Curso de autoestima 102

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102. Tu Bienestar y La Ley de Atracción

Autoestima 102 – Tu bienestar y la ley de atracción – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

“La salud es un estado de perfecto (completo) de bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad” .

Definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Washington es un Estado con muchos árboles, para decir lo menos. Debe haber más árboles que conservan su verdor todo el año que insectos. Aunque soy más partidaria de los árboles que pierden sus hojas en otoño, y cambian su ropaje en cada estación que de los que están siempre verdes, me he encariñado mucho con estos magníficos seres vivos que adornan mis cinco acres.

Cuando vienen personas que nunca habían estado en mi propiedad, sus primeros comentarios son siempre acerca de lo maravilloso que se siente el lugar y lo excepcional que son mis árboles gigantescos, diferentes a todos los que hay en muchos kilómetros a la redonda, con fascinantes grupos de la misma especie, o de especies mezcladas que crecen del mismo tronco. Hasta los pocos árboles de las especies comunes que pierden las hojas en otoño, y que bendicen el lugar, son im­presionantes por su altura y su diseño.

Pero mis amigos especiales, muy especiales, eran unos ár­boles pequeñitos que estaban del lado exterior de mi barda, próximos al camino. A lo largo de todas las carreteras y cami­nos de Washington hay interminables agrupamientos de nue­vos y pequeños brotes que hacen todo lo posible por prender y crecer, y yo tenía una fabulosa larga hilera de ellos. Crecieron rápidamente y después de unos tres años aproximadamente de haber llegado yo a ese sitio, los árboles habían crecido lo suficiente como para crear una considerable barrera contra el ruido del tráfico.

Me encantaban. No sé realmente por qué. Tal vez era por su persistencia, por su firme determinación de crecer casi a un lado de la tierra elevada o de sobrevivir en un suelo que se encontraba en las peores condiciones. No sé por qué, pero yo los adoraba.

-Mientras estaba yo siguiendo algo similar a un camino es­piritual en esos primeros años en Washington, me encontraba aún muy lejos de tener abierta mi válvula. Culpaba al clima de casi todos mis estados de ánimo. Me preocupaba lo remoto del lugar en el que se encontraba mi propiedad. Echaba de menos a mis amigos de California. Y aunque estaba disfru­tando al escribir mi primer libro, me enfocaba constantemente en mi falta de dinero, inclinando la balanza considerablemente más hacia las vibraciones negativas que hacia las positivas, y creando una invitación abierta a alguna forma de desastre.

Entonces un día, un memorable día soleado que nunca olvi­daré, oí los ruidos de equipo pesado afuera. Me asomé por la ventana y me topé con una enorme máquina taladora que avan­zaba hacia los árboles de mi calle. Como impulsada por un re­sorte, me levanté y salí gritando a la calle, pero era demasiado tarde. El último de los hermosos árboles que yo había visto crecer desde bebés hasta que habían alcanzado dos metros de altura o más, había caído. No recuerdo nunca haber gritado con tan­ta angustia. Acababan de destruir a mi bienamada familia y yo me sentía desolada.

Durante los siguientes dos veranos, más árboles prendie­ron y crecieron. Por más que traté de no encariñarme con ellos, lo hice. Estaba muy orgullosa de su energía, así como asom­brada de su tozudez. N o habían crecido lo suficiente como para que fueran una preocupación para la ciudad todavía, así que sentí que estarían seguros algunos años más.

Cuando los árboles alcanzaron una altura de casi dos me­tros, comprendí que nos estábamos acercando de nuevo a la época en que los tirarían. Pero ahora yo ya tenía conocimien­to de la Ley de la Atracción y mantenía una válvula abierta lo mejor que me era posible. Había muy poco temor en mi mun­do, ninguna aprehensión sobre la seguridad, una nueva apreciación y un cariño recién descubierto por el clima húmedo, frío y pegajoso de Washington. Mi balanza de vibraciones se había inclinado hacia lo positivo. Yo me sentía feliz, mi vál­vula estaba más abierta que cerrada y yo sabía sencillamente sabía que mis jóvenes y resistentes amigos estarían a salvo mientras yo viviera ahí.

Por supuesto, un día de verano oí de nuevo el ruido del equipo pesado, y salí. No había pánico en mí; sólo salí. Los taladores acababan de terminar de echar abajo la larga fila de árboles que mi vecino tenía junto al camino. Entonces die­ron la vuelta alrededor de mi propiedad, la pasaron sin tocar­la, y empezaron a cortar los árboles de la propiedad que seguía. Yo me dirigí hacia el conductor y le pregunté por qué no ha­bían tocado mis árboles: «Oh, no sé, señora, pero se ven muy bonitos aquí. Pensé que tal vez usted quisiera quedarse con ellos. ¿Quiere que los corte?».

Tan a salvo, tan seguros, tan felices.

 Nuestro Yo expandido vibra en una frecuencia que llamaría­mos -si pudiéramos sentirla- pura, no adulterada, de verda­dero éxtasis (¡debe ser maravillosa!). Ojalá pudiésemos en­tender esto: la mayor parte de nuestro ser está operando en una frecuencia, o en un ritmo de vibración desconocido para nosotros en esta época, lo que podríamos llamar reeealmente feliz. Puesto que la felicidad y el bienestar son sinónimos, eso significa que hay una parte de nosotros -la más grande­ que no conoce otra cosa más que el bienestar eterno e incon­dicional, porque si tienes una (alegría de alta frecuencia) por las leyes de la física debes tener la otra (bienestar).

Por tanto, cuando estamos vibrando positivamente y sin­tiéndonos bien, o entusiasmados, o apreciando algo; cuando estamos bien conectados, enfocados sólo en el placer de nues­tros «quiero», en lugar de pensar en las frustraciones de nues­tros «no quiero»; cuando nos encontramos en unos rangos que van de la simple satisfacción a la euforia; cuando nuestra vál­vula está abierta y estamos permitiendo que nuestra energía primaria fluya a través de nosotros…, no hay una bendita cosa en este mundo que pueda hacemos daño. ¡Nada! Ni en los ne­gocios, ni en el hogar, ni en la autopista, ni en el cuerpo, y ni siquiera en nuestros queridos árboles, o en nuestros terrenos. No puede suceder absolutamente nada, porque cuando esta­mos en esa energía, estamos viviendo -y fluyendo-la ener­gía de nuestro propio ser omnipotente, que sólo conoce el puro e inmaculado bienestar, y no sabe nada de vibraciones nega­tivas.

Lo único que esa parte más grande de nosotros conoce es la alegría inexplicable, el poder, la despreocupación, la lige­reza y la seguridad infinita, porque lo que realmente es, es el bienestar infinito. Y eso es lo que somos realmente como su expresión física: el bienestar puro e interminable. ¡Todo lo que tenemos que hacer es damos a nosotros mismos una opor­tunidad de que sea así!    Si crees que estoy insistiendo mucho en eso, tienes razón, porque aquí estamos hablando de «la buena vida». Cuando estamos conectados con esa energía de alta frecuencia, libres de temor y basados en la felicidad; cuando no estamos produ­ciendo emociones negativas de preocupación, amargura, duda o culpabilidad, nos conectamos automáticamente con la bue­na vida del bienestar, donde nada puede nunca hacemos daño físicamente. ¡Así es! ¡Nada puede hacernos daño nunca! Ni siquiera el asaltante local, ni nuestro viejo auto, el borracho tonto de la autopista, ni siquiera la Madre Naturaleza.

¿Un terremoto? Tal vez tu hogar podría sufrir daños, pero si sólo hubiera una ligera inclinación en la balanza hacia lo positivo, tú estarás a salvo. Si no lo estás, será mejor que ve­rifiques tu válvula (cuando te recuperes). Siempre puedes eva­luar el grado de tu conexión con la Fuente de energía, y la apertura de tu válvula por el grado de destrucción de tu ho­gar, tu cuerpo, tu auto o tu empleo…, con lo que sea. ¿Un robo en tu casa? ¿Una enfermedad grave? ¿La destrucción que pro­voca un gran tornado? ¡Es que la válvula está muy cerrada!

Y; por favor, «válvula cerrada» no significa grosero o per­verso. Sólo porque alguien murió en un huracán o en un aten­tado terrorista, eso no implica en modo alguno que no fueran personas cálidas y amorosas; simplemente significa que se ha­bían envuelto ellas mismas, inconscientemente, en vibracio­nes negativas de la conciencia masiva que hacen que nuestra, vida sea tan difícil.

Pero cuando la válvula está abierta y nuestra balanza de vibraciones se inclina incluso con el peso de un cabello hacia lo positivo más que hacia lo negativo, literalmente nos cubri­mos con un traje, con una armadura divina. Así que cuando estamos conectados, entusiasmados, y el flujo de energía de alta frecuencia está circulando libremente, no podemos siquiera estar preocupados por aquello que habitualmente nos preo­cupa, lo cual, desde luego, sólo servía para atraer más de lo mismo.

Cuando tu válvula está abierta, cuando tomas la decisión de estar contento con la vida, sin importar cómo, automá­ticamente te pones el atuendo de un bienestar absolutamen­te impenetrable, en el cual nada malo puede sucederte nunca. Es simplemente una imposibilidad de emitir vibraciones de que «algo malo» pueda sucederte en esa alta frecuencia.

Pero, independiente de las grandes cosas terribles de las que nos protegemos al vibrar en nuestras altas frecuencias, hay toda clase de pequeños detalles que empiezan a suceder, como el de que se hayan salvado mis preciosos árboles.

Por ejemplo, si tienes topos bajo la tierra, sólo saldrán de ella cuando nadie pueda verlos, o no saldrán, pero nunca lo harán en el jardín que adorna el frente de tu casa.

Las ardillas se irán tras la comida para pájaros de algún otro, pero no tras la tuya.

En tu casa puede haber cucarachas, pero pronto se irán a otra parte.

Una intensa tormenta puede tirar los árboles en la casa de tu vecino, pero en la tuya permanecerán intactos.

Algunos perros sueltos pueden aparecer en el patio de tu vecino, pero no en el tuyo.

Tus amigos pueden ser sorprendidos por una tormenta de nieve, pero tú llegarás a casa a salvo.

Tu zona puede ser blanco de robos a buzones, pero al tuyo no lo tocarán.

Si tu auto se queda sin gasolina a cientos de kilómetros de algún lugar habitado, alguien llegará a rescatarte.

Si el virus de la gripe está atacando a todos, a ti no te toca­rá. Y siempre perderás el avión que va a estrellarse.

Todo esto -y mucho más- es fruto de estar arropado dentro de tu propia energía de «sentirte bien», la frecuencia que ga­rantiza nuestro bienestar.

Lo malo

Cada vez que hablo ante un grupo acerca del flujo de energía, salen a la superficie, siempre, preguntas acerca de los con­flictos mundiales y todas las cosas terribles que están suce­diendo o que han sucedido. «¿Cómo es que hay tanta gente muriéndose de hambre?», «¿qué me dice de Hitler?», «¿qué decir sobre los indios?», etcétera.

No quiero entretenerme demasiado tiempo insistiendo en estas cosas, porque en cierto sentido ya hemos hablado de ellas. Pero echemos un vistazo rápidamente a algunas de las pre­guntas más comunes para ver si podemos llegar al entendi­miento, de una vez por todas, de que desde el principio de los tiempos cualquier experiencia, en cualquier vida, ha sido atraída por el flujo de energía individual y/o de grupo.

Y ¡vaya!, no es que yo sea una sádica de sangre fría que sugiere en los siguientes párrafos que es posible ver a alguien apalear a otro y sentirse ajeno a ello, como diciendo: «¡Ca­ramba, qué barbaridad!», ante las atrocidades que suceden alrededor del mundo de hoy.

Todo lo que estoy tratando de decir aquí es cómo es que esto surge. Porque cualquier cosa que esté ocurriendo siem­pre regresa por la misma ruta: cuando nos sentimos bien (felices, complacidos, entusiastas o amorosos) como individuos o como grupo, estamos invitando a nuestra vida buenas ex­periencias. Cuando nos sentimos mal (amargados, culpables, resentidos o agobiados) como individuos o como grupo, esta­mos invitando a las malas experiencias. Así es el asunto en todas partes y para todos.

La violación

Una persona está pensando temerosa sobre lo que no quiere. En alguna otra parte, otra persona está vibrando en la misma frecuencia negativa, pero con hostilidad, más que con temor. La segunda persona piensa acerca de lo que cree que apaci­guará su furia y llenará su vacío. Una persona emite vibracio­nes de temor; la otra emite vibraciones de furia interna. Por sus propias frecuencias similares se convierten en co-creadoras de un evento desafortunado.

Si tú no le prestas atención a las cosas que no quieres, no podrán volverse parte de tu experiencia, porque no estarán incluidas en tus vibraciones. Sólo puedes atraer al violador, al asesino o al ladrón, pensando emocionalmente en ser esa víctima, o -{)- vibrando con otras emociones negativas que resulta que coinciden con la frecuencia del atacante. Todas y cada una de tus emociones crean las experiencias de tu vida.

El prejuicio

No necesito decir que hay muchas clases de prejuicios: de raza, religión, color, sexo, peso corporal, educación, etcétera. Sin embargo, el que siente el prejuicio en su contra es el más po­deroso en esta co-creación, al emitir vibraciones negativas de persecución, de no gustarle a los demás, de ser ofendido o de ser víctima.

Por favor, fíjate: no estoy discutiendo lo correcto o equivo­cado de las quejas de cualquier grupo, simplemente digo que es la persistente atención a las injusticias lo que atrae más de lo mismo. La creación proviene de los sentimientos.

Los niños

¿Qué decir de los niños que son violados, que nacen con mal­formaciones, que se están muriendo de hambre en África o que perecen en las guerras religiosas? Es muy triste decir que generalmente han captado las vibraciones negativas de su gente, antes siquiera de nacer.

Esas vibraciones se quedan en ellos y crecen en relación directa con las vibraciones de los adultos que los están crian­do, hasta que ellos crecen lo suficiente para decidir que no quieren experiencias desagradables en sus vidas. Estos niños, automáticamente, se han convertido en víctimas.

¿Cómo ayudar aunque sea un poco a un pequeño que está muriéndose de hambre al otro lado del mundo, o a un pequeño en la casa que ni siquiera entiende todavía las palabras? Sostenlos, ya sea físicamente o en tus pensamientos, con vibracio­nes tranquilizantes, tales como: «Todo está realmente bien, va a pasar, eres muy amado, etcétera», cuidándote de no culpar a nadie o a algún grupo, lo cual sólo contribuye a generar más energía negativa para el abusador (o la situación), así como para la víctima.

El mayor problema proviene de las personas que llegan a la edad adulta y continúan reviviendo las vibraciones de sus traumas infantiles, por ejemplo, el maltrato de sus padres, de su medio ambiente, etcétera. Sólo sobreponiéndose a esas viejas reacciones moldeadas con odio y desconfianza, una per­sona puede tener alguna esperanza de no repetir en sus años adultos lo que vivió de niño. Obtenemos aquello en lo que enfo­camos. Enfócate en un pasado triste, y ese pasado será atraído al presente y al futuro.       ‘.

Los adolescentes

Suicidios, accidentes automovilísticos, embarazos, drogas, ar­mas de fuego. Cuando los adolescentes son educados con ener­gía negativa (que rara vez se muestra en la superficie) y aprenden sólo a ser cautelosos, desde que nacen funcionan principalmente en un estado de temerosa vulnerabilidad. Se sienten fuera de control, y viven a base de querer lo negativo, mientras buscan maneras de reconectarse con la energía positiva de su vida. Optan por las drogas, el sexo y otros tabúes para llenar el vacío que sienten, procedente de una vida vivida con poca o ninguna co­nexión con su Fuente de energía.

Los aparentemente inocentes muertos en accidentes de auto, que parecen prevalecer tanto en el mundo actual, pueden o no ser producto de esa vulnerabilidad desconectada, pero su cau­sa nunca es accidental. La efervescente joven que vuelve a casa, el popular jugador estrella de fútbol americano, los muchachos que sólo iban de paseo en el asiento de atrás. Una vida de te­mores ocultos, presiones y ansiedades de algún tipo, finalmen­te se manifestó al atraer esas co-creaciones tan dolorosas.

La economía

En los malos tiempos, la gente habla de ello, dondequiera que esté, y todo es malo-malo-malo. Sin embargo, aun en los bue­nos tiempos parecemos impulsados a atacar algo: los precios de las cosas son demasiado altos, las empresas son demasia­do codiciosas, los empleos demasiado especializados, el presi­dente no juega todas las cartas, el gobierno no cumple con su trabajo y es corrupto hasta la médula.

El señalar algo -cualquier cosa- con esa vibración nega­tiva de culpa, o de: «¿No es terrible…?», hace fluir esa misma energía hacia el tema de atención, haciéndolo más grande, más fuerte y más peligroso de lo que era antes de que tú em­pezaras a expresarte mal de ello.

Si quieres que la economía, el gobierno o cualquier otra cosa cambie, antes de poder ser feliz, podría pasar un largo tiempo de espera. Pero no tienes que unirte a la queja, lo cual no solamente aumenta el problema, ya grande en sí mismo, sino que, como sabes, tú tienes la opción de cerrar tu válvula completamente.

Cuando te involucras en ese tipo de sombría y negativa charla social, puedes elegir, ya sea entrar en la conversación con tu enfoque fuera de eso y cambiar el tema, o alejarte. Cuando ya estés solo y quieras realmente provocar un cambio, emite un poco de energía de «sentirte bien» hacia el gobierno, visualiza cómo te gustaría que fuera: hacia la presidencia, e imagina también cómo te gustaría que funcionara; hacia las grandes empresas, en la forma en la que gustaría que trabajaran.

No podemos separarnos del fluido de conciencia social. N o podemos decir: «Bueno, no fue MI culpa que esto sucediera». ¡Oh, sí lo fue! Fue -y es-la culpa de todos y cada uno de nosotros. Somos parte de ese fluido de conciencia, y nuestra energía afecta a todos con tanta fuerza como unas gotas de tinta roja tiñen un vasito de agua; el cambio es claramente evidente. ¡No estamos aislados de la totalidad! Todo lo que pensamos y sentimos tiene una repercusión monumental en la vibración total de la conciencia social.

Así que observa y siente las cosas en la forma en la que te gustaría que fueran. Con tan sólo unos cuantos de nosotros haciendo esto en forma regular, es posible iniciar los cambios deseados. Un propósito noble, y que a la vez impide que las cosas estén peor de como están, es omitir la expresión: «!Qué terrible!» respecto de la situación que quieres cambiar.

Conflictos globales, guerras de pandillas

Dondequiera que veas un grupo de cualquier tipo expresan­do odio o furia, estarás viendo a un grupo muy desconectado de su flujo de bienestar, y completamente fuera de armonía con su Ser expandido. Vivir con amargura y enojo es estar viviendo con un gran cúmulo de emociones negativas, y una válvula fuertemente cerrada.

Cuando las válvulas están abiertas, ninguna ley de pandi­lla, ningún ultimátum gubernamental ni alguna otra cosa negativa será suficientemente fuerte para poner a nadie en contra de su hermano, incluso dentro del contexto del antiquí­simo conflicto de Oriente Medio.

Cuestiones morales

El aborto, la matanza de delfines, la deforestación de los bos­ques, la capa de ozono, los derechos de los animales, el enga­ño para obtener dinero a expensas de la religión, las especies en peligro, etcétera, etcétera… Si continúas prestando aten­ción a ello, viendo sólo el horror, sintiendo las transgresio­nes, sobrecogido por la alarma y uniéndote a todos los demás en el síndrome de: «!Qué terrible!», simplemente estarás ha­ciendo más grande el problema.

Si quieres cambiar algo, tienes que modificar la forma en la que estás pensando acerca de ello. Eso es todo. La razón de que todas estas cosas se estén saliendo de nuestro control, es que los medios de comunicación se enfocan en ellas con vora­cidad y, por tanto, también lo hacemos nosotros.

«¡Oh, cielos!» «¡Oh, Dios, no!» «¡No lo puedo creer!» «¡Qué terrible!» «¿Qué vamos a hacer?» «¿Cómo pudieron?» «¡Es­pantoso!» «¡impresionante!». Y cuanto más nos involucramos todos en ello, más grande se vuelve.

Estar en contra de algo no lo va a mejorar. De hecho, le empeora, porque al hacerlo estás incluyéndolo en tu vibra­ción, fluyendo más: «¡Qué terrible!» para que se una a otras formas de pensamiento que vibran en la misma frecuencia. Si todavía piensas que para estar a favor de alguna cosa tienes que estar forzosamente en contra de otra, modifica ~ modo de pensar. En lugar de ello, ve y siente cualquier cosa que desees de la manera en que quieres que se realice. Habla de ello en esa forma, escríbelo, represéntalo, aleja tu destruc­tivo enfoque, con tu poderosa energía destructiva, de lo que percibes como una condición negativa, y encuentra diversas maneras de abrir tu válvula cuando pienses en ello. En otras palabras, renuncia a los «no quiero» y concéntrate en tus «quiero». En el momento en que lo hagas, en el momento en que dejes de quejarte con el resto del mundo de tu incesante descontento, te convertirás en alguien que vive momentos di­ferentes mediante el fluir de sus más altas vibraciones.

Asesinatos en masa

Está bien, deprimámonos un poco. Genocidios, baños de san­gre, holocaustos, masacres: llámalos como quieras, los humanos han estado azuzando a los humanos desde el principio de los tiempos. ¿Cesará eso alguna vez? N o, no hasta que dejemos ir nuestros sentimientos internos de persecución, los cuales cargamos como si fueran una noble tradición familiar.

Si en verdad queremos poner un alto a estos atroces even­tos, debemos ser lo suficientemente sabios como para desviar nuestro enfoque de los sórdidos sucesos del pasado y voltear nuestra atención a asuntos que nos conduzcan al bienestar, en lugar de al odio. Es precisamente esa energía, ese odio y ese amargo resentimiento por las injusticias del ayer, lo que ayuda a perpetuar las sombrías matanzas de hoy en todo nuestro planeta. Obtenemos aquello en lo que nos enfocamos.

La Ley de la Atracción no escoge ni elige. Lo que asigna al individuo, asigna a un grupo, sin importar cultura, religión, raza o secta. Un enfoque negativo atrae sucesos negativos, para nosotros y para el planeta. Lo semejante atrae a lo se­mejante y atraemos según vibramos, no según decidimos.

Nuestro espejo, el planeta

No se trata de que lo correcto esté contra lo no correcto, ni el bien contra el mal. Es la válvula abierta contra la válvula ce­rrada, conectado contra desconectado, feliz contra infeliz.

La gente más miserable y codiciosa del mundo es la que en realidad quiere sentirse bien, pero no sabe cómo. Viven en un infierno, pero no tienen ni la más remota idea de cómo salir de él, pues ni siquiera están enterados de que tienen esa op­ción. Una cosa es segura: nuestro odio contra ellos -sin importar lo que puedan haber hecho o estén haciendo- sólo va a empeorar el asunto para todos.

Pero, ¿cómo podemos olvidarnos y vivir felices para siem­pre, si sabemos que en todo el mundo se llevan a cabo tantos actos detestables? ¿Cómo podemos permitir que continúen las injusticias? ¿Cómo podemos ser felices cuando hay tanto sufrimiento? ¿Cómo podemos darles la espalda y pretender que no nos importan?

Esto quizá provoque cierto resquemor, pero la respuesta es que cada uno de nosotros está aquí para tener las expe­riencias necesarias que nos lleven a aprender nuestras diver­sas lecciones, sea que estemos desempeñando el papel del muchacho bueno, o del malo. Una injusticia de cualquier tipo siempre-siempre- es una lección para las partes involucradas.

De alguna manera, por algo, no importa qué devastación o pérdida pueda llegar a nuestros hermanas y hermanos de todo el mundo, es esencial que lleguemos a aceptar que las co-creaciones suceden en todas partes para que los seres humanos aprendamos lo que necesitamos aprender, es decir, todo aquello que está relacionado con la forma en la que está vibrando nues­tra energía. Por apabullantes que puedan parecernos sus cir­cunstancias, si nos unimos a su dolor lo estaremos reforzando, junto con las causas que lo provocaron; además de que con ello nos estamos preparando nosotros mismos para algo muy desagradable.

Puedes estar pensando cuán detestable es que permitamos que la gente muera de hambre, y ese cerrar de tu válvula po­dría estar llevándote hacia un accidente de auto, y mientras tanto, la desnutrición va en aumento.

Puedes estar pensando qué horrible es que todavía tenga­mos pruebas nucleares en el mundo, y ese cerrar de tu válvu­la podría estar llevándote a que te constipes.

Puedes estar sintiéndote horrorizado por el despiadado trato de un país hacia otro, y ese cerrar de tu válvula podría estar llevándote hacia una ponchadura de la llanta de tu auto.

En cambio, podrías estar visualizando y sintieeendo a esa gente que muere de hambre como los seres saludables y feli­ces que sabes que tienen derecho a ser, yen ese momento abrir tu válvula, lo cual podría ayudar a que tu nuevo empleo lle­gue más rápidamente, mientras estás ofreciendo a quienes cobijas en altas frecuencias las indispensables pinturas y pin­celes. (Nunca podremos pintar sus cuadros por ellos: sólo po­demos ofrecerles nuestra ayuda energética.)

Podrías estar visualizando y sintieeendo al planeta com­pletamente restaurado de las pruebas atómicas, y ese abrir de tu válvula podría ayudar a que tu cosecha madure, mien­tras estás ayudando a cuidar el mundo.

Podrías estar visualizando y sintieeendo a dos países en dis­puta, disfrutando de un excelente nuevo acuerdo, y ese abrir’ de tu válvula podría mejorar tu matrimonio mientras estás ayudando a crear nuevas relaciones internacionales.

Pero, por supuesto, está de moda hablar de todo lo que está mal en lugar de lo que está bien, así que nos enfocamos con más facilidad hacia vibraciones negativas que positivas, en­frascándonos inadvertidamente en conversaciones del tipo de: «¡Qué horror!», o iniciándolas nosotros mismos por el hábito que hemos adquirido de no tener nada mejor de qué hablar. Esas vibraciones, unidas con las vibraciones incontables de toda la humanidad, finalmente se traducen en devastación y caos mundiales. Sí, son el resultado de la amalgama de todas las pequeñas vibraciones de «¡qué horror!» lo que causa las guerras, los motines, el terrorismo, la anarquía. Esas vibra­ciones provienen de ti y de mí.

No podemos eludir nuestra responsabilidad por lo que su­cede hoy alrededor del mundo, porque el planeta refleja la vi­bración predominante que lo rodea. No podemos decir que lo terrible es simplemente resultado de la maldad, de los errores, ni siquiera de la ignorancia de otros. Lo que le sucede a nues­tro planeta y a la gente que habita en él ha sido causado sólo por una cosa: las vibraciones de nuestros propios pensamien­tos y sentimientos. ¡Las de todos! No sólo las de los Hitler, los Custer, los Hussein o los Kahn (todos los cuales han sido abe­rraciones creadas por la energía en, masa). ¡Se trata de las vi­braciones de todos!

Así que en lugar de: «¡Qué horror!», cuando finalmente em­pecemos a decirnos: «Nada es más importante para mí que sentirme bien», podremos empezar a romper esos destructivos patrones negativos de conversación. Entonces, ¡gracias a Dios! verdaderamente comenzaremos a lograr un cambio en lo que sucede alrededor del mundo.

Por ejemplo, pensemos en la tala inmoderada de los bosques o en lugar de coincidir con todos acerca de lo lamentable que es su destrucción, y fluir más animosidad hacia quienes llevan a cabo dicha tala, ama la belleza de los bosques que permanecen. Expresa tu aprecio por la vida que alimentan, por el oxígeno con el que todavía están contribuyendo en el planeta y permanece fuera de la energía de: «¡Qué horror! que se engullirá nuestro suministro de oxígeno más rápidamente de lo que miles de termitas podrían hacerlo con árboles. Si tan sólo unos cuantos de nosotros lo hiciéramos, ¡pronto cesaría la tala! y luego, está nuestra creciente escasez de recursos de energía, por la cual todos están muy preocupados, y la dismi­nución de abastecimiento de agua, de madera, de aire puro ¡y de Dios sabe qué más!.

Con toda razón deberíamos estar pre­ocupados, porque enfocamos esas cosas de la misma forma en la que lo hacemos con el dinero. «¡Oh, Dios!, se nos está acabando». «¡Oh, Dios!, no hay suficiente circulando». «¡Oh, Dios!, ¿cómo conseguiremos más cuando se acabe?».

¿Adivinas quién está creando la escasez? ¡Nosotros! Es jus­tamente la preocupación misma, que todos proyectamos, de no tener lo suficiente lo que está disminuyendo nuestros re­cursos.

Todos y cada uno de nosotros somos responsables de fabricar la escasez cuando, de hecho, no hay carencia de nin­guna cosa: empleos, bosques, agua, oro o amantes. No puede haberla, porque el universo no opera con el principio de ca­rencia; la carencia es estrictamente un fenómeno hecho por el hombre. Si empezáramos a vibrar energía positiva, y valo­ráramos, y fuéramos conscientes de la enorme abundancia de este perfectamente equilibrado planeta, en lugar de enfo­carnos en la disminución de sus recursos, o en la codicia de sus saqueadores, volvería la abundancia para crear ese ma­ravilloso campo de juegos al que llegamos para gozar.

Si es la gente lo que te preocupa, abre tu válvula al mayor amor que puedas reunir, y espárcelo entre todos aquellos se­res que te preocupan. Visualízalos en sus estados de perfec­ción, más que de carencia. Visualízalos felices y satisfechos, sin estar sufriendo más por la g»4erra, la peste o la hambruna. Esto contribuirá mucho más a socorrer a los más necesita­dos, que todos los aviones repletos de artículos que siempre parecen ir en otro rumbo, porque ayudará a esa gente a salir de su papel de víctima (si ése es su más profundo anhelo) hacia sus propios primeros pasos de atraer bienestar. Les ofrecerá «pintura y pinceles»; Una vez que se ofrece realmente esa in­vitación de vibraciones, si todos los que participan desean sin­ceramente un cambio, sucederá. Entonces caerán los muros, los países harán las paces, disminuirán las pandillas, los te­rroristas desaparecerán y los terrenos desaprovechados pros­perarán con alimentos para todos.

Si son los desastres del planeta lo que te preocupa, visualiza a éste saludable, no enfermo, pues ha estado cubierto de enor­mes capas de energía negativa, y eso ya ha sido demasiado como para añadirle más, por estar hablando de todas esas terribles cosas que hacemos para empeorarlo. Habla acerca de lo que está bien en él, no de lo que está mal. Renuncia a la energía del: «¡Qué horror!». De esta forma, los delfines se multiplica­rán, los bosques crecerán, la capa de ozono se recompondrá, las aguas se aclararán y los océanos sanarán.

Visualiza a tu mundo, y a todos los que viven en él, como  abundante y sano, y lo ayudarás a llegar ahí. Velo en paz, y ayudarás a producir la paz.

La única cosa que impide que nuestros deseos globales flo­rezcan en este planeta, es la gran masa permanente de fuer­za vibrátil negativa, la cual nos desconecta a todos de la original fuerza de vida y de bienestar. Esa fuerza de energía es tan com­pleta, tan absoluta, que si sólo unos pocos mantuviéramos esta visión, respaldada con la alegría vibratoria suficiente como para convertirla en realidad, esa fuerza suprema y positiva contrarrestaría las terribles vibraciones de millones, y este planeta presentaría su mejor cara…, ¡rápidamente!

Está en todas partes: ¡es lo que tú eres!

Realmente, a la mayoría de las personas les va muy bien. Sólo echa una mirada a tus compañeros de trabajo, vecinos, ami­gos de la escuela y miembros de tu club. La mayoría no han sido asaltados en la calle recientemente. La mayoría tiene empleos y hogares aceptables. La mayoría están sanos y, si observas lo suficiente, probablemente incluso encontrarás algunos que podrían ser clasificados como moderadamente felices’. Lo mismo sucede en casi todos los países del mundo.

Sin embargo, son miles las estadísticas que nos dicen lo con­trario. Nuestros medios de comunicación nos bombardean diariamente con atemorizantes cifras de desastres para man­tenernos nerviosamente enfocados -y sintonizados en-las horribles condiciones que existen a lo largo del mundo.

«Un x porcentaje de la economía mundial se está colapsando.» «Un x porcentaje de la población mundial ya tiene Dios­ sabe qué, y está aumentando un x porcentaje mensualmente.»

«Un x porcentaje de adolescentes abortan y se suicidan.» «Un x porcentaje de niños portan armas en la escuela.» «Un x porcentaje de nuevas enfermedades son incurables.» «!Terrible! ¡Espantoso!» ¡Olvida las malditas estadísticas!, son simplemente el re­sultado de muchas de nuestras energías, las cuales fluyen teme­rosas ante lo que vemos y escuchamos. Si no quieres ser otra estadística más, ¡olvídate de ellas! Mientras estés dentro de la energía de «sentirte bien», ninguna economía, ningún bi­cho, ningún arma, ninguna inundación, ningún avión va a caerte encima. No, a menos que tú emitas vibraciones invitándolo a que lo haga.

No hay forma de librarse de ello; el abrumador equilibrio de poder en el mundo, está en el lado del bienestar, ¡porque ése es el estado natural omnipotente de todo lo que es, incluyéndote a ti y a mí!

Por increíble que pueda parecer, el sufrimiento que vemos y del que oímos hablar es una parte infinitesimal del bienes­tar completo; simplemente es el resultado magnético de alguien, o de algún grupo, que está entorpeciendo las vibracio­nes hacia el bien, que podría pertenecerles si sólo supieran cómo conectar el canal de bienestar.

El mensaje es claro: si cerramos nuestra válvula a alguna cosa, la cerramos también para lo que nosotros mismos que­remos. Si cerramos nuestra válvula de bienestar por cualquier cosa, sean niños muriendo de hambre o especies extinguidas, cerraremos nuestro bienestar completo en todos los aspectos de nuestra vida.

O quizá cierres tu válvula porque estás cansado de estar esperando algo, porque te entregaron la pizza equivocada, o porque tus antepasados perdieron la vida en el Holocausto.

¡No importa! Cerrarla es cerrarla, y dejar automáticamente afuera todo aquello que trae consigo esa energía más alta, de abundancia de salud, de felicidad fuera de lo común. De ve­ras, ¿realmente vale la pena sufrir tan enorme privación por una molestia estúpida, o por algún viejo resentimiento de toda la vida?

En medio de un divorcio, al perder a alguien a quien amas, o al enfrentar alguna tragedia, tuya o de otros, te sentirás mal. Pero toma la decisión de sentirte mal sólo durante un periodo corto. Luego, repítete a ti mismo que con eso es sufi­ciente. Es momento de dejar fluir sobre ti, y sobre cualquier otro afectado por los sucesos, mensajes de amor y aprecio. Es hora también de encontrar razones por las cuales sentirse bien y seguir adelante.

En cuanto tomes de verdad la decisión de cambiar tu ener­gía, sea de tristeza por un divorcio o de enojo por la contami­nación de los lagos, el universo entero se unirá en ese instante, como en una cascada de bienestar sobre tu existencia física hasta el lugar más apartado. Cae sobre ti, alrededor de ti y a través de ti. La única cosa que tienes que hacer es decir ¡SÍÍI! a todo eso, y a la vida, y verás lo bien que se siente sentirse bien.

Entonces sabrás, desde lo más profundo de tu ser, que todo está realmente muy bien. No importa cómo pueda verse; no importa cómo parezca; no importa lo que los medios puedan reportar en contra, tú y este valioso planeta y la mayoría de los que estamos en él, siempre estaremos muy bien.