Curso de autoestima 016

Curso de autoestima 16

16. Sincronía

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Si quieres hacer reír a Dios , cuéntale tus planes.

Tú y yo nos teníamos que encontrar aquí, y ahora, preci­samente a través de este taller. Nada en la vida sucede por accidente. No existen las coincidencias, o como expresara Carl Gustav Jung, se trata de causalidad. Los que verdaderamente existen son los momentos en plena sincronía, y el momento en que escribí y lo mande por Internet, esto debía sincronizar con el momento en que tú decidiste leerlo. Así debía suceder y así está sucediendo.

Sé bien que puedes dudar de esto, sin embargo, con el paso del tiempo te percatarás de que. Así funciona la maravilla del Universo en el que tú y yo nos desenvolve­mos. Desde hace años tuve la dicha de darme cuenta de que así suceden las cosas, todo es por algo y ese algo siempre es algo bueno, sea lo que sea. Existe una sincro­nía perfecta de sucesos en la vida para que todo marche como debe ser, todo está ya perfectamente planeado. Y lo más bello aún, es que esta sincronía de eventos en la vida, aún siendo un plan perfecto, nos permite gozar de nuestra libertad. ¡Qué ironía, pero al mismo tiempo qué maravilla! Más adelante me permitiré explicarte más.

Por el momento anhelo compartirte lo extremadamente feliz que he sido a veces. ¿Alguna vez has llorado por ex­perimentar tanta dicha en tu vida? ¿Has llorado por sentir tanta emoción por existir, al contemplar las maravillas que Dios nos depara en cada momento? Yo he llorado a ese grado y es algo sublime. Ojalá lo hayas experimenta­do, e incluso ojalá lo experimentes con singular frecuen­cia.

Últimamente he viajado como nunca antes, visitando los lugares más bellos y conociendo a gente extremada­mente valiosa y humana por razones profesionales.  No puedo estar más agradecido por todo, y es que no te imaginas la mágica realidad que se vive con una nueva conciencia. Suceden tantas cosas que cualquier otra persona calificaría como «inauditas», y la verdad no es otra cosa más que la magia -milagros- que se expe­rimenta en todo momento de la vida cuando uno deja de querer ser quien organiza todo y empieza a dejarse fluir  por los designios de orden superior que han sido diseñados para cada uno de nosotros. En mis últimos viajes, he dictado conferencias en Chetumal, Cancún, Manzanilla, y en algunas otras partes, incluso fuera del país en luga­res muy, muy lejanos. Lo que me ha sucedido en cada una de esas localidades ha sido sencillamente espectacular.

Desde el «aparentemente simple hecho» de encontrarme una pequeña nota tirada en la calle con información va­liosísima para mi viaje, hasta una «aparentemente sim­ple» llamada telefónica que nos cambió la vida a mi padre y a mí en cuestión de segundos. Y todos estos cambios resultaron ser formidables e incrementaron nuestra emo­ción por existir como nunca antes. Por ejemplo, me encon­traba en la bellísima ciudad de Cancún, disfrutando éste bello lugar, cuando percibí una «voz interior» que me dijo: «…háblale a tu papá e invítalo a que venga contigo a Cancún».

Así lo hice. Lo llame y aceptó la invitación de inmediato. Des­de ese momento hubo magia; él es una persona en cuyo estilo de vida suele estar todo «perfectamente bien pla­neado y con mucha anticipación», y haber aceptado una, invitación vía telefónica para viajar fue algo que salió de la norma. El concierne del hotel en el que me hospedé había resultado ser el presidente de conciernes a nivel nacional, mismo que me había invitado a dictar una confe­rencia en su congreso seis meses atrás, y en esta ocasión volvíamos a encontramos, pero ahora en un lujoso hotel.

Cuando llegó mi padre lo invité a cenar a su restaurante preferido. Ahí, empezó a hablar con mucha nostalgia de un bello pasado, cuando unos diez años atrás íbamos de vacaciones a Cancún, él y yo solos, y recordaba cuánto le gustaba cantar con el mariachi de un famoso restau­rante de comida mexicana. A mí también me entró la nostalgia. Yo todavía estaba estudiando la escuela profesional cuando en vacaciones de verano íbamos con singular frecuencia a Cancún. Ahí veía a mi padre feliz; se relajaba tanto, se divertía tanto, que al verlo así yo era feliz también. Luego, el tiempo pasó, y nuestras ocupa­ciones nos distanciaron un poco (o un mucho). Y esta vez, cenando solos en Cancún, mientras nos emocioná­bamos por la magia de un recuerdo y tomábamos ya el café al final de nuestra cena, súbitamente entró un grupo de mariachis al restaurante. ¡Se trataba del mismo mariachi que acompañaba a mi padre diez años antes!  

No lo po­día creer. A mi padre le brillaron los ojos como nunca. La energía que emana un mariachi siempre es algo espec­tacular, y esa noche no fue la excepción. Luego de entrar con el clásico Son de la negra, varios de los integrantes del mariachi reconocieron a mi papá y se acercaron a saludado efusivamente. Cuando mi padre les dijo: «…me gustaría cantar con ustedes», el director respondió con un: «arránquense muchachos», y mi padre cantó con un en­tusiasmo desbordante.

Qué más te puedo contar, todos dejaron sus mesas para ver quién cantaba tan bien y con tanto sentimiento. Los meseros gritaban: «…otra, otra, otra». Yo estaba con lágrimas en los ojos y con un nudo en la garganta para ese entonces. Pensaba: «…cuántas cosas han cambiado en mi vida. Cuántas maravillas estoy viviendo en esta nueva conciencia. Cuánta dicha me ro­dea…» Esa mañana, ni mi papá ni yo llegamos a imaginar que estaríamos cenando la noche de ese mismo día jun­tos en Cancún, él cantando tan feliz como hace diez años, iY con el mismo mariachi y en el mismo lugar de siempre! ¿Coincidencias? ¿Fantástico accidente? Lo dudo. Más bien creo que fue una hermosa sincronía. Fue algo que teníamos que vivir -o mejor dicho, teníamos que volver a vivir. En experiencias como ésta se dice: «si lo hubiéramos planeado, no nos habría salido tan bien». ¿Verdad que a ti también te han pasado cosas similares? Pues esta sincronía todo mundo la vive. Sólo hay que dejarse fluir y enfocar nuestra mente en el bien, la verdad y la belleza.

Uno de los conceptos que ha sido «piedra angular» para generar una alta autoestima es que la mente atrae lo que piensa. Eso es innegable. Basta con que uno empiece a enfocar su mente en valores de orden superior, en la divinidad, en el bien y la verdad, para que en su debido momento y cuando la sincronía marque la perfección del suceso, éste aparezca en nuestras vidas. Así funciona esto. Así es como lo he llegado a entender.

Uno es libre de elegir en todo momento, aunque Al­guien, quien genera el orden perfecto del Universo, por el amor que nos tiene, ya sabe lo que vamos a elegir; pero no por el hecho de que Él ya sepa, nos impide tener la libertad de elegido. Es como cuando una ma­dre que quiere tanto a su hijo lo lleva a comprarse una camisa. El amor hace que ella cuide de él tanto, que lo conoce cada vez más y, así, la madre puede saber de antemano los gustos de su hijo, y cuando éste va a com­prar la camisa, la madre ya sabe qué color elegirá, pero el hecho de ya saber nunca le impide a su hijo tener la libertad de elegir el color de su camisa. Cualquier padre que lea esto sabrá, por experiencia propia, de lo que es­toy hablando.

Por eso, siempre conservamos nuestra libertad, aun­que ya todo esté planeado por Alguien que, al amamos tanto, ya sabe los desenlaces y el cómo deben funcionar las cosas para lograr la perfección del Universo, misma que no tiene por qué casar con nuestra propia idea de perfección individual. Ésta es la razón por la que mu­chas veces, cuando nos sucede algo doloroso o decep­cionante, cuando nos acontece lo que percibimos como una gran desgracia, hay que intentar entender que aun ese hecho es parte de la sincronía para lograr una per­fección superior.

Nunca creeré que Dios juega a los dados con el mundo.

ALBERT EINSTEIN

Todo esto lo he aprendido de varias fuentes: desde li­bros, hasta maestros espirituales que he tenido, y obvia­mente pasando por mi propia vida. En Un Curso de Milagros se explica perfectamente esto. Mi maestro espi­ritual Wayne Dyer me lo ha mostrado un sinnúmero de veces; Neale Donald Walsch en sus Conversaciones con Dios lo expone de manera magistral; Carl G. Jung, en su libro Sincronicidad, lo explica en forma sublime, incluso al relacionado con fenómenos astrológicos; Deepak Chopra en su obra Sincronicidad descubre las reglas del Universo que nosotros llamamos simplemente coincidencias. Apro­vecho para recomendarte el libro de mi maestro Wayne Dyer Una promesa de amor, (publicado por Grijalbo) en él encontrarás un mensaje y testimonios que te ayudarán a entender más la sincronía. Permite que ella suceda.

Existe otra vía de información más contundente aún: tu propia vida. Observa detenidamente todo lo que te ha pasado. No critiques ni juzgues, sólo observa y alcanza­rás a comprender que todo lo que has vivido lo tenías que vivir necesariamente de esa manera, para que hoy vivieras lo que estás viviendo. Así es.

Lo que deba ser,

         será.

ESQUILO

Para que vivas cada vez más con una gran emoción por existir, te invito a que intentes lo siguiente:

  1. Desarrolla una actitud de aceptación.

Con esto te invito a que no juzgues nada de lo que te ocurre en la vida, ni a nadie que se te aparezca en el camino. Sólo acepta y entiende que «todo lo que viene, conviene”. Aunque de momento no lo com­prendas intenta entender que eso que te pasa es parte del ‘Plan Maestro que Alguien tiene del Universo para ti.

  • Admira.

Te invito a que desarrolles una actitud de contemplación ante lo que sucede en tu vida, y verás que luego de aceptado, observarás que todo lo que pasa es por algo y ese algo siempre es bueno para ti. Es cuestión de tiempo para que lo alcances a ver, a comprender. Por eso, contempla con admiración, y así abrirás la puerta de la emo­ción por existir al empezar a ver «señales» especí­ficas de un camino para ti. Pronto dirás: «…esto es una señal».

  • Escucha tu voz interior.

Por favor, atiende a todo lo que tu voz interior te indica. Créeme: no estás loco si oyes voces. Es algo que le pasa a todo ser humano y es una invitación para que te dejes fluir. Sólo cuando dejas de hacer caso a esa pequeña voz interior es cuando desaparece.

  • Confía.

Éste es el paso más difícil, pero se puede dar. Cuando confíes en la abundancia que te ro­dea, enfocarás tu mente en ello, y de esa manera la abundancia fluirá naturalmente hacia ti. Cui­da mucho tus pensamientos, porque si están en el orden de la envidia, el coraje, el rencor o el resen­timiento, precisamente eso te rodeará, personas con esas características empezarán a merodear por tu vida. No te extrañes, las has atraído con tu mente. Confía en el orden perfecto del Universo del cual tú eres parte.

  • Ayuda.

Cada vez que ayudes a alguien, enfoca tu mente en un gran valor: la generosidad. De esa manera, la abundancia seguirá fluyendo hacia ti. Te sucederán cosas que no podrás entender y te llenarán de una gran emoción, empezarás a vivir circunstancias «aparentemente mágicas», pero no son otra cosa más que el cumplimiento de una ley universal, tu mente atrae lo que piensa. La sincro­nía, cuando tu mente se enfoca en ayudar, hará que vivas una magia que no puedo describir con palabras. Sobre todo te comparto el gran secreto del verdadero poder de ayudar: “Hazlo sin pedir ni esperar nada a cambio”.

  • NO TE PREOCUPES.

No te preocupes por nada. Si has logrado comprender el mensaje, la preocu­pación es algo fuera de lugar. Si aplicas los cinco puntos anteriores, podrás darte cuenta de este sexto punto como una natural consecuencia en tu vida. Doy fe de esto.

En verdad que me fascinaría me escribieras tus testimo­nios cuando te empieces a percatar de la divina sincronía que existe en nuestras vidas. Pon atención a aquel programa de radio o televisión del que captaste un mensa­je directo para ti, dedícale más atención a aquel libro que tanto te afectó. Recuerda aquella información que llego a tí y tanto te influyó, aquella película, aquella frase publicita­ria, alguna columna publicada, la mirada de una amiga, el comentario de un amigo, la canción que escuchaste. Hasta en el canto de los pájaros puede haber «señales». Cuando vivas esta seguridad que engendra la sincronía, ten la plena certeza de que tu corazón hará que tus ojos se llenen de lágrimas al poder vivir tanta…     

 ¡Emoción por existir!