Curso de autoestima 389

Curso de autoestima 389

389. Hablemos de Propósito y Abundancia

Autoestima 389. Propósito y Abundancia – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

Si siembras un pensamiento cosecharás una acción. Si siembras una acción cosecharás un hábito. Si siembras un hábito cosecharás un carácter. Si siembras un carácter cosecharás un destino.

Escrito por El Tibetano

PROPÓSITO

La carrera hacia un nuevo destino comienza por algo tan aparentemente efímero como lo pueda ser un solo pensamiento. Para hacer cambios en nuestra vida, existe una Tecnología de la Transformación que señala el poder de los pequeños pensamientos semilla hacia el objetivo elegido. Se trata de tomar conciencia de que tan sólo el hecho de pensar y nombrar qué y cómo quiere uno vivir, y qué y cómo quiere uno ser, aunque parezca pequeño y utópico, supone la gran cimentación del futuro. Todo comienza por aprender a pensarse bien.

Para sembrar un pensamiento nuevo en el jardín de nuestra propia mente, conviene verbalizar atentamente los decretos correspondientes a los cambios que decidimos. Por ejemplo, cuando pronunciamos, “soy totalmente capaz de lograr lo que me propongo”, “la vida me ofrece constantes oportunidades de sentirme bien”, “de la misma manera que todo veneno tiene su antídoto, todo problema tiene solución”, la mente inconsciente abre caminos neuronales que conformarán nuevas y más amplias creencias. Tales decretos suponen una conexión neurolingüística que, con perseverancia y repetición, se hace sendero y permite, sin esfuerzo, el fluido natural de la energía hacia el logro del objetivo

Las ideas llevan a la acción. Actuamos como pensamos. Si una persona cree que no puede hacer algo, ni siquiera lo intentará. Sin embargo, si sus creencias han sido observadas y revisadas, comenzará a pensarse capacitada para el logro y no tardará en actuar en la nueva dirección. Los nuevos pensamientos de capacitación, desencadenarán nuevas acciones coherentes con dicha intención.

A medida que la acción se repite una y otra vez, la mente tiende a crear un hábito. Por ejemplo, cuando aprendemos a conducir, ponemos toda la atención en las nuevas “ideas” que, a su vez, generarán acción en todas las palancas y pedales del coche. Y sucede que, conforme se repiten dichos procesos mentales, se conforma un hábito que facilita conductas sin esfuerzo. El hábito de mover palancas en el coche permite atender a las incidencias de la carretera o mantener una interesante conversación. Puede entonces decirse que el programa ha sido instalado.

Y a medida que se asimila un conjunto de nuevos hábitos, no tarda también en brotar un nuevo carácter al hacer las cosas. Si una persona aprende a pensar que cada problema que surge no sólo viene acompañado de soluciones, sino que además le proporciona extraer crecimiento y apertura de nuevos horizontes, se convertirá en una persona estrella.

Las personas estrella se expanden ante los problemas porque los piensan como un juego sembrado de oportunidades. Las personas estrella son capaces de entusiasmarse con su visión de todo proyecto que emprenden. Seres capaces de motivarse hacia el logro de una conciencia integral en la que se halla implícito el propio sentido de la vida. Se trata de hombres y mujeres con un modelo de pensamiento incluyente que los invita a creer que la mejor victoria es la que ganan todos. En realidad, todo el nuevo destino fraguado en sus vidas comenzó por la siembra de, tan sólo, un pensamiento.

¿Podemos garantizar que seguiremos disfrutando de los bienes que hoy disponemos? La orientación de la actual sociedad de consumo gira obsesiva alrededor del tener pero, ¿acaso seguimos creyendo que “teniendo más” nos garantizamos la paz y el bienestar? Aquel bebé que un día fuimos, vivía tan sólo para comer. Para el niño, el mundo se reduce al alimento, es decir, a la acción de succionar y adquirir. Y aunque parece que nos hemos hecho grandes, seguimos impactados por las ofertas y envoltorios brillantes en una compulsiva carrera de “consume y acumula”.

¿Tener y Ser? Las dos caras de la moneda. Si estamos orientados tan sólo hacia el tener, es decir, hacia el tener dinero, tener cosas, tener personas, tener imagen, tener fama y poder… nuestra vida no sólo se centrará en una adictiva necesidad de adquirir, sino que cualquier pérdida que suceda nos ocasionará molestas frustraciones y duelos insospechados. Si ampliamos nuestra vida al Ser, hacia el desarrollo de la Inteligencia y la Sabiduría, hacia la capacidad de ser útiles a los demás y de ser más sanos y conscientes, cada paso que demos nos pertenecerá y nada ni nadie nos lo podrá mermar.

Si orientamos nuestra vida hacia el aprendizaje integral, es decir, hacia el crecimiento personal y la expansión de la consciencia, estaremos invirtiendo en Valores del Ser. Un patrimonio intangible que, lejos de ser susceptible de pérdida o deprecio, con los años, sucede que, paradójicamente, crece y se revaloriza. Y así como el mundo del tener nos lleva a la dimensión cantidad, es decir, a la contabilidad y al afán de provecho personal, la orientación al ser nos relaciona con la cualidad de las cosas, con el significado de las mismas y con la relación de utilidad que mantenemos con ellas.

El desarrollo personal es la inversión que nos hace más valiosos. Se trata de un bien intangible que, cada vez, se puede disimular menos y que a todas partes se lleva puesto. Podremos envejecer o perder seres queridos, salud… sin embargo nuestra inversión en sabiduría  será algo que nadie, por más que nos robe, nos podrá arrebatar. La observación interior, las ciencias del Yo y la Meditación, abren la primera puerta del aprender a aprender. Más tarde, uno podrá poner atención en aspectos tales como cultivar su mente, viajar y observar otras costumbres y abrirse a la diversidad de amistades. Podrá invertir asimismo en practicar deporte, yoga o tai chi, desarrollar el arte de conversar, indagar y dedicar tiempo a estar consigo mismo. Su patrimonio ético crecerá si aprende a expresar el sentimiento y el afecto, a ejercitar  la creatividad y a cultivar el Espíritu. Y detrás de todo crecimiento, observará que existe un deseo de incrementar su capacidad de servir a los demás. Un sendero interior que da sentido a la vida. En realidad, estamos hablando de algo que no puede comprarse con dinero ni ser arrebatado con un golpe de poder e influencia. Se trata del arte y la capacidad de ser feliz.

Tal vez, lo que buscamos al acumular riqueza desde el “nunca es bastante”, es garantizarnos un sentimiento de seguridad. Sin embargo, a veces olvidamos que el dinero no es la única solución, ya que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Tal vez, olvidamos llegar a ser ricos en tiempo libre y en relaciones sinceras. Ricos en saber reír y llorar con el corazón abierto que no es otra cosa que ricos en salud física y mental. El tener sin el ser recuerda a un ave que trata de volar con un ala menos desarrollada que la otra. Sucederá que, por más que se esfuerce y mueva sus extremidades, dará vueltas en círculo sin avanzar ni progresar. Sucederá que, cuando se de cuenta de su estéril esfuerzo, procederá a equilibrar ambas.

El pobre anhela riquezas.

El rico ansía el cielo.

El sabio aspira a una mente sosegada.

Por Swami Rama

Se dice en la India que cuando un pobre se encuentra con un santo, lo primero que mira en éste son sus bolsillos. Tal afirmación nos recuerda que aquella persona que no ha satisfecho sus necesidades básicas, no ve la felicidad en otra cosa que no sea el oro en cantidad suficiente como para sacarlo de sus problemas. Pretender que un mendigo se interese por la deforestación del Amazonas es hablar un lenguaje que ni entiende ni le importa.

El llamado “pobre” no es tan sólo el que carece de bienes y riquezas. En realidad, la pobreza no está en los bolsillos, sino que más bien se encuentra entre las orejas. Hay personas con bienes a su nombre y una buena renta que viven en un programa mental de escasez y de carencia. La pobreza es una actitud frente a la vida que, con frecuencia, no tiene relación directa con la cantidad de monedas. Se trata de un modelo, a menudo, heredado de un progenitor con mentalidad de estrechez y miseria.

Uno es rico cuando experimenta conciencia de abundancia. Un programa mental que, aunque al principio no esté refrendado con propiedades, más tarde o más temprano, la vida termina por confirmar. El que se “siente rico” y fluye sin tensión ante el pago de sus cuentas, encuentra con el tiempo la manera de satisfacer las necesidades que requiera. La riqueza comienza en la mente y más tarde sucede en la materia.

Cuando uno ya es rico en la mente y además en las rentas, confirma que el dinero resuelve sus necesidades y muchos deseos, pero no elimina sus miedos, sus inquietudes y el anhelo de que le quieran. Y entonces desea El Cielo, eso que no se puede comprar, ni con euros ni con pesetas. Un espacio de paz y salud en el que supone poder dormir sin pastillas y a pierna suelta. El verdadero rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita. Sin duda, la no necesidad es un estado mental que nos convierte, sobre todo, en ricos por dentro y sabedores de la belleza interna. Se trata de personas que han aprendido a ajustar prioridades y señalar las cosas que, de verdad, a todos interesan.

El sabio ya ha desmitificado el poder hechizante del último modelo y el bienestar prometido de la imponente casa en la costa. La sabiduría mira hacia dentro y lo que ve son estados de conciencia, tanto de agitación y ansiedad, como de sosiego y calma. Estados mentales que ya no dependen de jarrones ingleses y alfombras persas. En realidad, cuando nos encontramos a punto de adquirir algo que vehementemente deseamos, sentimos una inmensa alegría. Pero si miramos en profundidad lo que de verdad deseamos, no es tanto la cosa en sí, como el satisfactorio estado emocional que suponemos nos proporcionará el disfrute de la misma. De hecho, pasados unos días, ya no produce el mismo efecto de complacencia en nuestra mente, por lo que, incluso, la abandonamos.

El sabio opta por el sosiego de su mente y la apertura de su consciencia, sabiendo con certeza que son los dos grandes pilares de la verdadera riqueza. Las personas sabias, mientras hacen circular la cantidad justa y adecuada de dinero, cultivan el jardín de su interior y expanden al Universo su mirada. Sus vidas tienen sentido porque comprenden cada instante que pasa. Hace ya tiempo que aprendieron a enfocar la atención allí donde la vida les llamase e hiciesen falta.

Una vida plena es mejor que una vida larga. 

Por Nisargadatta.

¿De qué puede uno arrepentirse al morir? Hagamos lo que hagamos, somos totalmente inocentes. La culpa es un programa mental que ignora la complejidad de la conducta humana. Los errores cometidos, no sólo nos han dado ya suficientes cielos e infiernos en la propia vida cotidiana, sino que, además, nos han aportado transformación y experiencia. En cada acción, por errática o lúcida que ésta sea, hay una red de interdependencias tan amplia y compleja, que parece un despropósito acercarse a la muerte con amenazas de castigos y sensaciones de culpa fluyendo por las venas.

¿Por qué se agarran desesperadamente muchas personas a la vida física?, ¿por qué aceptan ser “entubadas” en un hospital mientras los suyos, ya cansados, acaban queriendo ir a cenar y a dormir a sus casas? En realidad, lo aberrante no es morir, sino sufrir. Un asunto que, cuanto más consciente deviene uno, más es de su propia incumbencia. Si no hemos vivido una vida plena, tal vez de lo único de lo que nos arrepintamos es de no haber atendido algunas llamadas del alma. En los últimos momentos de la vida, es decir, en el tránsito de vuelta a casa, recuerde que lo importante es seguir a la Luz, allí donde ésta aparezca. De lo demás se ocupa esa Inteligencia Benévola que inspiró a Mozart, Miguel Ángel, Einstein, Jesucristo, Buda y tantos otros canales de Lucidez y Belleza.

Hay personas que saben llegada su hora y se despiden de este mundo de manera voluntaria. Por ejemplo, la vieja abuela esquimal, cuando se da cuenta de que sus dientes ya no pueden curtir las pieles encomendadas le dice a su hija. “Me voy hija. A mí me comerá el oso. Después tu marido cazará al oso y yo a través de él, os ofreceré mi cuerpo. Algo de mí nutrirá al bebé a través de tus mamas. Mi muerte apoyará la vida. Adiós hija, vuelvo a Casa”. Existen culturas en las que sus miembros no se apegan tanto al cuerpo y viven plenamente el largo o corto tramo de vida que naturalmente les toca. Seres que saben soltar y despedirse para seguir adelante en la verdadera aventura de la consciencia. Hombres y mujeres que, cuando intuyen llegada la hora, capitulan detalladamente sus vidas y abren su corazón a las estrellas.

Una vida plena es una vida con risas y lágrimas. La vida, desde su comienzo a su fin, es un laberinto que muestra la riqueza inherente a experiencias diversas. ¿Cuándo morir?, ¿por qué no hacerlo cada noche, al capitular la jornada vivida con todas sus luces y sus sombras? El hecho de nacer cada mañana y asumir el nuevo trozo de vida que asoma, supone vivir intensamente sabiendo que cada pensamiento y cada acción, serán luego, en la noche, observadas. ¿Acaso tal objetivo diario que esta actitud conlleva, no aporta a cada momento del día una calidad capaz de redimirnos de la amnesia?

La vida tiene sentido cuando uno sabe que se ha “mojado” en el gran juego de abrir su propia crisálida y despertar del sueño en el que duerme junto a otras personas. La vida tiene sentido, sobre todo cuando uno se sabía esclavo y, logrando la libertad, fue útil a otros compartiendo claves para la expansión de sus conciencias. “¿Para qué estoy vivo?”, uno se pregunta por la mañana. Y dependiendo del grado de niebla psíquica que con el día llega, uno, de nuevo, se sigue preguntando, “¿acaso para seguir despertando, mientras comparto el mapa de salida de la amnesia?¿Para qué estoy vivo?”, vuelve uno acuestionarse cada alba, mientras comienza a respirarse en plena consciencia. Instantes sagrados en los que uno atestigua que el aire entra y sale de los pulmones mientras se activa la conciencia. ¿Y si, de pronto, uno se da cuenta de que se ha despistado del sí mismo? … No queda más que volver suavemente al centro del mandala. En realidad, no hay muerte cuando uno sabe que ES porque, más allá del yo superficial del cuerpo, somos Luz Omnipresente que ni ha nacido ni morirá mañana.

Nunca se da tanto como cuando se da seguridad y confianza.

 Por Anatole France.

La mente humana suele tender a anticipar desgracias. Y sucede que cuando sufrimos antes de lo necesario, sufrimos más de lo necesario. Las estadísticas afirman que el noventa por ciento de nuestros sufrimientos los causan cosas anticipatorias que no han sucedido ni van a suceder. Si uno observa su mente, comprobará que funciona de manera fugaz e inquieta. Se mueve yendo y viniendo entre el pasado y el futuro y discurre rápida entre los polos de la antelación y la memoria. Pero tal función no tiene por qué conllevar la anticipación sufridora que, a menudo, tortura a muchas personas.

La mente cuida de nuestro cuerpo, revisando velozmente registros pasados, a la vez que los proyecta en sucesos por venir. Una función que, aunque nos protege de peligros y previene riesgos, puede generar pensamientos infundados acerca de desgracias venideras. No tenemos más que el presente. El estado de pre-ocupación es estéril, ya que lo apropiado es ocuparse, no pre-ocuparse que es lo mismo que ocuparse antes de tiempo. Recordemos que somos más felices y eficaces creando soluciones que dando vueltas en torno a los problemas. Entretanto, ¿qué mejor que abrir el corazón a la esperanza?.

Una mente que procesa el problema, que se acerca una y otra vez a éste y no crea soluciones, es una mente incompetente e incompleta. Una mente sana observa el problema y, rápidamente, lo suelta para reorientarse de inmediato hacia vislumbrar de las soluciones que correspondan. El miedo y la tensión, tan sólo cumplen su verdadera misión cuando movilizan la inteligencia hacia la acción que convenga. Mantengamos la atención para no “engancharnos” al problema, ya que una vez “visto” éste, donde realmente tenemos que poner nuestra visión es en las soluciones certeras. No miremos tanto al veneno como al antídoto. Y, si al principio éste no se ve, tal ausencia no quiere decir nada. Por el mero hecho de “mirar” dicho espacio, los remedios y soluciones aparecerán progresivamente en la consciencia. Aquello en lo que uno enfoca su atención tiende a crecer, se trate de solución o se trate de problema.

Cuando se quiere ayudar a una persona cuya mente se siente amenazada por problemas venideros, lo mejor que puede hacerse es ayudar a dicha mente a que se torne clara y confiada. De esta forma, estará más capacitada para enfrentar las pruebas que se avecinen con ecuanimidad y eficacia. 

Entonces, ¿qué mejor apuesta que fomentar los recursos del ahora? Sin duda, el sentimiento de confianza es la mejor opción de nuestra mente y es el gran rasgo de la inteligencia del alma. La confianza es complicidad y comunión con una sintonía más amplia. La confianza es sintonía con ese Poder tan grande que mueve los átomos y las galaxias. Vivir en la confianza es sentir que, llegado el momento de las encrucijadas, uno sabrá hallar las claves y decidirá lo que entonces haga más falta. La confianza es saber que el tiempo va a favor y que, cada día, nuestra mente es más competente y sabia. Y de la misma forma que el Universo se expande a velocidades infinitas, nosotros también nos abrimos a lo que, en realidad, somos: Observadores del gran regalo de la consciencia.

Recordemos que al final, todo se arregla, y que, en realidad, nunca pasa nada. Además, si uno reflexiona, termina por reconocer que el dolor y las pérdidas pasadas abrieron nuevas avenidas internas por las que se expandió la consciencia. El dolor que tuvimos que soportar, acompañado de pérdidas, vació nuestro ego y “pinchó” ilusiones que nos esclavizaban. Más tarde, cuando las burbujas se desvanecen, sentimos mayor ligereza y vibramos en la sintonía del alma.

ABUNDANCIA

Si la riqueza parece consistir en tener “muchas cosas” como estado de abundancia que parece prometer la felicidad, habrá que preguntarse qué es lo que hace realmente feliz al ser humano. Y al querer responder a ello, uno mismo topa con toda una jerarquía de necesidades en las que, tal vez, la cantidad de cosas no es tan relevante como la calidad y cualidad de las mismas.

En el escalón más básico, la riqueza sirve para cubrir la necesidad de alimento que, como a todo “bebé existencial”, es lo que configura su mundo. Una vez resuelto esto, se asciende al escalón de las emociones desde el que se considera rico a un ser que ignora el aislamiento y la carencia afectiva. En un escalón todavía superior, la riqueza tendrá que ver con el nivel mental de autoestima y la consiguiente auto-confianza que posibilita un eficaz logro de objetivos y metas.

Conforme la Humanidad resuelve las necesidades pertenecientes a los escalones básicos de alimento, afecto, sentimiento de pertenencia y autoestima, nacen otras más elevadas o meta-necesidades que conforman el sentido de la vida y la optimización de las capacidades más insospechadas del alma humana. Si las necesidades de nivel inferior no están resueltas, las de nivel superior ni tan siquiera asoman en la consciencia. Es por ello que resulta estéril, por ejemplo, intentar involucrar a un mendigo en el problema ecológico del Amazonas. Ni lo siente ni le importa.

La necesidad de autorrealización se define como un impulso hacia el desarrollo de todas aquellas potencialidades de que disponemos como seres humanos. La capacidad de materializar nuestro propósito central, de descubrir nuestra misión en la vida y cumplirla, y de convertir en realidad nuestras utopías más íntimas, suponen un objetivo que señala la riqueza esencial con mayúsculas. Una riqueza basada en la capacidad de sosegar la mente y expandir la consciencia.

Si se da un paso más en la jerarquía de necesidades, sucede que muchas personas, sin pretenderlo, acceden a la llamada experiencia cumbre. Se trata de una vivencia en la que el sujeto trasciende el espacio y el tiempo del ego racional y, durante un episodio de mayor o menor duración, se instala en un estado de infinitud y totalidad del que se derivan consecuencias extraordinarias. Haber “viajado” de manera imprevista al plano en el que la contradicción dualista se trasciende, conlleva la eliminación del miedo a la muerte y, a menudo, el desarrollo de facultades psíquicas insospechadas. Una vez que se ha experimentado tal nivel de conciencia, el sujeto vive en la certeza de que eso es y existe, aunque no se controle la posibilidad de repetir a voluntad tal experiencia.

El espíritu de servicio y el desarrollo espiritual provienen asimismo de motivaciones que brotan del ático de la mente humana. Se trata de niveles que han sido cartografiados por seres considerables como vanguardia de la supraconciencia. Seres que han legado un testimonio de amor y lucidez en el que la propia riqueza es sinónimo de la capacidad tanto de crecer como de ofrecer. Cuando la vida está orientada hacia el desarrollo interior, capacita a hacer remitir tanto el sufrimiento propio como el ajeno, convirtiendo a los individuos conscientes en anónimos maestros y terapeutas. Se trata de hombres y mujeres de aspecto común cuya riqueza está basada en la capacidad de auto-facilitarse la apertura de la propia crisálida y la de acompañar a sus próximos en tal delicado proceso de “ginecología del alma”. Un mundo en el que la riqueza consiste de experimentar el supremo gozo de ser útil a la liberación del sufrimiento humano mediante la evolución de la conciencia.

La mejor victoria es aquella en la que ganan todos.

Escrito por Salomón

El viejo paradigma de Economía afirmaba que si una persona obtenía una ganancia, otro ser, en alguna parte del mundo tenía necesariamente que experimentar una pérdida de la misma cuantía. Daba igual que se tratase de dinero u otro bien tangible porque, en realidad, se estaba haciendo referencia a un mundo de recursos limitados. Por ejemplo, en un planeta en el que existen 100 personas y hay 100 manzanas, si una de ellas come 3 unidades, lo está haciendo a costa de otras dos que necesariamente carecerán de su particular manzana. A este modelo de pensamiento se denominaba “ganar-perder”, es decir, que si alguien gana, simultáneamente alguien pierde. Sin duda, un modelo mental que señalaba una conciencia de escasez.

Actualmente sabemos que los recursos no son necesariamente limitados. La investigación y el desarrollo sostenido propician las nuevas fuentes de energía y factores de riqueza renovables. En este sentido, el nuevo paradigma se denomina ganar-ganar y viene a decir que cuanta más riqueza se crea, más se estimula, a su vez, la ganancia general de todos aquellos con que ésta interacciona. Un ejemplo suele atisbarse cuando se observa que las tendencias de crecimiento no sólo afectan a una empresa, sino a todo el sector de la misma actividad.

Cuanto mayor es el número de personas que realizan una determinada práctica, mayor es la influencia de energías sutiles, también llamadas campos morfogenéticos, que movilizan la totalidad. Por ejemplo, cuanta más gente conduce, aprende Informática, practica Aeróbic o se ejercita en la Meditación, más fácil resulta aprender dicha técnica a los nuevos principiantes que se inician. Lo mismo sucede con las actividades comerciales, por ejemplo, cuantas más librerías existen en un barrio, más cantidad de libros se venden en el conjunto final e todas.

Dejando a un lado la economía de los cuántos y abordando la índole esencialista de las cosas, se puede afirmar que, ante los problemas de desigualdad en el mundo, es posible encontrar soluciones tan justas como luminosas en las que todas las partes ganen. Aunque no lo parezca, todo ser humano es capaz de generar riqueza para sí mismo y el conjunto.

Finaliza la era del vencedor y el vencido. Todos ganan y son vencedores en su particular resultado, aunque, a veces, para cada una de las partes, el hecho de ganar señale aspectos diferentes. La victoria es global y el Universo es un juego de interdependencias en las que todo afecta a todo y es, a su vez, causa de todo. Cualquier victoria puede beneficiar simultáneamente al ego y al alma, al cuerpo y a la mente, a la parte y al todo. El nuevo objetivo está en cultivar un modelo de pensamiento que tenga en cuenta a todas las partes y enfoque la energía de manera, no sólo particular, sino también global. Es decir, un patrón de crecimiento integrador e incluyente.

El antiguo modelo mental de carácter excluyente, formulado en “agrio-o-dulce”, ha sido superado en la nueva integración “agrio-y-dulce”, es decir, agridulce. Una energía de síntesis que compatibiliza lo que era anteriormente considerado como incompatible. Se trata de un aspecto integrador del que se vale la Evolución para saltar a un nuevo estadio de conciencia que contenga implícito los anteriores y, además,  exprese una cualidad distinta y mayor que la simple suma de sus partes. Un paradigma de pensamiento y creación de realidad en el que todos juegan y todos ganan.

FIN.

Fin de este capítulo.