Curso de autoestima 074

Curso de autoestima 74

74. Darnos Cuenta

Autoestima 074- Darnos cuenta – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

La mayor plenitud en la vida, la grandeza espiritual de un ser humano, tan sólo se logra siendo lo que más anhela nuestro corazón ser.

Alejandro Ariza

¿Ha conocido a alguien que tenga cierta facili­dad natural para la música? Me refiero a algún amigo o conocido que en alguna circunstancia, al estar oyendo música usted y él luego de un rato, tomara una guitarra y empezara a tocar la melo­día que estaban escuchando, pero para sorpresa suya su amigo nunca la había tocado, sino que en ese preciso momento la estaba «sacando de oí­do». ¿Le ha pasado algo similar? Sin lugar a dudas, se trata de una persona que nació con un talento natural para la música y muy posiblemen­te quiera ser un gran músico. Ahora bien, el he­cho de que esta persona tenga un talento natural para la música, ¿le garantiza llegar a ser un gran músico? ¿Cree usted que por el hecho de tener un don natural, ello le asegura un gran éxito co­mo músico virtuoso? Pues permítame afirmarle categóricamente que no. Definitivamente’ no es garantía el hecho de que por tener ese don natu­ral llegue a SER un gran músico. Claro, su don natural le facilitará llegar a serlo, pero no le ga­rantiza en absoluto alcanzar el éxito.

 ¿Qué nece­sita HACER esta persona para lograr ser un gran músico? Necesita hacerse músico, necesita estu­diar y prepararse profundamente para ello. La disciplina acompañada de una gran vocación obra milagros. Pero, ¿qué más le favorecería a nuestro músico para llegar a ser uno de los, gran­des? ¿Dónde le convendría ESTAR? Pues sin lugar a dudas que le favorecería enormemente estar en donde están los músicos. Ir al conservatorio a una escuela de artes melódicas o, por lo menos, a la casa de un grupo de amigos músicos, ya que definitivamente el ser humano se ve influido por el medio, y sabiendo esto, es altamente recomen­dable saber elegir el medio en donde queremos desarrollamos para poder expresar plenamente nuestras potencialidades. Pero sigamos con nues­tra reflexión. A nuestro amigo músico, ¿le sería útil TENER una guitarra? Yo creo que sí. Por su­puesto que sí.

Imagínese a alguien con un gran gusto por la música y sin instrumento alguno. Es­toy seguro de que a este personaje que estamos analizando le sería de extrema utilidad tener una guitarra, un piano o por lo menos una flauta. Es el instrumento con el cual puede empezar a crear su grandeza por medio de la práctica. Si me ha seguido con atención durante esta cadencia de preguntas podrá haberse percatado del orden en que fueron escritos los verbos con letras mayús­culas: SER, HACER, ESTAR Y TENER. Y es precisa­mente en este estricto orden en donde el ser humano encuentra su plenitud. ¡Ante todo y pri­mero que nada está el SER!¿Qué es lo que usted realmente quiere ser?

 Reflexione profundamente y responda con total apertura: ¿Qué quiere ser? Lue­go, haga lo necesario para llegar a serio. Esté donde se reúnan las personas que son afines con lo que usted quiere ser. Al hacerlo así, le garantizo que logrará tener todo lo que quiera en la vida como una lógica y natural consecuencia de haber recla­mado su ser.

El punto crítico, la confrontación más impor­tante en esta ocasión se da en el análisis causal de una de las experiencias más debilitadoras y des­gastantes en el ser humano: el vacío existencia!. Se trata de esa sensación en la que no percibimos emoción alguna. En la que ya nada nos importa, en la que la vida pierde todo sentido y empieza un verdadero y profundo síndrome depresivo. Es cuando la gente enferma con gran facilidad y se abate ante cualquier desafío, por mínimo que sea. Pero, ¿qué tiene que ver esta reflexión con nues­tro estudio? Todo.

Analicemos cuál es la causa esencial de toda depresión. ¿Cuál será la razón por la cual muchas personas caen en un vacío tan grande que ya nada les importa? ¿Cuál será el origen de este mal que ocupa el primer lugar dentro de todas las enfermedades psiquiátricas en el mundo? Me refiero a la depresión. ¿Cómo se gestará dentro de una dinámica mental progre­siva este estado tan debilitador y frustrante en el hombre? Pues bien, la razón por la cual el ser hu­mano experimenta ese terrible vacío existencial es porque «es» lo que no quiere ser, «hace» lo que no le gusta, «está» donde le desagrada, pero ¡¡¡se aguanta por «tener»‘!!! y definitivamente, el precio que se paga por ese tener es muy alto.

El precio es la falta total de sentido en la vida. ¿Qué caso tiene atesorar grandes fortunas y ser dueño de miles de cosas, si así no soy lo que realmente quie­ro ser? La mayor plenitud en la vida, la grandeza espiritual de un ser humano, tan sólo se logra siendo lo que nuestro corazón más anhela ser. De lo contrario sólo lograremos tener cada vez más y más cosas, en una franca abundancia, y aun así tendremos más deseos de querer atesorar más y más bienes materiales, y esa ansia insaciable resulta por querer «llenar» el vacío existencial tan gran­de que experimentamos al no ser quien realmente deseamos ser. Ésa es la razón por la que mucha gente compra y compra cada vez que experimen­ta una depresión. ¡Qué absurdo!, ¿no le parece? Es como querer rellenar una lata sellada al vacío, cubriéndola cada vez con más y más etiquetas.

¡SER! ¡es lo que nos hace experimentar la plenitud en la vida! Por ello, el hombre necesita reclamar y defender su ser ante cualquier circunstancia o persona, ante cualquier conocido o familiar que no esté de acuerdo. Y además, una vez que logra alcanzar la dicha de saber qué quiere ser -algo no tan fácil de dilucidar- pues también es tras­cendente que «se dé cuenta» si aquello que hace lo dirige a ser quien realmente quiere ser. Por ello un par de preguntas trascendentes son: ¿a dónde va? y ¿qué hace para llegar ahí? Son pre­guntas para darse cuenta.

Imagínese subiendo por una escalera que colo­có recargándola en una enorme pared. Con el paso­ de su vida, mediante .su tenacidad y entrega, va ascendiendo peldaño a peldaño. Pero qué dramática falta de sentido existencial experimentar así, al llegar al último: peldaño, al haber alcanzado la parte más alta de su escalera al éxito, se da cuenta de que la apoyó sobre la pared equivocada. Incluso, existe algo peor ¡¡Peor aún!!! Y me refiero a que mucha gente se da cuenta de que es la pared equivocada desde que empezó a subir por su escalera, y ¡aún así sigue subiendo! Luego no se explican por qué no gozan su vida, no go­zan nada de lo que les ofrece. Yo creo firmemen­te que la vida nos. ofrece «La Oportunidad» de ser lo que realmente queremos ser. La elección es exclusivamente nuestra. El gozo de la plenitud también.

No importa cuánto dura La vida, ni cuán rápido pasa, Lo trascendente es Lo que somos y hacemos en ella.

ANÓNIMO

Por eso es de importancia capital darse. «un mo­mento» para reflexionar y pensar en usted mismo preguntándose: ¿A dónde voy? ¿Lo que hago en mi vida realmente me dirige a la plenitud de mí ser? Piénselo y respóndase. Le garantizo que ese momento será un auténtico «Momento para cre­cer»  Es el auténtico descubrimiento: «Darse cuenta. Lo considero como descubrimiento por la rareza de esa reflexión, por la magnitud de su respuesta.

¿Se da cuenta por qué hay gente feliz e infeliz en este mundo? Yo creo que la diferencia estriba en que sólo algunos reclamaron su vocación de ser por sobre todas las cosas y, así, lograron desarro­llar su ser majestuosamente. La grandiosidad de nuestro ser es «El Llamado».

Cuando hemos encontrado nuestro motivo de ser, cuando nos atrevemos a ser quien realmente queremos ser, es cuando cobra sentido el aire que respiramos, el agua que bebemos, la comida que satisface nuestra hambre, la observación del resplandor de nuestra alma. Mantenga el contacto con su grandeza su más auténtico «ser»  y se­rá poderoso. Tendrá el poder para distinguir entre lo importante y lo urgente, entre lo bueno y lo mejor y, así, logrará estar cumpliendo con su mi­sión existencial, para lo que fue creado; estará en pleno contacto con su destino. Una vez que sepa a dónde va y ahí vaya, empezará a brillar, su grandeza humana se iluminará con pasión, con vehemencia, con deseos y plenitud de sentido. Será cuando más instintos de héroe experimente. Verá cómo alcanzará metas sorprendentes sin mayor esfuerzo.

Sé que lo que acabo de compartir con usted le puede resultar poco creíble. Le reservo ese dere­cho que tiene a dudar. Incluso, puede dudado de manera absoluta. Lo entiendo. Simplemente no ha llegado su momento para «darse cuenta».

Cuando el oído sea capaz de oír, sólo hasta entonces vendrán los labios que habrán de llenarlos con sabiduría.

EL KYBALIÓN

Sé bien que nuestro destino hacia la grandeza de nuestro ser es fácilmente velado por un mundo donde sólo se hace publicidad de automóviles, ropa, computadoras, rebajas de verano, vacacio­nes, preventas navideñas, sexo y medicinas. Y es por ello que califico, una vez más, como «descu­brimiento» a la dicha de «darse cuenta» aun den­tro de ese mundo. Sin embargo, también sé que todos nacimos con un compás de espera interior para damos cuenta de nuestra verdadera grande­za, pero el proceso se hace muy lento para mu­chos, lentísimo. Y se hace más lento aún para aquellos que experimentan su existencia como una oportunidad para «tener» fama, poder, caris­ma y dinero. Su proceso de «darse cuenta» lo ha­cen tan lento que todo el tiempo que tuvieron la dicha de estar vivos no les fue suficiente, y mu­rieron desconociendo su grandeza.

Muchos de nosotros crecimos con la idea de un hogar, un buen auto, una promoción, un reconocimiento, una seguridad financiera, un paseo en domingo y alguna rutina de ejercicio. Sin embargo, esto no es lo que nos llega a tocar el corazón o a inspirar nuestro espíritu. Experimentamos la grandeza sólo cuando nos damos cuenta del gran corazón de un Forrest Gump, (de la película del mismo nombre), de la transformación de un Scrooge (del famoso cuento de navidad de Dickens). Sentimos la grandeza en la pasión por vivir de un Jack, en la total falta de importancia que le da a las clases sociales por alcanzar el corazón de Rose, objeto de su mayor afecto en Titanic. Lo que realmente nos conmue­ve el alma es el «ser» humano y la- heroicidad que podemos alcanzar “siendo» quien realmente de­seamos, ya que por sobre nuestro deseo de triunfar está nuestro deseo de ser grandiosos.

Las conversaciones que a diario oímos suelen ser acerca de la gran competencia de nuestros opo­nentes, de las computadoras más sofisticadas, de unas buenas vacaciones en alguna playa, de la mejor Protección en este mundo lleno de delincuencia, pero lástima que nuestra grandiosidad no está interesada en ello en absoluto. Sólo 1a parte más superficial de nuestra persona oye esa conversación. Nuestra grandeza espiritual está alerta de momentos más inusuales en los lugares más insospechados: con la emoción de entrever a una persona ayudando a un extraño a subir sus cosas. por una escalera muy pendiente escuchan­do el cumplido de una persona ante la bella sonrisa de una cajera observando a un joven universita­rio caminando con paso firme hacia una oficina con la gran emoción de obtener el trabajo de sus sueños viendo a un joven ayudar a un anciano a cruzar la calle. Admirando el vuelo de una mari­posa, observando a alguien que busca la placa de identificación en el cuello de un perro extraviado­ con la intención de poder regresarlo a su dueño y devolverle así la alegría de su mascota, o bien, contemplando un amanecer. Todos éstos son signos con los cuales se eleva nuestro espíri­tu y nos recuerdan el enorme potencial que tene­mos para «ser» grandiosos en cualquier momento en que nos queramos dar cuenta.

El «ser» humano y cada vez más humano es, la fuerza que nos pone en contacto con el Amor, con esa señal interior para ayudar a otros y que es la misma que tristemente nos han enseñado a evadir. Nuestra capacidad de ser plenamente hu­manos es la grandeza, por la cual podemos ver más allá de lo evidente, es donde nuestra alma se pone en contacto con nuestra más auténtica ten­dencia: la facultad para amar.

Darse cuenta de su grandeza como ser humano es lo que le confirió la fuerza a Nelson Mandela para mantenerse firme aun después de 20 años de prisión, a un Christopher Reeves para mantener su entusiasmo aun después de una parálisis cuadrapléjica, a un Wayne Dyer para dejar las drogas, perdonar a su padre Y hoy ser un gran guía espiri­tual por medio de sus libros. Los ejemplos de la grandeza de un ser son relativamente escasos, y ello puede deberse a que muy poca gente se ha dado cuenta de su más auténtico llamado a “ser”. El ser es un enorme depósito de alegría, sabidu­ría y poder, y también es nuestra parte más ínti­ma, tan íntima que por lo general no nos damos cuenta de que ahí está.

            Si no alcanzas tu propio Ser, si no tienes la experiencia de la dicha suprema, ¿de qué sirve vivir?

Sw AMI MUKT ANANDA

Tuve la oportunidad de tener acceso a algunos documentos en los que se estudiaban ciertas escrituras de la India, y me llamó la atención que afirmaba que sólo es en verdad humano aquel que reflexiona sobre las preguntas: «¿Quién soy yo? ¿Por qué he nacido? ¿Quién me creó? ¿Qué debo hacer?» De esa manera, lejos de hacerle creer que esta reflexión trata sobre alguna cultura hindú, me permito compartir con usted el enorme compromiso que tiene “al darse cuenta» de su grandeza como ser humano.

Hace un par de días me habló por teléfono una amiga, muy emocionada porque había nacido el bebé de una gran amiga suya. Me comentó la ale­gría que embargaba a los padres y a ella misma. Recuerdo que esa llamada telefónica me hizo re­flexionar acerca, del nacimiento de un ser humano. Creo que por ser tan fácil engendrar niños, mu­chos consideran la vida humana como algo de es­caso valor y aun después de haber obtenido este cuerpo, la mayoría de nosotros se pasa la vida tan sólo satisfaciendo sus sentidos con todo lo que llegamos a tener. De esa manera, muchos no se dan cuenta de que el ser humano es invaluable. Me permitiré compartir con usted una metáfora:

Un buen día, un discípulo se acercó al maestro y le preguntó:

– ¿Cuál es el valor del ser humano? A lo que el maestro le contestó:

– Vuelve mañana y te lo diré para que te des cuenta. A la mañana siguiente, cuando el discípulo volvió, el maestro le entregó un diamante con es­tas instrucciones:

– Llévalo al mercado y haz que te lo valoren. No lo vendas, sólo llévaselo a cada comerciante y pide precio por él.

El discípulo llevó el diamante de un comerciante a otro. Primero fue con un vendedor de frutas:

-¿Cuánto me das por él? -preguntó.

– Te daré dos naranjas -dijo el vendedor de frutas. Luego fue con un vendedor de patatas, que le dijo:

-Te daré cuatro kilos de patatas. Más tarde el discípulo fue con un orfebre, un joyero muy común, y le pidió que valorara el dia­mante.

– Te daré cien dólares -dijo el orfebre.

El discípulo fue con varios joyeros más, cada uno de los cuales le ofrecía un poco más de dine­ro. Finalmente, fue con el mejor joyero de la ciu­dad y le pidió que valorara el diamante. El joyero colocó el diamante en la palma de su mano y ex­clamó: – ¡Oh hermano! no puedes vender este dia­mante.  No tiene precio.

            El discípulo, regresó con el maestro, le devol­vió el diamante y le contó lo sucedido.

– ¿Entiendes ahora el valor del ser humano? -le preguntó el maestro. Una persona se pue­de vender a sí misma por dos naranjas o por cua­tro kilos de patatas, hasta por cien dólares o, si quiere, puede convertirse en algo de valor incal­culable. Todo depende de que se dé cuenta.

Estimado lector, estoy totalmente convencido de que descubriremos el valor de nuestra grande­za cuando nos demos cuenta de nuestro «ser» in­terior. Cuando dejemos de oír el ruido de afuera y alcancemos a escuchar la voz de adentro. Así, de esta manera, te garantizo que darse cuenta de lo que hoy he podido compartir con usted, será el más profundo y poderoso motivo para que usted y yo conservemos por siempre nuestra.

¡Emo­ción por existir!