Curso de autoestima 120

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120. El Pensamiento: Energía Creadora

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La realidad es creada por la mente. Podemos  cambiar la realidad al cambiar nuestra mente.

Platón

En los laboratorios que se dedican a experimentos de tipo Parapsicológico se han hecho trabajos que no pueden dejar lugar a duda sobre una conclusión que llanamente formulada nos dice a nivel netamente científico: “El Pensamiento es Energía”.

Las pruebas que se han hecho con métodos labo­riosos y pacientes en la Universidad de Duke y en otros centros de experimentación sobre el fenómeno PK (Psicokinesis) son irrefutables. La alteración y el movimiento de la materia por medio de la energía del pensamiento son hechos que se han demostra­do dramáticamente en diversos proyectos de experi­mentación llevados adelante bajo normas rigurosas. Describiremos aquí tres de las formas en que pue­de el pensamiento hacer que su energía altere las leyes físicas en que gobiernan el comportamiento de la materia, así como un ejercicio que puede usted realizar.

En el laboratorio de una Universidad Británica se discu­rrió este trabajo en 1932 y el proyecto consistió en preparar con gran precisión una fina punta de gotero por la cual brotaba el agua formando con toda regula­ridad gota tras gota que caía verticalmente sin la mayor variante ya que todo el aparato se encontraba cubierto por una gran campana de cristal que impe­día cualquier posible corriente de aire que pudiera ocasionarse dentro del laboratorio y producir alguna desviación en la caída de las gotas. A pocos centímetros debajo del gotero, se fijó una cuchilla perfecta­mente centrada y sobre su filo caían las gotas de agua que se partían fragmentándose en partes iguales salpicando a un lado y otro. Un poco más abajo dé la cuchilla se colocaron simétricamente dos probetas con marcas de graduación milimétrica y en ellas caían las gotas partidas sobre el filo de la cuchilla.

Al cabo de un tiempo el agua acumulada en las probe­tas era observada y se veía, como era natural, que ambas contenían exactamente la misma cantidad de líquido. Enseguida se pedía a, algún sujeto que se ubicara cerca del aparato y pugnara con la fuerza de su pensamiento para desviar la gota y hacer que así determinada probeta resultara favorecida y recibiera más agua que la otra. Al sujeto no se le permitía hacer movimientos tales como acercar las manos a la campana de cristal y también se probó el colocar a los sujetos a diversas distancias del gotero.

La única actividad que se les permitía era mental; y al cabo de un tiempo, invariablemente, la probeta favorecida mostraba mayor contenido de agua que la otra. En estas pruebas se comprobó así de una manera simple pero muy clara que la energía del pensamiento podía en alguna forma desviar la gota en su caída verti­cal demostrando el efecto que puede tener una fuer­za puramente mental sobre las moléculas minerales del agua en movimiento.

Han surgido psíquicos extraordinarios a lo largo de la investigación parapsicológica tras la Cortina de Hierro. Sabemos así que en esos países se han hecho demostraciones muy importan­tes en los laboratorios del gobierno dedicados al campo de la parapsicología; que los rusos tienen su­jetos excepcionales que han demostrado facultades de percepción extra sensorial, tales como la telepatía y clarividencia.

Entre las estrellas que tienen en Rusia, la Sra. Nelya Mikhailova, sencilla matrona que frisa en los cuaren­ta y tantos años y pasaría inadvertida como cualquier ama de casa cuando se le ve por las calles de Moscú cargando su bolsa de compras pero cuando ella se sienta ante la mesa de un laboratorio con cámaras de video funcionando y diez o doce eminentes científicos o observándola, su trabajo es algo sensacional. En esa mesa que Nelya tiene enfrente se observan obje­tos variados, de preferencia no metálicos; cajas de fósforos, carretes, plumas de escribir, frascos de vi­drio, tapas de cerveza, etc. La insólita facultad de esta psíquica consiste nada menos en hacer que todo esto se arrastre sobre la mesa, llegue a la orilla y vayan cayendo los objetos al suelo uno por uno. Desde luego que en esto solamente opera el poder de su mente, es decir; es otra demostración de la ener­gía del pensamiento. Indudablemente que ante estas demostraciones que se han realizado numerosas ve­ces han desfilado los más eminentes científi­cos incluyendo algunos físicos ganadores del Premio Nóbel. En la publicación Moscow Pravda el Presiden­te de la Cátedra de Física de la Universidad de Mos­cú; Dr. Terlesky, el 17 de Marzo de 1968 proclamó sus observaciones con estas breves palabras: «La Sra. Mikhailova demuestra una forma nueva y desconoci­da de energía». Yo como físico teórico declaro esto imposible, pero como ser huma­no sé que lo vi.»

Rusia queda muy lejos y la historia puede parecer un cuento de la CIA, pero ¿porque no lo comprueba usted mismo?. El experimento casero que invitamos seriamente a que lo ejecute toda persona que quiera tener una prueba fehaciente del poder de la mente sobre la materia, requiere elementos muy simples:

2 Recipientes iguales (vasos de plástico) 4 rodajas de algodón

12 semillas de fríjol tomadas al azar

4 cucharadas de agua

Guardando meticulosa imparcialidad se coloca una rodaja de algodón en el fondo de cada vaso. Ense­guida se echan seis semillas de fríjol (sin seleccio­nadas) en cada recipiente y después se tapan con la otra rodaja de algodón. Se agregan dos cucharadas de agua en cada vaso y se marcan los recipientes con un lápiz de labios: No. 1 y No. 2. Se colocan ambos vasos lado a lado sobre alguna repisa y para evitar cualquier favoritismo involuntario, con una moneda echada al azar se determina cuál de los recipientes va a recibir la ayuda del pensamiento.

Una vez colocados los vasos o recipientes en la repisa, no se vuelven a tocar. Sólo el pensamiento va a intervenir. Se va a proyectar la energía mental ha­cia las semillas que vamos a favorecer dedicando a esto, aún desde lejos, unos cuantos minutos diaria­mente. Al cabo de diez días encontraremos con la mayor certeza el siguiente resultado; la germinación de las semillas que hemos ayudado, muy aventajada sobre las que han sido dejadas a las fuerzas naturales. Hemos presenciado esta prueba numerosas veces e indefectiblemente han germinado y crecido más los brotes de las semillas ayudadas con la mente y en algunos casos ha sido tan impresionante el resultado como el de haber obtenido germinaciones con tallos de 20 a 30 centímetros de altura contra germinaciones naturales de 4 a 5 centímetros.

Esto que parece un juego pueril reviste una gran importancia pues es la demostración palpable de que la energía del pensamiento debidamente dirigida pue­de afectar notablemente a las células vegetales y la deducción trepidante que se desprende de esta prueba elemental es que si podemos afectar de esta manera a los átomos y células de una planta ¿por qué razón no hemos de poder influir sobre las células animales de nuestro propio cuerpo? Y ya estamos ante los porta­les de una magnífica esperanza: terapia y rechazo de enfermedades mediante la energía mental.

De seguro te preguntas: ¿cómo debo proyectar el pensamiento para hacer esta prueba? Hay va­rias maneras de hacerla; una de ellas es la oración imbuida de fe y de amor hacia las semillitas que van a recibir la ayuda. El Rev. Franklin Loehr de Princeton, N. J. en los Estados Unidos ha llevado a cabo investigaciones y pruebas en múltiples va­riantes. En una etapa de sus trabajos había empleado cerca de 30,000 semillas en más de 700 experi­mentos. Su reporte y las fotografías que lo acompa­ñan son muy elocuentes y no dejan lugar a duda de la efectividad del pensamiento mediante la oración.

Te propongo un método de corte más bien científico en vez de reli­gioso. Es el que hemos empleado y puede ser más aceptable para las personas de mentalidad poco afec­ta a mezclar los caminos religiosos. Usamos la fuerza de la Imaginación Creadora y sólo necesita el experi­mentador aquietar su mente de las efervescencias dia­rias y hacer una imagen clara y detallada de aquella plantita que va a surgir. Durante unos cuantos mi­nutos, una vez en la mañana y otra en la noche, visualizará en su imaginación esos tallos y sus hojas ya logrados, esbeltos y lozanos en su tierno verdor, dando a la imagen todo el realismo posible y tratan­do de producir en sí mismo una involucración emo­cional sintiendo amor hacía la plantita que nace. A las otras semillas no se dirige ningún pensamiento ya sea positivo o negativo. Aquí es interesante hacer, una advertencia; conviene guardar un pequeño secre­to sobre el experimento sin comentario con otros hasta que se haya terminado, y la razón de esto es la de evitar que otras mentes sin que se den cuenta, intervengan con vibraciones de pensamientos favora­bles o adversas que compliquen la simplicidad y pu­reza de los elementos que entran en esta prueba.

Es de suma importancia el captar que en esta técnica están representados los fundamentos que explican cómo y porqué la mente forja el destino. El estudioso que profundice y medite sobre estos lineamientos básicos deberá entender que al crear la imagen como una realización ya lograda y reforzarla con amor hacia la planta, está poniendo en movimiento fuerzas que, traducidas a la vida diaria, le pondrán en el camino de alcanzar metas de éxito y bienestar que representan la felicidad del ser humano.

El concepto de que toda materia del cuerpo es substancia plástica lista para ser manejada por el po­der incontenible de la mente, puede captarse mejor si nos detenemos a pensar que según los últimos experimentos en laboratorios biológicos dotados de los nuevos aparatos que la electrónica está facilitan­do, el organismo humano renueva sus células en 274 días (aproximadamente el tiempo de la gestación del niño) lo cual significa que podemos pasar de una condición de enfermedad a otra saludable por virtud de las fuerzas internas operando sobre las células que ­se están formando como células nuevas para suplir a­las que se están constantemente eliminando. Este, sin duda, debe ser el método de curación de la natu­raleza en el reino animal. Lo que hacemos valiéndo­nos de las medicinas es una manera artificial por la cual mediante las drogas simplemente nos ayudamos a remover los obstáculos que muchas veces se han creado por nuestras propias alteraciones emocio­nales mal gobernadas. Y así con las medicinas únicamente abrimos el camino para que las fuerzas vitales puedan actuar libremente, pero el verdadero proceso de curación se lleva a cabo por medio de las fuerzas internas ejerciendo su poder sobre los átomos y célu­las que entran a formar parte de nuestra estructura.

Hoy en día estamos presenciando cada vez con mayor frecuencia casos de curaciones completas y radicales efectuadas en breve tiempo con ayuda de las fuerzas interiores, a pesar de que muchos de estos casos habían sido ya declarados como incurables por la ciencia médica. Existen numerosas curaciones ocurridas en todo tiempo y en todas las religiones, tomadas como milagros. Esto quiere decir que siem­pre ha existido en el hombre el poder de efectuar curaciones usando fuerzas subjetivas, solamente que apenas estamos actualizando y reconociendo leyes que en épocas pasadas ya se sabía cómo utilizarlas.

Desde luego que es importante tener la coopera­ción del enfermo y ésta se obtiene despertando en él lo que se designaba en tiempos pasados con la pala­bra Fe. Ya en las curaciones hechas por el propio Cristo se veía que este factor era importante pues a los que recurrían a él, les decía: «¿Tienes fe? Enton­ces serás curado» Esta palabra Fé en la religión ha tomado una interpretación muy especial pues se ha entendido como una aceptación ciega que no tiene el derecho de interrogar. Actualmente se empieza a entender esto en una forma más racional y más cien­tífica identificándola como una energía vivificante y creadora que el hombre puede aprender a utilizar, no solamente para las curaciones, sino en otras mu­chas realizaciones. Puede efectuarse la curación de un semejante con las propias fuerzas que la naturale­za ha ‘puesto dentro de nosotros y las cuales pode­mos ayudar a estimular y poner en vías de llevar a cabo un funcionamiento normal.

Es también intere­sante el entender las palabras del Maestro cuando después de haber curado a los enfermos, les decía: «Ve y no peques más» con lo cual podemos inter­pretar que allí se veía una demostración de la premi­sa que ya hemos expuesto en el sentido de que las enfermedades y las tribulaciones humanas son resul­tados de errores. Estos errores pueden ser conscientes o inconscientes, pero la trasgresión de la ley, ya sea con intención o sin ella, obtiene los efectos naturales. El sufrimiento dura mientras per­siste el error, pero cuando cesa la trasgresión de la ley y se restablece la armonía cesa también la causa del sufrimiento y el daño que procede de la infrac­ción de la ley o del error, comenzará a disminuir tan pronto como se restablezcan las fuerzas y vuelvan a sus cauces normales.

Lo que más cabalmente nos puede llevar a restablecer la armonía con las leyes, es la realización profunda de nuestra unidad con el Universo. Al reconocer esta unidad no puede haber mal y nada removerá los residuos de los errores co­mo la completa y plena conciencia de formar parte del propio Creador. Todos nosotros al advertir esta unidad ya no necesitamos vernos únicamente como expresiones físicas, sino como manifestaciones espi­rituales, y así ya no tenemos por qué consideramos sujetos a enfermedades y dolencias, sino más bien como arquitectos y dueños del destino que está en­comendado a nuestro espíritu guiar. En el pasado al irse convenciendo el hombre de su propia suprema­cía, fué dejando de temer a los elementos y a las fuerzas que hasta entonces en su ignorancia creía que le dominaban y le vencían, y así se fué transforman­do el temor en amor hacía todo lo que le rodea, y una vez lograda esta armonía el hombre puede con­vertirse en dueño en vez de esclavo de estas fuerzas. Hay muchas personas cuyos cuerpos débiles y enfer­mizos podrían transformarse en fuertes y sanos si ellas no habitaran en el temor y se cerraran a la divina corriente de la regeneración creadora.

Debe­mos no solamente abrimos a estas fuerzas, sino pe­didas, y en el grado en que haya intensidad y un sincero deseo por descorrer estas compuertas, fluirán hacía nosotros los poderes que barren con los obstá­culos que son la causa de nuestros sufrimientos. Para manejar todo esto en forma inteligente, es muy necesario ir teniendo identificadas a las corrientes enemigas, pues si vamos a ejercer una selección sabia de lo que vamos a permitir y lo que debemos rechazar como habitantes de nuestra casa, esto im­plica la verdadera necesidad de puntualizar clara­mente quiénes son los amigos y quiénes son los enemigos del hombre. Esto es importante pues cier­tos pensamientos forzosamente deben quedar filia­dos como enemigos ya que tienden a destruimos y a ser causantes de nuestra desventura. Pero hay que advertir que estos adversarios no siempre figuran abiertamente, por el contrario; tal parece que noso­tros mismos los encubrimos y los ayudamos a ves­tirse con ingeniosos disfraces, como cuando al temor le llamamos «cautela» y al rencor lo encubrimos como «justa indignación».

Aquí listamos algunos de estos enemigos de la salud que señalados así bajo una identificación general, tienen sin embargo múltiples y sutiles modulaciones y se combinan en tantas formas y ropajes, que habrá de requerir nues­tra más firme resolución para arrastrarlos fuera de sus guaridas, para sacarlos fuera de sus enquistadas posiciones, para desenmascararlos y proscribirlos como elementos indeseables a los que de ninguna manera puede convenimos el permitir que pululen en nuestro interno ya que de tolerar .su permanencia allí, estarán minando los cimientos de nuestra felici­dad. Estos son los enemigos, no olvides nunca quiénes son:

El temor                    El Orgullo                         La Cólera                          La Pereza

La preocupación        La Frivolidad                     La Censura                       La Indecisión

Las tensiones             La Inconsistencia              La Hipocresía                    La Intemperancia

El pesimismo             Los Celos                          La Intolerancia                  El Materialismo

El egoísmo                 La Envidia                        La Murmuración               La Codicia

La Vanidad                El Rencor

Naturalmente que contra estas falanges de arteros enemigos a los que insensatamente les permitimos anidar en nuestro interno, hay también un ejército luminoso que sólo necesita ser llamado y abrirle las puertas para que fluya en nosotros como una corriente salvadora y totalmente constructiva para la salud y para todo lo que constituye la felicidad del hombre. Señalar cómo desterrar las fuerzas enemigas y cómo dar paso a las huestes benefactoras, es una potestad legítima y una herencia que está latente en cada uno de nosotros, y el hacer lo contrario sola­mente puede explicarse como una absurda inconsciencia o ignorancia. Este pasmoso elemento que da origen a la conducta humana en el acoplamiento «men­te-cerebro» ha sido comparado en sus funciones de aspecto cerebral a una computadora de infinitos al­cances y que deja muy atrás a todas las computado­ras electrónicas que la tecnología pueda construir en el presente o el futuro.

Estiman los especialistas de este ramo que las células cerebrales llamadas neuronas, bien pueden sobrepasar la cantidad de catorce mil millones y aun cuando por otra parte se ha establecido como una verdad que de ellas no usa­mos ni un 9 %, sin embargo es una inspiradora reali­dad que aún dentro de esta limitación ya tenemos un verdadero esplendor de facultades pensantes, coordinadoras, y retentivas, las cuales iluminan la promesa de formidables expansiones cuando se am­plíe en nosotros el desarrollo psíquico cuyos primeros peldaños ya se pisan en la actualidad.

Esta increíble computadora que llevamos en for­ma de masa encefálica no más grande que un melón y con un peso promedio de unos 1,500 gramos y que consume el 15% de nuestra energía, es la expresión superlativa de todas las computadoras que ella misma pueda llegar a crear con toda la tecnolo­gía de la electrónica. Su trabajo descansa, como el de toda computadora, desde la simple sumadora has­ta los gigantescos sistemas de alta complejidad elec­tromagnética, en dos alternativas fundamentales que van gobernando todos los pasos de sus progra­maciones. .Son los elementos que se ramifican hasta el infinito en .la multiplicación, la división y las ecua­ciones de gran magnitud. Estas dos alternativas que en una sumadora aparecen como dos botones o teclas, son el signo de Más (+) Y el signo de Menos (-). De allí deriva todo.

Cuando un cerebro humano hace una afirmación tal como Si puedo, está oprimiendo el botón positi­vo y sumando un valor hacía el resultado que se persigue, y no olvidemos que este resultado inva­riablemente es el de nuestro bienestar. Lógicamente si por el temor se oprime la tecla contraria, entonces con esta tecla negativa ‘estaremos restando a la resul­tante que se desea, estaremos dando un paso hacía atrás.

El aprensivo que en un achaque piensa: «Esto es muy serio. Así empezó mi tío cuando le apareció el cáncer que lo llevó a la tumba.» está precisamente sumiendo el botón negativo y restándome a sí mismo la posibilidad de obtener el resultado que todos de­ seamos y que es la Salud. Quiere ir hacía adelante y da marcha hacía atrás, restando en vez de sumar, oprimiendo la tecla del Menos cuando debería oprimir la del Más. ¿Puede haber mayor insensatez?

En verdad sólo el craso error de la inconsciencia puede explicar tan absurdo proceder.

El mismo principio contradictorio aparece en múltiples situaciones en diversas actividades de la vida diaria. ¿Cómo puede tener expedito el camino hacía el éxito el individuo que persistentemente esté restando a lo que ostensiblemente anhela? Si ese hombre vive en el temor o en el pesimismo, de­clarando que «los tiempos están muy difíciles» o que «sólo pueden abrirse paso en la vida los que cuentan con un capital» y «sólo puede ascender en una firma el que está emparentado con los dueños del negocio», tal individuo lo que está blandiendo es la poderosa energía de la fe. Si, pero fe en el fracaso y por leyes naturales tan infalibles como lo son la ley de Causa y Efecto y la ley de Polaridad o Afini­dad, estará magnetizando una potente corriente que lo llevará hacía donde no quisiera ir.

Aquí es donde empieza a cobrar importancia una comprensión de los mecanismos conscientes y sub­conscientes pues es imperativo profundizar en uno mismo y empezar a entender la trascendencia que se encierra en la célebre frase inscrita en el portal de Delfos: HOMBRE, CONOCETE A TI MISMO, ya que en el mundo de la creatividad que tanto nos incumbe conocer y penetrar los secretos de su fun­cionamiento, encontramos que el principio imagina­tivo es todo un manantial de potencia arrolladora, y todavía por encima de las palabras; el individuo que repite y asegura que marcha hacía el triunfo, pero secretamente abriga una medrosa imagen de fracaso, ésta será la que predominará en el resultado final.

¿Por qué nuestras plegarias a veces son escu­chadas y otras veces parecen quedar ignoradas?

En esto se percibe justamente ese elemento contradic­torio que el auto-análisis del hombre conociéndose a sí mismo podría descubrir. El hombre puede pedir fervorosamente a la Deidad, pero si en el fondo o niveles infra-conscientes, él siente que no tiene de­recho a lo que está pidiendo, él mismo está anulando su petición. Aquí cabría un esfuerzo de introspec­ción y tal vez se encontraría que estamos guardando una falta de perdón hacía nosotros mismos por erro­res del pasado. En este sentido el poder del perdón de liberación y la recuperación de un sentido de dignidad y merecimiento personal.

El individuo que eleva una plegaria o una petición, necesita tener su propósito perfectamente integrado dentro de sí, no puede ‘permitir una división en su interno pues tal desacuerdo tiende a paralizar los efectos de la oración que bien manejaba es sin duda una onda magnética dotada de poderosa fuerza de atracción. En toda visualización de un logro deseado es de gran efectividad que la escena establecida por la inteligencia esté respaldada por la onda emotiva. Esto significa que no basta plasmar un cuadro per­fectamente elaborado por el intelecto, sino que es indispensable (y este puede ser el elemento más im­portante) que la fuerza realizadora parta de un ar­diente deseo pues cuando éste se produce con una proyección de gran intensidad, es entonces cuando pueden surgir aquellos sucesos que se consideran mi­lagrosos.

Esta vehemencia emotiva en el deseo de cualquier realización es una de las corrientes esenciales en este formidable haz de energía que está representado en la Fe. La fuerza «que mueve montañas» ha sido mencionada con sobrecogimiento desde tiempos muy remotos, pero es en nuestra época de mayor encuadre analítico, que empezamos a comprender los poderes que se ocultan en los misterios religiosos y vamos ya identificando en términos científicos sus componentes. Parece ser que hayal menos tres gran­des corrientes en la formación de este rayo de gran magnitud. La principal es evidentemente esta moti­vación intensa que ya se ha mencionado como «ar­diente deseo». Enseguida es indispensable concebir la imagen con gran riqueza de realismo y detalle, y en lo cual se le dé creación al objetivo, pero no con las­ formas borrosas de un sueño vago, sino con la preci­sión nítida de una escena que ya existe.

 Finalmente debe proporcionarse a todo el acto una expectación o esperanza (del verbo esperar) que sobrepase la conjugación del futuro y se vea como algo ya consumado. Nos dicen las escrituras: Reza como si ya se te hubiera concedido. Y para traducir la idea valiosa que aquí se encierra y llevarla a las situaciones de la vida cotidiana, es evidente que un individuo que pueda dar principio a la jornada de un día de actividades normales afirmando para sí mismo desde un nivel tranquilo y relajado (esto sería una «programación») la siguiente aseveración: «Me veo al final de este día, al recogerme en la noche, lleno de satisfacción por haber tenido un día de magnífica actuación y realizaciones. Lo creo, lo bendigo, y doy gracias por ello». Con tal actitud, ese hombre tendrá en efecto un día muy positivo y empezará a ver grandes cambios en su vida.

Debe hacerse hincapié en que la Fe comprendida así a niveles no religiosos, no es en ningún sentido la obligación al mandato de creer sin tratar de com­prender, sino una utilización de fuerzas psicológicas y que la ciencia clasifica dentro de la Parapsicología como «fuerza psicokinética» (efectos de la mente sobre la materia). Tenemos aquí una energía que como toda fuerza de la Naturaleza, élla en sí es neutral, ni buena ni mala, y todo depende del uso que se le dé. En otras palabras; los engranajes miste­riosos que la mente pone en marcha en toda clase ‘de situaciones materiales y espirituales en torno nuestro van a funcionar en un automatismo fiel y preciso, pero la función optativa de escoger si oprimimos la tecla del Más o la del Menos es una selección que está en nuestras manos en cada momento como una brillante oportunidad. Así puede comprenderse el triste error de otro sujeto que en vez de principiar su día con una afirmación como la del párrafo ante­rior, sale de su casa arrastrando los pies -y el ánimo -diciéndose «¡Ay Señor! Otro Lunes y salgo a enfren­tarme otra vez con la pesada carga de la vida y los múltiples disgustos y problemas que me esperan en el trabajo». Lógicamente que tal individuo está ya de antemano invitando las experiencias amargas que empiezan a ser atraídas desde el instante en que se formula la actitud derrotista… y pensar que el mismo esfuerzo cuesta oprimir la tecla Positiva que la tecla Negativa!

Comprendiendo en mejor forma lo que es la utili­zación de este poder, vemos que puede ser algo to­talmente ajeno a los campos religiosos. Un ateo – de esos que dicen no creer en nada – puede poner gran­des energías de fe en una causa o en un negocio y valerse de estos poderes de concentración energética haciendo que le ayuden de manera totalmente efec­tiva. Un malhechor puede tener fe en sus planes para robar a un banco y así ayudarse a lograrlo.

 Nosotros tenemos la seguridad de que la Ley de consecuencia que es el mismo principio que opera en los mecanis­mos del Karma, traerá la retribución justa al criminal tarde o temprano, pero eso ya es otro tema que nos conduciría a la conclusión de que las fuerzas mal empleadas forzosamente traen consecuencias doloro­sas. Pero finalmente el mensaje que realmente nos concierne en toda esta especulación es el del señala­miento elemental de no apuntar esta concentración de fuerza, hacía los objetivos que no nos convienen.

Los pensamientos, las imágenes, y aun las palabras y frases que sin pensar, decimos por habituaciones insensatas, dirigen fuerzas frecuentemente en sentido contrario de lo que realmente buscamos, y debe to­marse en cuenta que en los planos del subconsciente todo lo que se afirma tiende a dejar una huella literal.

Igualmente es digno de tomarse en cuenta que el estar demasiado pendiente y dando excesiva atención a estar conscientes de lo que no deseamos que suce­da, es equivalente a estar viviendo y mentalizando la situación que se desea evitar. Esto ya bordea los um­brales del temor y debe recordarse una vez más que lo que se teme se atrae. Conclusión: El pensamiento proyecta energía. La energía es fuerza creadora. A donde la energía se dirija producirá principios de realización material

En otra consideración igualmente cierta es nece­sario entender que ninguna anomalía puede alojarse en un organismo si no encuentra condiciones que la estén atrayendo y hagan posible que se adhiera y ejerza su influencia nociva, por lo tanto si cuidamos de establecer en nuestro interno las condiciones que sólo tengan afinidad con lo bueno, estaremos cance­lando de nuestro receptor la banda o frecuencia por donde podría penetrar cualquier onda maléfica. Esto no sólo tiene referencia a la salud física, sino a todas las impurezas que con o sin intención, de otra volun­tad, trataran de hacer impacto y penetración en no­sotros.

Un intelectual conocedor de elevada sabiduría en estos terrenos, nos dice: «En los casos en que los pensamientos buenos o malos sean proyectados hacía un individuo, para que estos pensamientos puedan llenar su misión necesitan encontrar en el aura de su objetivo materia capaz de responder en resonancia a estas vibraciones; Cualquier combina­ción de materia puede únicamente vibrar dentro de ciertos límites definidos y sí las formas de pensa­miento están fuera de estos límites que el aura del sujeto receptor puede contener en sus vibraciones, no la puede afectar en absoluto. En consecuencia, tales vibraciones rebotan de ella, y lo hacen con una fuerza proporcional a la energía con la cual han cau­sado el impacto sobre esta aura.

Es por esto que se dice que «los puros de corazón» son los que están mejor protegidos contra cualquier agresión de este tipo pues un corazón pleno de pureza y una mente de la misma naturaleza construyen cuerpos astrales y mentales de materia fina y sutil, y estos no pueden responder a las vibraciones burdas y densas que re­quiere el otro tipo de pensamientos. Si un pensa­miento malévolo es así proyectado con deseos de perjudicar a alguien, este pensamiento chocará con­tra el cuerpo astral del individuo y solamente podrá rebotar de él repelido y arrojado con toda la misma energía que lo ha traído. En esta forma regresa so­bre la línea magnética de menor resistencia que es aquella por la cual ha llegado, y causará impacto sobre el mismo sujeto que lo proyectó. Este sujeto como es natural, tiene en sus cuerpos astrales y mentales vibraciones del mismo tipo de la forma de pensamiento malévolo que ha generado y por ello este cuerpo originador de tales vibraciones, respon­derá a ellas y sufrirá por lo tanto los efectos destruc­tivos que trató de causar en otro».

Una simple contrariedad o disgusto a la hora de comer, puede quitamos el ape­tito y conducimos a retirar el plato y levantamos de la mesa. Los hombres de negocios frecuentemente invitan a un colega a almorzar para discutir allí asun­tos mercantiles. Esta es una costumbre errada, pues las naturales tensiones de los negocios y sus corres­pondientes maniobras mentales no propician las me­jores condiciones para comer, lo cual debería hacer­se en un ambiente plácido y en condiciones de sosie­go emocional.

Los temores, la pesadumbre, la ansiedad, el sobre­salto, y los resentimientos rencorosos son los humo­res propicios y la natural atmósfera para las enfer­medades pues todos estos estados tienden a causar desequilibrios magnéticos en las células de nuestro cuerpo y abren el paso a las invasiones y coloniaje de las bacterias. Una secreción glandular cuyo producto normalmente es benéfico puede alterarse en tal for­ma que su emisión se convierta en substancia tóxica. Ha habido madres que bajo alteraciones intensas han trastornado la leche de su pecho y han enfermado a la criatura que amamantan.

Todo esto puede conducir a preguntamos: «¿Cómo, entonces, podemos usar esta información para abrir paso a la salud? Ya sea para conservarla o bien para restaurarla» Hemos señalado a los enemigos del bienestar, pero hará falta extender ante la com­prensión del lector un despliegue amplio y documen­tado para arraigar la profunda convicción y una reso­lución que no podrá flaquear al infiltrarse honda­mente la conciencia esencial sobre este tema.

En otra parte de esta obra daremos a este tema todo el espacio que amerita, mientras tanto ofrecere­mos aquí al enfermo un poderoso paliativo que le dará de inmediato grandes consuelos y alivio. Los lineamientos generales para ese ejercicio pueden te­ner variantes según sea el caso y. las convicciones religiosas de cada uno. Primeramente hay que buscar un relajamiento físico, mental, y espiritual. Para esto una técnica sencilla que no requiere disciplinas espe­ciales ni largas prácticas, consiste en tomar a interva­los cómodos tres respiraciones profundas, de pre­ferencia inhalando por las fosas nasal es y en cada respiración al exhalar el aire aflojar todo el cuerpo induciendo una creciente sensación de pesadez en brazos y piernas, una lasitud pasiva y tranquila, apar­tar del pensamiento toda actividad y toda preocupa­ción y sentir una unión con las fuerzas de la Crea­ción, como cada quien pueda concebidas. Estas pala­bras por ejemplo, pueden servir como un modelo: «Como la gota de agua del mar es parte del océano, así yo formo parte del Creador. Soy una chispa de esa gran Luminaria Cósmica. Por ello mi corazón está rebosante de amor a todo. Todo en la creación es obra de El, hecha con amor, y yo formo parte de esa obra y de ese amor. Soy la vida y el espíritu del Creador y no puedo existir en el mal. No puede anidar ningún mal en mi verdadera naturaleza. Me abro completamente a las fuerzas divinas y éstas flu­yen en mí. Limpian mis males y me regeneran».

Al hacer esta afirmación con profundo fervor se percibirá como un fuego que enciende las fuerzas vitales. Hay que sentir y creer cada palabra de esta meditación hecha calmadamente con los ojos cerra­dos, el cuerpo relajado, la mente tranquila, sin an­gustias y sin esfuerzo. Creer con absoluta y sosegada certeza. Mantener esta creencia con la sencillez de un niño y el proceso está en ejecución. Repitiendo estas afirmaciones poco antes de dormir y al despertar, persistiendo en ese estado de ánimo se vivifican las fuerzas del interno y mudará pronto el cuerpo sus condiciones de enfermedad y desequilibrio de magnetismo vital hacía la salud y la armonía. Si hay algún punto especial donde se mani­fiesta alguna anomalía o dolencia; además de la afirmación general, el enfermo puede dirigir allí pre­cisamente su pensamiento y formar una imagen deta­llada de células nuevas y saludables formándose y substituyendo a las células enfermas que son llevadas de allí por el torrente sanguíneo y eliminadas del cuerpo.

La afirmación que se ha sugerido puede llevar variantes según el caso especial que se busque aliviar. El individuo puede elaborar el texto de su propia meditación, escribiéndolo de antemano y leyéndolo, o mejor aun; para hacerlo con los ojos cerrados en una profunda concentración, puede hacer una grabación en una cinta magnetofónica y seguirla mentalmente sin hacer esfuerzos de memoria o abrir los ojos a los estímulos circundantes.

Pero es de todo punto indispensable comprender que este ejercicio no podrá hacer desaparecer los efectos del mal mientras persista la trasgresión de la ley. Por ello las frases iniciales anteponen a toda terapia, que se identifica uno con su poder superior y por ello vibra en amor con todo. Lo cual quiere decir que mientras se abriguen recuerdos de personas o situaciones imperdonadas, estamos en desarmonía con la Deidad y estamos en la trasgresión de la ley. Esto por cierto, debe hacerse extensivo al propio sujeto puesto que si uno mismo no se ha podido perdonar errores pasados, el mismo sentimiento de culpabilidad sostenido será un bloqueo que psico­lógicamente equivale a un rencor. Recordemos aquel principio: «ama a tu prójimo como a tí mismo» y que aquí se encierra literalmente un doble mandato; «ama al prójimo, y ámate a tí mismo, pues todas son creaciones del Universo.

Habrá personas a quienes cueste trabajo aceptar este tipo de ideas sin confundidas con ciertas tradi­cionales restricciones. ¿Como? dirán – ¿puedo amar­me a mí mismo o declararme uno con Dios sin incurrir en la soberbia o en la egolatría? Todo es cuestión de amplitud en las interpretaciones que se hagan para expander la conciencia de la mente humana. Que somos hechuras del Creador, no admite duda. Y las veneradas palabras «hechos a su imagen y seme­janza» son perfectamente comprensibles si usamos la analogía del océano y pensamos en esa gota infini­tesimal que siendo tan sólo una molécula del mar contiene toda su esencia, aunque naturalmente, no su potencia. La mayor parte de las filosofías religiosas en una forma u otra, propenden a recono­cer que el progreso espiritual consiste justamente en unificamos más y con nuestro origen que es el Crea­dor. Manantial, origen y finalidad teológica del fenómeno humano.

Viéndolo en forma pragmática, si somos hechuras de Dios y estamos dotados de las semillas que repre­sentan los atributos de El, es natural que nuestra aspiración tenga tras de sí todo el empuje germi­nante de estas semillas pugnando por llevamos a un florecimiento que sea imagen de su Autor. Esto puede explicar el porqué de la ley moral, el porqué a pesar de los goces de la materia y la aparente felicidad que ellos ofrecen, toda la trayectoria del género humano muestra una curiosa tendencia en un sentido diametralmente opuesto, en un sentido que parece ordenarle la ejecuci6n de actos penosos y de­sagradables con tal de que en ellos presienta estar en el camino del acercamiento a su Creador. El ejemplo del deber cumplido, el sacrificio del que pierde su libertad luchando por la de otros, el interés verdade­ro por amar y servir a los semejantes, son actos que despiertan nuestra admiraci6n intuitivamente, sin explicaciones, como si todos supiéramos que esas acciones simbolizan un ideal que no se discute, una huella que todos quisiéramos seguir si pudiéramos vencer nuestras pasiones mezquinas y nuestros erro­res del lastre del pasado. Y al buscar la felicidad, cada día nos desengañamos más, y más se ilumina nuestro entendimiento de que el deber cumplido proporcio­na las únicas satisfacciones que pueden dar la verdadera paz del espíritu, lo que extiende en torno nues­tro un suave resplandor y puede centramos en la luz de la felicidad.

Por esto nos vemos ante la cuestión que se nos plantea con tanta claridad y que es la de comprender nuestra esencia divina, no interpretándola como una arrogancia. Es sencillamente un deber del hombre consciente saber que le incumbe dejar atrás las ten­dencias del egoísmo animal, esas que ya se han seña­lado en la lista de los enemigos, e identificarnos con aquello que es imán y meta de nuestro progreso, la unión con un todo.

Enfocando una vez los aspectos afirmativos que puedan llevamos a una administración sabia de la mente, nos corresponde a toda costa buscar los me­dios para aprovechar este privilegio fundamental que consiste en la función optativa de dirigir el pensamien­to hacia donde nuestra voluntad lo decrete. Es eviden­te que ante el convencimiento de que los pensamien­tos transgresores nos destruyen, todos deseamos evi­tar los escollos que desgarrarían la nave de nuestra dicha. Pero ¿cómo esquivar los riscos? ¿Cómo apren­der a llevar el timón con mano firme hacía las aguas tranquilas de la vida?