOh, demonios, otra vez es lunes!», también eso va a parar a ese mar. Todo eso es lodo de bajas vibraciones. Lo transpiramos, lo aspiramos, vivimos en él.

Así que a continuación te presentaré tus opciones: o apren­des a identificar una vibración positiva de una negativa y to­mas el control de tus «quiero» y «no quiero», o seguirás en ese negativo mar de basura, para andar a ciegas, como casi todo el mundo, el resto de tus días. Forcejeos, desacuerdos, conflictos, enfermedades y muy poca felicidad, serán tu recompensa.

¡Quizá son palabras duras, pero eso se puede remediar fá­cilmente volvámonos generadores de pensamientos, en lu­gar de receptores de los mismos! De ese modo estaremos en otro juego, y ya no tendremos que vivir sometidos al capricho de las emociones ajenas. Dejaremos de ser el pasajero vulne­rable e indefenso y pasaremos a ocupar el asiento del conduc­tor o las fuerzas exteriores son irrelevantes. El pasado ya no tiene importancia. Finalmente estaremos saliendo del ambiente que no podemos controlar. Nuestra vida, de aquí en adelan­te, será la que escojamos.

El final de la historia

Hace tiempo solicite un préstamo que fue rechazado.  Bueno, tan pronto como me dijeron analice y me di cuenta de que me había hundido en serios «no quiero» que no solo había arruinado el préstamo, no me tomó mucho tiempo cambiar el interruptor de «sen­tirme mal» a «sentirte bien». Y me mantuve firme en ello, a pesar de que el préstamo había sido rechazado. Aun cuando no parecía haber esperanzas, me negué a considerarlo así, y me puse a trabajar en cambiar mi enfoque, mis sentimientos, mis vibraciones y hasta mi ropa cuando llegué a casa (aun­que esto último fue llevar las cosas demasiado lejos). A la mañana siguiente, el prestamista me llamó por teléfo­no para decirme que habían solucionado el problema, que el préstamo por fin estaba aprobado y que el dinero me sería en­tregado en unos cuantos días.

¿Fue suerte? ¡Para nada! Fue un deliberado y propositivo cambio de sentimiento y por lo tanto de flujo de energía. Ya había recibido lo que no quería, así que no fue muy difícil identificar mi «quiero», cambiar de sentimiento, tenerlo y fluir, y fluir. No siempre resulta sencillo «darle la vuelta» a un no quiero» después de que se ha saltado del avión sin para­caídas, pero en este caso funcionó.

La creación negativa ha sido nuestra especialidad. Hemos moldeado nuestros mundos privados usando incontables ba­rriles de «no quiero» para responder a las eternas preguntas de por qué, por qué, por qué: «¿Por qué nuestras vidas.- to­man este curso?» «¿Por qué no somos tan felices como nos gustaría ser…, como podríamos ser…, como deberíamos ser?»

«¿Cómo es que nunca hemos llegado ahí, ni hemos logrado su­bir hasta allá?».  ¡Está bien! Lo está, realmente. Lo hermoso hecho perfecta­mente. Sin nuestros «no quiero», jamás habríamos alcanza­do nuestros «quiero». Ahora, sólo tenemos que aprender cómo dar vuelta a las cosas deliberadamente, en lugar de hacerlo por casualidad.

Así que si sientes que de pronto te ha envuelto una horri­ble y espesa nube negra recuerda que está fluyendo energía negativa de ti. Sencillamente salta de ella y ponte a hurgar buscando algún tipo -cualquier tipo- del agradable «sentirse mejor». Aho­ra estás ondeando banderas verdes en tu camino de atraer tus más amados profundos y acariciados anhelos, que en prin­cipio, es a lo que viniste a este mundo.