Curso de autoestima 032

Curso de autoestima 32

32. Un Gran Secreto: Simple

https://go.ivoox.com/rf/115773893

“Un mundo nuevo no es más que un nuevo modo de pensar.»

-Willian C. Willian

Vivir una vida con sencillez y simpleza. Este es un gran desafío para nuestras costumbres, pero eso sí, una vez logrado, nos adentramos en el verdadero sendero de la felicidad. Hoy afirmo esto sin duda alguna.

En nuestra cultura actual, muchos de nosotros aprendimos a ser un triunfador, a ser una persona realmente exitosa por aquello que lográbamos. Una trampa más del Ego a fin de cuentas. Desde muy pequeños se nos enseñó a que ser el mejor era lo más importante y durante muchos años, varias figuras públicas y líderes de opinión han alimentado esta creencia. Tener más y demostrarlo, ese era el secreto del éxito. Incluso, hoy en día (Enero, 2006) me alarmo ver cómo se siguen publicando libros y revistas en donde se le enseña a la gente a triunfar teniendo más y más. Acumulando riqueza como sinónimo de éxito. Y me alarma por lo que hoy compartiré contigo.

Por supuesto que no estoy peleado con la riqueza material, no en absoluto. De hecho, la genero, la disfruto y la comparto. Pero la gran diferencia consiste en vivir esa riqueza material con una Nueva Conciencia de dicha riqueza. Sabiendo que aún así, la vida puede ser sencilla y simple. Y es más, esa sencillez y simpleza entonces adquieren un sabor exquisitamente más saludable. Veamos por qué digo esto.

A lo largo de mis años de estudio en el apasionante mundo de la superación personal y el desarrollo humano, en todas, absolutamente en todas las personas que han sido verdaderamente exitosas, he observado que les caracteriza una gran capacidad para desprenderse de las cosas que tienen y una franca libertad en su vida, resultado de vivir con pocas o ninguna atadura material. Una de las más grandes manifestaciones de evolución espiritual en un ser humano, como estoy aprendiendo en mi vida actual y continúo es la capacidad de no necesitar nada. Y he aprendido que la sensación de necesitar es el resultado de querer tener más y mejores cosas. Ahí entra en juego otra vez nuestro ego. El ego, tan alimentado por la mercadotecnia y publicidad actuales, siempre quiere tener lo último, lo más moderno, lo más sofisticado, y así se sucede un juego de nunca acabar. Y lo que nunca acaba no es precisamente el juego, sino la ansiedad y preocupación que el juego genera.

Tal vez por eso, las personas más espirituales que he conocido me han enseñado a no ver televisión ni alimentar mis pensamientos ni mi corazón con la enfermedad que genera el ego: ansiedad, preocupación y temor. Sino más bien todo lo contrario, me han enseñado a vivir una vida con mayor ligereza, con mayor simpleza, con mayor paz a fin de cuentas. Y es que, como lo he comentado en varias de mis publicaciones y conferencias, esa gran dualidad que vivimos: Ego-Espíritu, siempre nos hará buscar dos objetivos distintos. El ego busca Ganar. El espíritu busca Paz. Eso es todo. Y la diferencia en calidad de vida es tremendamente significativa.

         Hace muchos años, cuando yo todavía no conocía varias verdades de esta Vida, confieso que era un digno representante de la sociedad de consumo actual. Cualquier amigo o amiga que tuve en mi pasado puede dar fe de lo que aquí expreso. Yo era una de esas personas que cuando salía al mercado una nueva computadora, con mejores funciones, con más velocidad en su procesador, con mucha mayor capacidad de memoria, de inmediato la compraba. Era la sensación que tanto disfrutaba mi ego de tener la mejor hasta el momento. No fue sino años mas tarde que descubrí que cada tres meses salía una computadora más sofisticada y con tecnología más avanzada. Así llegué a comprar cualquier cantidad que prefiero omitir. Y lo mismo me sucedía con el software de dichas computadoras. Siempre quería lo último, lo más reciente, lo mejor hasta el momento.

Mucho, más y mejor, las tres Ms que generan ansiedad producida por nuestro ego. Luego de tantos cambios de computadoras en mi vida, llegué a una conclusión que todos estos cambios me generaron: vivía una acrecentada ansiedad. Yo era de esas personas que incluso dejé de dormir por toda la noche ¡y esto lo hice varias veces! hasta no ver funcionando perfectamente algo que había fallado en mi computadora. Todo el día siguiente era un auténtico zombie, con todas las nefastas consecuencias que esto acareaba. De hecho, ahora que te lo estoy confesando, hasta cierta pena me da. ¡Cuántos errores cometemos cuando no sabemos lo que verdaderamente importa en la Vida! Hoy, todavía me admiro que, habiendo mejores computadoras que la que tengo mucho mejores he preferido ya ni moverle. Aprendí que genera tanta angustia actualizarse en estos sistemas, como a un pez sacarlo del agua por varios minutos. La paz se pierde totalmente. Vamos, ni se puede hablar de paz cuando se vive bajo la prisión del ego, siempre queriendo mucho, más y mejor.

Hoy, me admiro que conociendo más y más de sistemas computacionales, he preferido solo observarlos, pero ya no adquirirlos. Hoy he aprendido a desprenderme de esa tonta necesidad de las 3 Ms. Hoy hasta me resulta increíble que cuando pienso en una computadora, ahora ya solo pienso: ¿Tiene un programa cualquiera donde pueda escribir y ya? Sí. Entonces, es todo lo que necesito. No más. ¿Y si se va la luz? ¿Tiene no-break? ¿Dura lo suficiente su batería? No sé. Bueno, en ese entonces, tomo una simple hoja de papel en blanco y mi lápiz. Eso es todo. No me enojo, no me angustio, no me preocupo. Todo está bien. Hoy, si falla mi computadora porque le entró algún virus, simplemente la apago y me voy a tomar un café con mi mejor amigo. Me espero a que pase el fin de semana para que a la semana siguiente, le busque solución. Si se arregla, qué bueno, si no, pues ya se encontrará solución con algún experto que luego buscaré. Todo bien. Todo en orden. La vida sigue siendo bella.

Esto me pasa hoy, cuando hasta hace un par de años, si algo fallaba, rápidamente llamaba a mis conocidos expertos en sistemas de computación y los invitaba a que fueran de inmediato a mi oficina hasta que quedara todo resuelto. Así sucedió muchas veces. Muchas veces nos quedamos hasta altas horas de la madrugada intentando arreglar el desperfecto para que, hasta el final, se solucionara con la radical y dolorosísima opción de reiniciar la computadora con el software original; horas y horas previas que se perdieron en la nada del absurdo.

En nuestra época actual, ¡cuánto puede depender un ser humano de una computadora y cuánto tiempo puede perder en ella! Pero hoy he descubierto que esa dependencia es por no conocer que hay algo mucho más valioso e importante que la más terrible pérdida de información en una computadora. Muchas horas que pasamos frente a la máquina podrían invertirse en amar a alguien… ¡seríamos grandes amantes!

Quise comentarte este ejemplo de computadoras por suponer que si me estás tomando el taller de autoestima desde Internet, es muy posible que te haya pasado algo similar. Pero este ejemplo, es meramente un ejemplo más de los muchos  que hay en la vida cuando vives inmerso en las trampas del ego. Te citaré varios ejemplos de la vida diaria más adelante. En tu forma de vestir, en tu forma de trabajar, en todos los bienes materiales que te gusta adquirir, hasta en tu cuerpo, puedes encontrar trampas del ego que te hacen llevar una vida complicada y llena de necesidades para que logres sentirte bien. ¡Ja! ¡¿Sentirte bien?! Esta es de las ironías que descubres cuando empiezas a crecer espiritualmente: todo aquello que antes creías te ayudaba a sentirte bien y más seguro, son esas cosas precisamente las que te alejan de la más auténtica seguridad y bienestar. Poco a poco, conforme vas creciendo y desarrollándote espiritualmente verás que menos significa más. En tener menos dependencia de las cosas y las personas, más paz experimentas en tu vida. Esto apréndelo de una vez por todas.

Y es que en la preciosa evolución espiritual de un ser humano, vas descubriendo que cada vez necesitas menos y menos. Cada vez te van a sobrar más cosas. Cada vez te puedes desprender de más y más.

Bien sé, con todo respeto a ti, mi querido lector, que si estas líneas te resultan un tanto extrañas, es perfectamente normal que así te suceda, sobre todo si todavía no ha llegado tu momento de despertar a una Nueva Conciencia. Si todavía te sigue motivando en tu trabajo un mejor nombramiento, más dinero a ganar, demostrar que tú eres el mejor, y todo ese tipo de necesidades del ego, pues por supuesto que puedes pensar que en esta ocasión me fumé algo más allá de lo permitido públicamente por las autoridades del sector salud. Pero no. Dejémoslo ahí. Estoy en mi más pleno momento, y poco a poco, adquiriendo un mayor compromiso con la sencillez. ¡Hoy me sobran tantas cosas! Mismas cosas que antes sentía imprescindibles para vivir bien. La vida cambia, sin duda. O mejor dicho, cambiamos en la Vida. Allá afuera todo está igual, pero en nuestro interior, las prioridades cambian. Y cambian conforme uno va descubriendo el gran secreto: una vida simple.

El camino hacia la sabiduría exige sencillez, al menos por un tiempo, con el fin de que nos sintamos libres para pensar y no sólo hacer.

– Jennifer James.

Autora de Veinte pasos hacia la Sabiduría.

Hasta hoy empiezo a entender cabalmente la filosofía en que coinciden guías espirituales como Jesucristo, Buda, Bagabad Gita, la madre Teresa, Mahatma Gandhi, San Francisco de Asís, etc. En todos ellos, un gran secreto: simple. Llevar una vida simple. Hoy sé que ese es un gran camino que se transita con enormes momentos de alegría y felicidad.

Hoy, que he aprendido tantas diferencias entre el ego y espíritu humanos,  comprendo tanto a mis pacientes que, por ejemplo, no se permiten salir de vacaciones porque ¡temen dejar la casa sola! Alguien puede entrar a robar. Y sí, tienen tanto y se han vuelto tan dependientes de esa acumulación material, que teniendo tanto, no pueden disfrutar de unas vacaciones en paz. ¡Cuál paz! Una vida arraigada a bienes materiales nunca podrá encontrar la verdadera paz. Aquí, al citar este ejemplo, quiero volver a insistir que no estoy en desacuerdo con tener abundancia material, pero en lo que sí estoy en desacuerdo es en depender de esa abundancia. Tal vez aquí es en donde se puede aplicar la gran verdad que dice: Prefiere, pero no necesites nada. Tú y yo, claro que podemos preferir vivir en abundancia material, pero el desafío está en no necesitarlo. ¿Me expliqué? Ojalá.

Hoy me da risa, con todo respeto (si existiera la palabra respetísimo la usaría) cuando luego de una hora de consulta, alguno de mis pacientes me dice una y otra vez que ya no soporta a su pareja por todo lo que tiene que corregirlo, por todo lo que tiene que decirle para que entienda determinada cosa. Luego de una hora en que escucho con atención su continua queja y dolor, mi paciente me pregunta: Doctor, dígame qué hacer, qué me recomienda, ya no aguanto más vivir así…. A lo que le respondo: Deje de hacerlo. Eso es todo. Simple. Y me callo. Los ojos de mis pacientes suelen exorbitarse cuando digo esto. Han de pensar: ¿Y todo el dinero que pagué fue para escuchar esto?.

 De seguro esperaban oír algo como que su caso es muy difícil y requiere varios años de terapias semanales ó que se requiere de estrategias y técnicas muy complejas para modificar su forma de vida, pero ¡no!, me pregunto: ¿Por qué le ser humano valora como bueno cuando esta relacionado a lo complejo? Sin embargo, a la semana siguiente se me exorbitan los ojos a mí cuando me suelen decir mis pacientes: ¡Gracias doctor! Hice lo que me dijo y todo ha cambiado. Mis problemas desaparecieron…. Lo que te platico aquí es verdad. Así me ha sucedido y las simples medidas que se requieren para desaparecer un problema son impresionantes, precisamente por el grado de su simpleza.

Conozco gente que no puede salir de casa sin arreglarse. Gente que si no combina perfectamente bien su ropa, si no da la Imagen del Éxito, se siente insegura y por ningún motivo saldría. Y también he tenido la fortuna de conocer a gente que con una simple T-shirt y sus Jeans junto con unos zapatos cómodos, se sienten perfectamente bien y listos para salir de casa. Por supuesto que el grado de felicidad y paz en ambos ejemplos es terriblemente distinto. En el segundo caso se está más cerca de la verdadera felicidad. Alerta: no digo que el primero esté mal. A lo largo de toda este capitulo no he usado calificativo alguno refiriéndome a que alguien esté mal o no. Simplemente estoy acotando que existen diferentes grados de despertar. Eso es todo. Lo he aprendido y, como todo lo que aprendo y juzgo bueno para la evolución del ser humano, lo comparto de inmediato.

Hasta hace unos años, cuando iba en viaje de negocios, llevaba una maleta tan grande como si fuera a un tour mundial. Y no, solo iba un par de días a alguna ciudad. Pero cargaba tanto, por cualquier cosa que se fuera a necesitar. Hoy me impresiono de esto. Hoy ya he empezado a viajar alguna que otra vez sin maleta ninguna y la sensación de libertad es tan grande en esa simpleza con la que uno puede viajar que no la cambio por nada. Es tan novedoso esto para el cerebro de muchos de nosotros que, hasta cuando me bajo del avión viajando tan ligero, de vez en cuando todavía siento que algo se me olvida porque no estoy cargando nada. Y no, nada se me olvida. Si no lo has vivido, te confieso que es algo maravilloso.

Déjame te platico otra: Hace unos quince días llegué a una de mis conferencias en otra ciudad y cuando desempaqué, me di cuenta de que no llevaba cinturón. Si esto hubiera pasado hace unos años, de inmediato llamaría a mi asistente para que hiciera lo que fuera necesario y me consiguiera uno de determinado color para que combinara con mis zapatos y mi traje. De lo contrario juzgaría casi imposible salir a dar mi conferencia. Hoy en cambio, cuando me di cuenta de que había olvidado el cinturón, simplemente me puse el pantalón y con toda certeza nunca se me caería de la cintura. Me apretaba tanto el pantalón que sin duda no corría ese riesgo (de hecho, nunca lo he corrido con la cinturita que tengo). Todo un éxito.

Permíteme platicarte esto: hace varios años, cuando daba clase de liderazgo en un afamado colegio aquí en México, asistí a una junta de maestros. En ese entonces yo era el más joven (y por mucho) del claustro profesoral. Tal vez esa juventud me hacía impresionarme ante todos mis colegas; según esto, brillantes directores de empresas que se reunían a analizar los programas de estudio. Pues allí estaba yo. Recuerdo las miradas de varios de mis colegas como no creyendo que un chavo estuviera ahí, pero en fin, me tenían que aguantar porque los resultados de las encuestas que ese colegio hacía a todo su alumnado, mostraban la evidencia de que yo era el mejor, quien había sido calificado con las cifras más altas de todo el claustro profesoral (ejem! modestia aparte).

El caso es que ahí estaba, quería aprender de mis colegas, gente mayor, con más experiencia. Y recuerdo que en pleno momento de opiniones (yo solo observaba), un maestro de dicho colegio, con voz impostada y con aires de grandeza y elocuencia, arremetió diciéndonos: …la calidad de un maestro se nota desde el reloj que usa…. Hum…, en ese entonces me lo creí. Alcancé a traer uno de los relojes más finos que existen. Me sentía bien dando clase así. Hoy…, no uso reloj. Me siento muchísimo mejor.

Hasta el año pasado, siempre le pedí a mis colaboradores que fueran excelentemente bien vestidos, preferentemente de traje (los hombres, por supuesto) y de finos vestidos o traje sastre a las damas. A partir de enero del 2002, les dije que ya no se iba a usar traje en nuestras oficinas, que podían ir vestidos como quisieran (con el lógico respeto a una institución). Desde enero, el ambiente de trabajo en mi empresa ha mejorado ostensiblemente. Se siente más juventud. Se comparten más momentos de amistad y camaradería. ¡Desaparecieron las corbatas! Y todo sigue bien, extraordinariamente bien. Sin duda ha sido una formidable experiencia. Recomiendo que intentes algo así en tu empresa (si es tu caso). Observa y mide las consecuencias y luego, valora ese cambio.

Creo que la conclusión es simple (hoy hasta la conclusión salió simple): te recomiendo vivir una vida más simple y sencilla. Eso es todo. Voluntariamente despréndete de todas aquellas cosas que, siendo sincero, te preocupan conservar o cuidar. Es tiempo muy valioso gastado en vanidad. No vale la pena. Alerta: por tercera vez en este capítulo no quiero que creas que te invito a hacer a un lado la riqueza material, no. A lo que te invito es a que, si esa riqueza material te arrebata calidad de vida, entonces sí, elimina esas cosas, te sobran. Vamos, en otras palabras, disfruta de la riqueza material si la tienes, no la padezcas. Ahí comprenderás que la abundancia no es algo que se llega a tener, sino algo con lo que se llega a sintonizar.

Elimina de tu vida todo aquello a lo que sientas apego. Poco a poco. Verás cuán libre y dichoso empezarás a sentirte, más seguridad empezarás a vivir, de la verdadera seguridad, de esa que se lleva dentro. Algún día, tarde o temprano, te darás cuenta de esto. Verás que si me crees en lo que hoy te digo, poco a poco sentirás que cada vez más cosas te sobran. Cada vez quieres menos cosas y deseas compartir más bellos momentos conversando con quien amas. Tendrás más gozo al tener contacto con la naturaleza que con cualquier otro centro comercial. Apreciarás más el arte y necesitarás de menos cosas para vivir. En pocas palabras, disfrutarás más de la Vida y ese disfrute será más auténtico. Incluso, si ya empezaste a vivir la dicha de vivir así, te empezarás a cuestionar por qué no lo hiciste antes.

¡Ánimo! Nadie puede dar marcha atrás y crear un nuevo comienzo, pero cualquiera puede empezar ahora mismo y crear un nuevo final. Hoy (posiblemente tarde, posiblemente no) he aprendido con esta Nueva Conciencia que es mejor perder mi orgullo por alguien a quien amo que perder a alguien a quien amo por mi orgullo. Y te digo esto porque vivir simple te da la oportunidad de incluso abandonar tu orgullo (que es muy complicado) en pos de un ideal superior. Lo estoy empezando a vivir y no te imaginas cuán valioso es.

Hoy te podría explicar cada punto que te recomiendo, pero para ser más congruente con el tema que elegí hoy, tan solo te compartiré estos puntos poniéndolos a tu consideración:

1. Libera a tu corazón del odio. Es más simple de lo que crees.

2. Libera a tu mente de preocupaciones. Es más simple todavía.

3. Vive simple.

4. Da más.

5. Espera menos (mucho menos).

Es todo. Te puedo garantizar que estos son cinco puntos que puedes practicar a lo largo de esta semana y experimentarás felicidad en tu vida. Te lo puedo asegurar. Luego, serán tu estilo de vida.

Un gran secreto: simple. ¿Por qué se me antojó nombrar así éste capítulo, como un gran secreto? Pues quizá porque, como todo secreto, casi nadie te lo dice. Piensa y vive de acuerdo a este gran secreto, comienza a vivir un compromiso con la sencillez y verás que los encantos de una vida simple generan una maravillosa…

¡Emoción por Existir!